martes, 26 de abril de 2016

Arqueología urbana. El pasado bajo nuestros pies

Interior de la cripta de Notre-Dame con los restos del pasado histórico de Paris. 
(Foto: Thiago Neto.)


Pasados los tiempos en los que los arqueólogos adscritos al ámbito de la investigación en la Universidad o el Museo, no comprendían la necesidad y seriedad de la gestión del Patrimonio arqueológico, no hay nada, en nuestros días, que escape al ámbito de la gestión administrativa; autorizaciones, financiación de proyectos, informes, programación, declaraciones de Bienes de Interés Cultural, Impacto Ambiental de actividades y proyectos, ordenación del territorio, planificación urbanística y un largo etc.


Maqbara de Valladolid, el cementerio mudéjar situado bajo la Casa de la beneficencia, actal Casa del estudiante; y lote cerámico de los alfares medievales de la Cal de Olleros, hoy Duqye de la Victoria, en Valladolid.

Tuve la suerte de comenzar mi vida profesional en la segunda mitad de los años 80. En la mochila tenía un título de formación académica suficiente para comprender la necesidad de seguir estudiando, dos decenas de participación en excavaciones arqueológicas y la firme voluntad de intentar vivir de esta profesión.
Eran años de construcción de las Comunidades Autónomas, de creación de las plazas de arqueólogos adscritos a las Consejerías de Cultura, de aplicación de las nuevas normas estatales y regionales y de un trabajo de establecimiento de las bases de la arqueología social.
Una de las cuestiones que debieron ser abordadas fue la Arqueología Urbana. Corría 1991 y se inauguraba en Valladolid, la ciudad en la que vivo y trabajo, la primera exposición sobre el tema al tiempo que se presentaba el libro que bajo el mismo título, publicaba los primeros resultados de los trabajos arqueológicos del ámbito de la ciudad.
Entiendo por Arqueología Urbana la realización de actividades arqueológicas que permitan conocer, proteger, conservar, legar, difundir e integrar el Patrimonio Arqueológico de las ciudades y los pueblos, su pasado como entidades vivas en constante transformación.



Excavación arqueológica en El Consultivo de Zamora. Fotografía del Gabinete arqueológico Strato



Pasaré de puntillas por el excepcional caso de Roma, la ciudad en la que el pasado siempre estuvo presente, las campañas de una arqueología incipiente en el XVIII en Pompeya, Herculano y Stabia y la Creación de los Gabinetes de Antiguedades para centrarme en el nacimiento de una auténtica disciplina y lo haré centrándome en la Europa continental.





Foro de Roma desde el Campidoglio.

Hacia 1970 se inicia una arqueología de salvamento arqueológico en algunas ciudades inglesas con voluntarios que realizaban, a tiempo parcial, un seguimiento de las obras. Los planteamientos que en los 80 realizó Martín Bidle en Winchester modificaron la forma de entender el pasado urbano otorgándose el mismo protagonismo a cualquiera de las etapas de ocupación de las ciudades. Se trascendía así la idea de que solo el pasado histórico de época clásica era reseñable.
Las acogida entre los arqueólogos  medievalistas fue excelente, obviamente.



Excavación de una fosa de la Gran Peste que sufrió Londres en 1665 y que permanecen en una fosa común cercana a la céntrica estación londinense de Liverpool Street.
La excavación es coordinada por el Museo de Arqueología de Londres. FOTO Reuters

Toda esta actividad iba a suponer un cambio sustancial en la figura del arqueólogo, que comienza su profesionalización, la creación de equipos pluridisciplinares, la búsqueda de recursos presupuestarios, la aparición de nuevos métodos de excavación arqueológica, el establecimiento de una zonificación a efectos de intervención y protección, la elaboración de documentos que permitieran mostrar la importancia de lo que se pretendía eliminar.



La New Archaeology y las propuestas de análisis estratigráfico en área abierta entraron con fuerza en las propuestas de arqueología urbana.

Los primeros documentos y equipos se gestaron en ciudades inglesas a comienzos de los 70 y ya en el año 73 se gestará en Tours, Francia,una experiencia de arqueología urbana que procura seguir los ejemplos ingleses más avanzados en su definición. Se creó el Laboratorio de Arqueología Urbana de Tours, como organismo investigador sobre el desarrollo de la ciudad en sus más amplias facetas, caso único en la Europa continental de la época  En sus inicios, la financiación pública, local y regional,no permitía otra cosa que el funcionamiento mediante voluntarios y amateurs, pero con posterioridad se conseguirá mantener un arqueólogo con dedicación exclusiva al proyecto. 
Tours contó con la primera evaluación sobre su potencial arqueológico, realizada con una metodología muy similar a los trabajos ingleses. Esta documentación, integrada en el plan de salvaguarda de la ciudad, permitió la designación de áreas de interés arqueológico en riesgo de ser edificadas, así como adoptar un sistema de prevención adecuado a los cambios en la promoción inmobiliaria. 
Desde la década de los ochenta, y tras la reunión de mas de doscientos arqueólogos en Tours, la arqueología urbana europea se va consolidando e iniciando una andadura exitosa basada en la realización de excavaciones arqueológicas previas a las obras de construcción de los nuevos edificios e infraestructuras. 

Fragmento del anfiteatro de la ciudad de Legio en un solar en excavación, en la Calle Cascalerías de León.

Este incremento de actividad puso de manifiesto la necesidad de aumentar los recursos humanos de carácter técnico tanto entre los profesionales libres como en las Administraciones Públicas. Un paulatino crecimiento de las plazas de arqueólogos ha favorecido el mejor y mayor conocimiento de las ciudades y establecer relaciones con los órganos municipales de gestión urbanística. A la par que se iniciaba la profesionalización y se iniciaba una nueva salida laboral, se arbitraban nuevas formas de financiar las intervenciones arqueológicas en la que los promotores públicos y privados se implicaban.


Casa de la I Edad del Hierro en el Cerro de San Vicente. El origen de la ciudad de Salamanca


Para cerrar el círculo, es preciso citar el importante papel del  planeamiento urbanístico que fue estableciendo, en sus normas sectoriales, la necesidad de conocer y proteger el Patrimonio Arqueológico urbano, aceptando que algunos restos pudieran ser integrados en las  ciudades convirtiéndose en productos turísticos y patrimoniales.


Sótanos de Astúsica Augusta, que albergan los restos de la ciudad romana bajo los edificios de Astorga y forman parte de la ruta Romana

En la actualidad la Arqueología urbana es una disciplina bien asentada y planificada, si bien es necesario tener en cuenta que los presupuestos de las actuaciones suelen ser insuficientes para realizar auténticos trabajos de investigación, que al fin y al cabo, son el objetivo primordial de la actividad arqueológica.


Fosas de la necrópolis judía de Avila, situada tras el Convento de la Encarnación

Todo es mejorable, pero en muy poco tiempo, se ha producido un avance en el conocimiento histórico de las ciudades y en la salvaguarda de sus evidencias materiales, tanto las que fueron soterradas por la superposición urbana, como las que fueron escondidas por estructuras sobre la cota 0.
Que hayan aparecido arqueólogos adscritos a las administraciones locales, fundamentalmente municipales, no hace si no mejorar la planificación de la actividad.
La introducción de catálogos arqueológicos y la normativa correspondiente en las figuras de planeamiento supone un avance sustancial en la programación, investigación y protección de nuestro pasado urbano, de modo que nada o casi nada queda al pairo.
Ya no es posible decir que los arqueólogos paramos las obras en las ciudades.
No obstante, no olviden que siempre pueden producirse hallazgos inesperados.

¡Que tengan una buena semana!

martes, 5 de abril de 2016

Mayrit emiral. Un campamento militar del siglo IX






Muralla islámica de Madrid en la zona de la Almudena





“A su reinado (Mohamed I, hijo de Abderramán II) se deben hermosas obras, muchas gestas, grandes triunfos y total cuidado por el bienestar de los musulmanes, preocupándose por sus fronteras, guardando sus brechas, consolidando sus lugares extremos y atendiendo a sus necesidades.
 El fue quién ordenó construir el hisn  de Talamanca, y el hisn de Maytir y el de Peñafora. Con frecuencia recababa noticias de las marcas y atendía a lo que en ellas ocurría, enviando personas de su confianza para comprobar que se hallaban bien”

Ibn Hayyan. Muqtabis III






La arqueología permite incrementar el conocimiento de nuestra historia, ponerlo al día, revisarlo y hacer avanzar en el mismo. En el ámbito de las ciudades históricas, la superposición de las ocupaciones, ha sido objeto de nuevos tratamientos desde los años 70 en el ámbito europeo. Las experiencias francesas e inglesas , fundamentalmente a partir de la reunión de 1980 en Tours, permitieron la entrada de esta nueva forma de entender la gestión arqueológica en nuestras ciudades. La arqueología urbana ha devenido en un instrumento necesario, imprescindible en el tratamiento del subsuelo y alzado histórico y poco a poco en el planeamiento urbanístico. 
Hoy traigo a colación un excelente trabajo que ha  revisado los orígenes islámicos de Madrid ordenando y reinterpretando, bajo el prisma de la ciencia, muchas de las noticias documentales, historiográficas y arqueológicas con las que se contaba hasta la realización de este trabajo.
No obstante, la propuesta de otros investigadores sobre la existencia de un núcleo de población civil, sirve una polémica y controversia que perdura en la actualidad.
De seguir realizándose investigaciones arqueológicas en la zona, a buen seguro, se obtendrán datos que aproximen y decanten la realidad emiral de Madrid. La arqueología urbana es imprescindible.




Cuando a finales de los 90 se planteó la construcción de un gran edificio museístico destinado a albergar las colecciones reales que no podían ser expuestas al público por falta de un espacio destinado a ello - entre ellos la mejor colección de tapices de España y Europa y la de Carruajes-, en la zona situada entre la verja de la plaza de la Armería, la Catedral de la Almudena y el Campo del Moro, nadie sospechaba que las excavaciones arqueológicas que se llevarían a cabo en  la plaza de la Armería y el ala oeste de la Catedral de la Almudena modificarían el conocimiento que hasta entonces se tenía sobre el origen de la ocupación islámica y de la ciudad de Madrid.
La aparición de dos tramos de muralla islámica de unos sesenta metros de longitud y cuatro torres de planta cuadrangular en la primera zona, y otras tres en la segunda, una de ellas entera, así como de un camino de ronda hasta seis viviendas, pusieron las bases para que la arqueóloga directora de las intervenciones arqueológicas, Esther Andreu, estableciera nuevas tesis, contrastadas, sobre el establecimiento de Mayrit, borrando de un plumazo cuatro siglos de historia de la supuesta ciudad islámica.

A excepción de una fuente musulmana, el resto afirma que Mayrit fue fundada a mediados del siglo IX - entre los años 852 y 886-  por Muhammad I como un hito de la red de castillos y atalayas de vigilancia sobre los movimientos de las tropas cristianas del Norte y con el fin de proteger las vías de comunicación que unían Córdoba y  Zaragoza asentadas sobre los antiguos trazados de época romana. 
Por el contrario, en el Muqtabis III, Ibn Hayyan afirma que el castillo fue mandado construir por Mundhir ibn Huray ibn Habil, descendiente de hispanovisigodos, quien se habría convertido al Islam y cuyo objeto era establecer una plaza que permitiera sofocar con mayor facilidad las continuas revueltas de Toledo contra al Emir de Córdoba.
En cualquiera de los casos estas referencias árabes al hisn (fortificación) y a la fundación de la ciudad están hechas siempre por geógrafos o cronistas muy posteriores que recogen lo escrito en las compilaciones autores como al-Bakri , a finales del XI y de al-Idrisi, de mediados del XI, que eran considerados como contemporáneos de los hechos. 
En definitiva, hasta hoy en día no hay un sólo documento que permita asegurar la fundación de Mayrit en el siglo IX.




Entre 1534 y 1535 J. Cornelius Vermeyen realizó este dibujo del alcázar y sus alrededores














Existe, a día de hoy,  total unanimidad por parte de los investigadores, a la hora de considerar la fundación de Madrid dentro de la política de gobierno de Muhammad I, con respecto al reforzamiento de la Marca Media. Dicho emir, continúa el programa de fundación de núcleos militares tales como Talamanca del Jarama o Huesca, iniciado por su padre Abd-al-Rahman II, con el principal objetivo de consolidar el incipiente poder del Emirato de Córdoba.
En relación con esta cuestión, resulta muy significativo el hecho de que en las fuentes árabes citadas hace un momento, se mencione a la población de Mayrit como hisn castral en los momentos más antiguos, mientras que aparece como medina -muy pocas veces- mencionándose Madrid casi siempre, referido a actividades militares.
Los elementos arquitectónicos descubiertos en el transcurso de las excavaciones que nos ocupan, son vestigios que han de vincularse, sin duda, a la arquitectura militar tanto emiral como califal, estando estos restos arqueológicos profundamente relacionados entre sí conformando un todo: Una primigenia fortaleza andalusí en Mayrit, tipo hisn, que no una ciudad, de unas 8 hectáreas aproximadamente que se desarrollaba en un espacio comprendido entre el lado occidental de la plaza de la Armería y los Altos de Rebeque  de oeste a este, y entre la verja de la plaza de la Armería  y la muralla árabe de la cuesta de la Vega, de norte a sur.
Los sectores de Armería y Plaza de Oriente, excavada hace dos décadas, han permitido exhumar y documentar cuatro elementos arquitectónicos de carácter indiscutiblemente militar, que son el germen de lo que sería Madrid: muralla, albacar, atalaya defensiva y por último, una estructura destinada al alojamiento de las tropas de guardia y que incluso contaría con tierras de labor dentro del recinto.



Así, existiría un núcleo original con la zona mas alta, la del Palacio real, en que se situaría el alcázar, unos terrenos intermedios situados dentro del recinto amurallado- el albacar- que estarían ocupados por soldados y tierras de labor y un incipiente núcleo civil. En cualquier caso, siempre estaríamos hablando de un campamento militar, que no una ciudad, que contaba con una mezquita principal del alcázar  que se situaría bajo la iglesia de San Miguel de la Sagra, una de esas mezquitas de los campamentos militares de implantación, término a cuñado por Mikel de Epalza.







Madrid  con la muralla del alcázar  islámico. Vista desde el Manzanares (actual M-30)
 Anton Van den Wyngaerde, 1562

Parece que aneja a este complejo hubiera podido existir, una pequeña medina.



La excavación arqueológica realizada en  la plaza de la Armería nos permite conocer una antigua orografía. La  primitiva ciudadela se asentaba sobre un relieve con un acusado desnivel hacia el Campo del Moro, siguiendo un modelo bien conocido en otros asentamientos islámicos que aprovechaban el desnivel para favorecer el arrastre de desperdicios fuera de la muralla. Las calles de este primer asentamiento urbano se desarrollaban, tras un estrecho camino de ronda con pequeñas rampas y escaleras, de forma concéntrica.



Fotografías procedentes del proceso de excavación.  Detalle del aparejo de la torre, vista general de excavación del nuevo edificio planteado y candiles.

La muralla tiene un espesor de entre 3,10 y 3,30 metros y se calcula una altura original en torno a los 14 metros, si bien solo se  conservan restos de los 8 primeros metros. En este sector giraba de oeste a noreste, aunque el resto del itinerario del tramo norte aún se desconozca. Sorteando el foso o cava situado al sur del Alcázar, apareció un tramo de muralla en dirección norte que se interpreta como el lienzo de unión de la almudayna con el Alcázar.
Los tramos de fábrica de la muralla reconocidos en el proceso de excavación están configurados por paramentos de mampostería compuesta de bloques de piedra caliza y silex de mediano y gran tamaño,  con relleno de cal y canto, aunque el aparejo no parece que sea regular en todos los paramentos, si bien una de las torres, conocida como torre 1 está construida con grandes bloques de granito.
En la cara interna de la cerca aparece un forro de ladrillo que conserva algún resto de enlucido, mientras que en dos tramos la muralla se hallaba revocada por una capa de argamasa y cal.
En la muralla se abre un portillo sobre un arroyo encauzado que se conserva en la obra de Wyngaerde, quien lo pintó con forma de media herradura. De este vano aparecieron únicamente las jambas y, lamentablemente, no  pudo excavarse por cuestiones de seguridad de la Catedral de la Almudena. 
Junto al portillo o postigo apareció un cuerpo de guardia, datado en el siglo IX, encargado de su vigilancia  que está construido con aparejo islámico. Tiene planta rectangular y conserva, como ocurre habitualmente en este tipo de construcciones fortificadas, tres estancias (para dormir, cocinar y una para estar durante el día) comunicadas entre sí. Es muy posible que los soldados a los que se destinara dicha guarnición pertenecieran al cuerpo de militares místicos, lo cual fortalece la idea de la posible existencia de un primitivo ribat de Mayrit.
Al exterior del portillo apareció un muladar con restos humanos mezclados con basura y capas de cal.
Todo ello fué cegado en el siglo XVI por una rampa para carretas.




Las seis casas excavadas parecen haberse desarrollado solo en planta baja, conservando una altura de muros que varía de 2 a 0.50 m y poseían una superficie entre 80 y 90 metros cuadrados. Desde la calle se accedía, a través de un zaguán que hacía las veces de establo, a un patio central con  pozo. Este espacio articulaba dos grandes habitaciones enfrentadas. Estas casas se levantaron con un aparejo datado entre los siglos XIII-XIV que combina filas de ladrillos y de piedras intercaladas.
Todas estas casas del siglo XIII tienen un muro que sobresale junto a la puerta de acceso a las viviendas y que no llegaba a tocar la muralla y en la parte superior el mismo muro sobresaliendo pero prolongado y apoyando sobre la muralla.
Es posible que estas viviendas constituyeran una primera aljama donde se mantuvieran los mudéjares conviviendo con los judíos, lo que explicaría que apareciera un alfiz, posiblemente de una puerta, con la inscripción  “el poder pertenece a Alá”  en árabe de finales del siglo XII o principios del XIII y que, además, se encontraran fragmentos de vajilla relacionadas con la celebración del shabat judío del XIII o XIV. 
Posteriormente la morería fué trasladada a la zona de las Vistillas, mientras que algunos judíos, aunque hay constancia de su diseminación por otras zonas de la ciudad, permanecieron en el mismo lugar, el más cercano al Alcázar, como es habitual.
Estas casas no se cimentaron sobre otras anteriores, si bien se han reconocido restos islámicos en diferentes silos basureros, así como un alfar excavado en el suelo y revestido de piedra y ladrillo revocado, así como varios pozos de agua que, en algunas ocasiones conservaban el brocal de piedras y los peldaños excavados en la propia tierra. 



Plaza de la Armería: Pozo de cronología islámica con pates 
(por cortesía de Ester Andréu y Equipo Arqueomedia)


En la zona del paso de ronda, aparecieron unas ventanas geminadas desplomadas que conservaban su forma sobre el suelo. Están construidas con ladrillo y argamasa y se tiene la intención de que sean reconstruidas para ser exhibidas en el Museo de las Colecciones Reales. También caído en la calle,  se encontró el alfiz que mencionamos unas líneas mas arriba.



Teniendo en cuenta que los alfares no se encontraban al interior de los recintos, es posible que nos encontrásemos en espacios extramuros del asentamiento del IX que fueron reocupados para instalar las casas en el XIII.

Queda claro así que el origen musulmán emiral de Madrid en el siglo IX es indiscutible pero con la matización de que tan solo fue un asentamiento militar, no una ciudad, pues ésta se formó en el siglo XIII, ya en época cristiana, un tiempo después de la conquista de Alfonso VI. 
No se conocen en esta zona viviendas del asentamiento del siglo IX . La propia Esther Andreu propone que en época islámica fuera una zona extramuros, lo que nos lleva a pensar que si hubo ocupación con viviendas, del tipo que fueran, esta se encontraría en la zona mas alta, quizá en la conocida como Altos del Rebeque. Sería allí, en todo caso, donde vivirían  los soldados, mientras que el personal civil a su servicio como hortelanos, guarnicioneros, etc. lo harían cerca, pero en la zona baja de la vega, donde se encontrarían también  los establecimientos artesanales de forma diseminada, fuera del campamento militar, de modo que en situaciones de peligro pudieran refugiarse dentro del recinto amurallado de época islámica.
El Mayirit del siglo IX se instaló sobre un lugar estratégico en el que se han reconocido restos de un pequeño asentamiento carpetano del siglo I a C y un enterramiento de época hispanovisigoda
Las actuaciones de restauración y consolidación arqueológica han permitido la conservación in situ de la atalaya, muralla y cuerpo de guardia, si bien  esta cuestión no ha sido posible en el caso del cimiento del albacar
Por el contrario, los restos de la atalaya pueden contemplarse en el aparcamiento subterráneo de la plaza de Oriente.
Los lienzos de muralla y los restos del cuerpo de guardia exhumados en las excavaciones de la plaza de la Armería, son objeto de musealización  en el edificio del Museo de Colecciones Reales.




Que pasen una feliz semana!








Bibliografía

Andréu Mediero, E. y  Paños Cubillo, V.;  Arquitectura militar andalusí en Madrid capital: Nuevas perspectivas teóricas a raíz de las intervenciones arqueológicas de la plaza de Oriente y la plaza de la Armería (1999-2010)
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