Hace tiempo comencé a darle vueltas. El agua andaba presente de un modo constante en cada rito de forma directa o simbólica y empecé a caer en la cuenta de su importancia desde que nacemos (por el bautismo) hasta el final de la vida.
Mas allá incluso de las abluciones religiosas del bautismo, de la señal de la cruz con el agua de la pila benditera a la entrada de un templo, y del lavatorio de los difuntos, el agua es una manifestación de importancia en los ritos de paso ya secularizados del mundo tradicional. Aguas de fuentes que preñaban a las mujeres estériles que bebían de ellas, moras (moiras) que custodiaban cuevas con fuentes de agua mientras peinaban cabellos dorados y custodiaban tesoros escondidos, rogativas de agua a imágenes milagreras....
Empecé a conocer la existencia de grutas de apariciones asentadas sobre creencias ancestrales, los sacrificios humanos en las aguas pantanosas, conservados en las turberas europeas, los depósitos metálicos broncíneos de toda clase de armas ligados a los ríos, los manantiales sanadores de los santuarios prerromanos dedicados a sus dioses (Silbis en Turiaso -la actual Tarazona-, en cuyas aguas sagradas se produce la curación del propio Octavio) o Sulis en Aquae Sulis Minerva -actual ciudad de Bath (Patrimonio de la Humanidad- en Inglaterra), las saunas indígenas rituales de los castros lusitanos, galaicos, astures y vettones, la existencia de deidades romanas de las aguas y las fuentes conocidas como ninfas, templos griegos, etruscos e itálicos ligados a las aguas....
Espada pistiliforme de Veguellina de Órbigo, León. Hallada hacia 1949 al hacer un pozo al lado del actual curso del río. Pudiera hallarse sobre el primitivo lecho fluvial y ser una de ofrenda a las aguas.
El "Hombre de Tollund" (Dinamarca), ahorcado y probablemente ofrecido como un sacrificio en las aguas de los pantanos. Foto: Robert Clark
Las armas constituyen un elemento especialmente vinculado con los medios acuático, de modo que durante la Edad del Bronce, se depositaron numerosas armas en ríos, sobre todo espadas, si bien es a la Edad del Hierro a la que se adscriben destacados ejemplos en toda Europa, incluida la Península Ibérica. Se constata que en el norte, los pueblos germánicos acostumbraban a consagrar el botín a los dioses destruyéndolo y arrojándolo a las aguas de los lagos y los ríos, que eran considerados auténticos santuarios, como es el caso, entre otros, de los yacimientos en turbera daneses. Tras la conquista romana numerosas piezas del equipo militar fueron arrojadas a las aguas de ríos europeos, especialmente cascos y espadas. De hecho, cerca del 80 % de los cascos alto imperiales recogidos en la conocida monografía de Robinson (1975) proceden de contextos fluviales, especialmente de los grandes ríos como el Rin y el Danubio, lo cual demuestra una vez más que estamos ante un comportamiento ritual . No se trata, por lo tanto, de una sucesión de «pérdidas accidentales»,y menos cuando hablamos de piezas del equipo militar, especialmente valiosas para el guerrero, cuya pérdida era incluso multada.
Esta dimensión simbólica y ritual de los depósitos acuáticos queda en muchas ocasiones reforzada por el hallazgo en ellos de armas especiales, por su excepcionalidad pudiendo entenderse que estos lugares son auténticos Sacra loca in natura.
El agua va, además, ligada al mundo funerario de los pueblos indoeuropeos jugando un papel importante en el ritual posterior al crematorio, que aún hoy podemos ver en la India y que se recoge en las leyendas del ciclo artúrico.
El agua va, además, ligada al mundo funerario de los pueblos indoeuropeos jugando un papel importante en el ritual posterior al crematorio, que aún hoy podemos ver en la India y que se recoge en las leyendas del ciclo artúrico.
Pedra Formosa del Castro de Sabroso, en Guimaraes, Portugal, procedente de una sauna ritual lusitana.
Sauna castreña del castro vettón de Ulaca, Solosancho (Avila)
Gran Piscina /Natatio de las termas de Bath, levantadas sobe un manantial de aguas curativas bajo la advocación indígena a la diosa Suli, romanizada como Suli Minerva.
Mosaico de Hilas y las Ninfas de la Villa romana de Carranque, en Toledo
Y ya, en una superposición permanente, con el cristianismo se asimilan las pilas y pequeñas piscinas termales romanas pasando a convertirse en los primeros baptisterios.
Baptisterio tardorromano del Museo del Bardo, Túnez
Se sincretizan toda clase de acuíferos con ermitaños, termas sobre las que se levantan baptisterios y ermitas, iglesias relacionadas con pozos y surgencias, vírgenes que se aparecen en los manantiales y cuevas, como las antiguas ninfas y mouras o Xanas, procesiones con santos en andas solicitando la lluvia que mejore y aumente la fertilidad de la Tierra.
La Silbis de Tarazona, luego Minerva, pasa al culto cristianizado de Santa María de la Hydra, advocación medieval de la catedral de Tarazona, o, también, el culto a San Juan y sus aguas junto al nacedero de la acequia de Selcos, todo ello en Tarazona.
Advocaciones a San Juan, el Bautista se producen sobre acuíferos indígenas como Hontangas, en Burgos, donde se conserva un ara tallada en época romana y en el propio San Juan de Baños, situada al lado de una surgencia que se halla en el ámbito de la ciudad vaccea que pervive hasta la actualidad como Tariego de Cerrato, en Palencia.
Virgen de Manalagua, Castil de Lences en la Bureba (Burgos)
Piscina romana del complejo termal tardorromano sobre el que se asentó la ermita románica de Nuestra Señora de las Vegas de Pedraza, Segovia.
San Juan de Baños de Cerrato, Palencia. Basílica y Fuente
Incluso algunos de aquellos lugares mágicos pasan a forma parte de escenarios milagreros de referencia común al imaginario medieval, legitimando poderes territoriales, mediante su recrasalización cristiana como ocurre en Covadonga, Asturias, o constituyendo hitos de la comunidad durante siglos en torno a una romería, especialmente expesivo en San Bartolomé de Ojo Guareja, en la Merindad de Cuestaurría, en Burgos, en un complejo natural excepcional excavado por el agua.
Covadonga
Muchos de los santuarios cristianos actuales se asientan sobre antiguos manantiales y surgencias, de cuyos orígenes poco o nada conocemos, pero que innegablemente deben formar parte de ese carácter simbólico litúrgico de las aguas. Sirvan de ejemplo El Henar, en Cuéllar (Segovia) cuyo agua obraba milagros en la curación de todo tipo de dolencias y la Fuencisla, en el entorno inmediato de la ciudad de Segovia, La primera en el ámbito rural, la segunda en medio suburbano.
Para ir finalizando en este breve y sugerente repaso no puedo obviar un hecho similar en el ámbito ritual de otras religiones. El miqbvé es un baño ritual relacionado con las muchas normas presentes en la religiosidad judía. Para ser adecuada, una piscina de miqvé ha de contener suficiente agua como para cubrir enteramente el cuerpo de un hombre, y el agua no puede contener ningún tipo de impureza. Después de la Diáspora judía las normas de la pureza ritual se fueron dejando de practicar, excepto las de la mujer, ya que sería impura durante su menstruación y después del parto, por lo que tendría que bañarse en la miqvé.
Piscina ritual judía de Úbeda, en Jaén, única hallada hasta ahora asociada a una Sinagoga
En el Islam el agua tiene una función purificadora, existiendo fuentes en las mezquitas para realizar las abluciones, pues todos los días, el musulmán debe enjuagarse la cabeza, lavarse las manos, los antebrazos y los pies antes de las cinco oraciones diarias.
Sirvan estos breves apuntes para ahondar en la sacralidad de las aguas a lo largo de milenios de religiosidad, siendo conscientes de su influencia en la historia de las sociedades y su cultura. La falta de representación de otros territorios y civilizaciones no es significativa sino producto de la necesidad de acotar esta reflexión, quedando pendiente para futuras entradas de este blog.
Que tengan una feliz semana!