Helmut y Erika, sin quererlo, identificaron un cuerpo emergente del hielo en la zona del paso de Similaun, una zona de frontera entre Austria e Italia. El deshielo en una zona soleada junto a un saliente rocoso hacía visible los restos de un ser humano; tal vez, pensaron, un montañero perdido. Ayudados del gerente del refugio de montaña en el que se alojaban, removieron sin mucho miramiento la momia hasta que cayeron en la cuenta de que debían notificar este hecho a las autoridades competentes quienes comenzaron a identificar elementos de carácter un tanto extraordinario.
Así empieza el libro Otzi, el hombre de los hielos, escrito por Konrad Spindler, que me compré en 1996. De entonces hasta ahora se han realizado estudios interdisciplinares que han permitido obtener una valiosa información hasta entonces desconocida sobre la prehistoria europea durante la Edad del Cobre.
Ötzi, también llamado “el hombre del hielo” y “el hombre del Similaun” es la momia congelada por efecto del frío de un varón que vivió hace 5.300 años y fue descubierta en septiembre de 1991 en la planicie subglaciar de Tisenjoch, en los Alpes del valle de Ötz, cerca del Similaun, una montaña en el Tirol del Sur.
Se pensó que se trataba de algún montañero que se había despeñado, pero cuando el cuerpo fue trasladado a la Universidad austriaca de Innsbruck, se comprobó se trataba de un cadáver mucho más antiguo.
Posteriormente se comprobó que el hallazgo había tenido lugar a unos 90 metros de la frontera austriaca, en el lado italiano, así que Italia reclamó, con éxito, la posesión de Otzi y sus pertrechos, pasando a ser custodiados en el Museo Arqueológico de Tirol del Sur, en Bolzano, donde también se ha creado un Instituto de las Momias y el Hombre de Hielo.
Ötzi, desde el principio, permitió un conocimiento absolutamente novedoso sobre la vida en la Edad del Cobre. La propia momia, sus ropas, útiles personales, y armas se encontraban en un perfecto estado para el reconocimiento de todos y cada uno de los elementos.
Este varón de unos 46 años, 50 kg de peso y estatura de 1,60, de ojos marrones, tenía intolerancia a la lactosa, grupo sanguíneo 0, problemas cardiovasculares, artritis, caries y parásitos intestinales.
Se pensó que se trataba de algún montañero que se había despeñado, pero cuando el cuerpo fue trasladado a la Universidad austriaca de Innsbruck, se comprobó se trataba de un cadáver mucho más antiguo.
Posteriormente se comprobó que el hallazgo había tenido lugar a unos 90 metros de la frontera austriaca, en el lado italiano, así que Italia reclamó, con éxito, la posesión de Otzi y sus pertrechos, pasando a ser custodiados en el Museo Arqueológico de Tirol del Sur, en Bolzano, donde también se ha creado un Instituto de las Momias y el Hombre de Hielo.
Ötzi, desde el principio, permitió un conocimiento absolutamente novedoso sobre la vida en la Edad del Cobre. La propia momia, sus ropas, útiles personales, y armas se encontraban en un perfecto estado para el reconocimiento de todos y cada uno de los elementos.
Este varón de unos 46 años, 50 kg de peso y estatura de 1,60, de ojos marrones, tenía intolerancia a la lactosa, grupo sanguíneo 0, problemas cardiovasculares, artritis, caries y parásitos intestinales.
Su indumentaria contaba con un cinto dispuesto en la cintura que se anudaba y del que colgaba un taparrabos, unas perneras de tipo leguins realizados en piel de cabra curtida y que se ataban con una tira de cuero al cinto, un calzado de piel de ciervo con suela de piel de oso, forrado al interior con una estructura trenzada con fibras de corteza vegetal y un relleno de hierba seca para calentar los pies. Eran unos zapatos impermeables de base ancha que facilitarían el desplazamiento por la nieve. Se completaba la indumentaria de este hombre con un abrigo ajustado realizado con bandas verticales de piel de cabra curtida en dos colores, alternando claro y oscuro, y sobre todo ello una capa impermeable realizada en fibras vegetales trenzadas, un gorro de piel de oso, y una suerte de mochila con estructura de madera y saco de piel.
El cinturón interior se ensanchaba y conformaba una bolsa en la que se encontraron restos de carne seca deshidratada, dos hongos ensartados en una tira de cuero, uno de ellos probablemente de uso medicinal, el hongo del abedul, pues tiene propiedades antibacterianas, y el otro correspondiente a una especie yesquera, que se utilizaría para encender el fuego, un raspador, un perforador, un disco de piedra perforado, un chuchillito para tallar y una lezna. Colgaba del cinto una funda trenzada en fibra vegetal con un cuchillo de pedernal en el interior. Los pertrechos se completaban con un complejo equipo de armas que incluía un hacha de cobre, un carcaj con catorce flechas y un arco sin terminar, y recipientes realizados en corteza de abedul.
Otzi presentaba varios tatuajes oscuros en diferentes zonas de su cuerpo, todos ellos de carácter lineal, que enseguida fueron interpretados desde un punto de vista terapeútico: uno en la muñeca izquierda, dos en la zona lumbar de la espalda, cinco en la pierna derecha y dos en la izquierda. Se trata de pequeños grupos de tres o cuatro rayas paralelas que no forman un dibujo reconocible. Recientes investigaciones han puesto de manifiesto que bajo las zonas pigmentadas se encuentran lesiones y áreas degenerativas.
La comida sin digerir en su estómago, gamuza, ciervo rojo y una cereal, sugiere que debió ser atacado mientras se sentía relativamente a salvo.
Una herida profunda en su mano y algunas otras (pecho y mano izquierda) , indican que participó en un combate directo y sabemos que no murió de forma instantánea a causa de la herida de flecha sino que la presencia de células sanguíneas secas y fibrina en estado de degradación sugería un coágulo.
Análisis de ADN todavía no publicados, y por lo tanto no confirmados, parecen indicar que en su ropa y armas hay sangre de otras cuatro personas, una en su cuchillo, dos en una flecha y la cuarta en su abrigo. La interpretación actual es que mató a dos personas con la misma flecha, recuperándola en ambas ocasiones, que hirió o mató a un tercero con su cuchillo y que la sangre en su abrigo pertenecería a un camarada herido que cargó sobre su espalda. Su postura poco natural (cara contra el suelo, brazo izquierdo cruzado sobre el pecho) sugiere que no le encontró solo la muerte y la congelación, sino que alguien le disparó, desde unos 20 m de distancia, y luego le giró antes de morir e intentó extraer la flecha de su hombro, arrancando el mástil pero dejando la punta clavada. Parece que recuperar las flechas lanzadas contra el enemigo a batir se considera ya un rito inexcusable.
Antes de morir, Ötzi además recibió un golpe en la cabeza que haría que su cerebro golpease contra la parte occipital del cráneo, el interior de la nuca, generando una hemorragia en esa zona. El hombre del hielo no sobrevivió mucho tiempo después de este golpe, que pudo ser intencionado o el efecto de una caída tras ser alcanzado por la flecha, algo que probablemente nunca sabremos.
Era, desde luego, un excelente conocedor de la zona del paso de Similaun, tradicionalmente utilizado para el tránsito estacional del ganado, e iba perfectamente pertrechado para atravesar el lugar si bien no debió darle tiempo a tener preparado completamente el equipo o bien se estropeó durante la huida, pues el arco parece estar inacabado o inservible.
¿Qué tipo de conflicto pudo generar esta huida, ataque y muertes? Aún se desconoce.
Sobre Otzi también se han llevado a cabo estudios de ADN nuclear y mitocondrial, así como análisis de proteinas que nos dan, en este último caso, mucha más información sobre las condiciones en el momento de la muerte, ya que varían día a día, de una zona a otra, en función de lo que esté sucediendo en ese momento y en cada región del cuerpo.
El ADN, sin embargo, da una información muy uniforme, que no cambia apenas desde el nacimiento sin que importe en qué parte del organismo recojamos las muestras. Por sus características, las proteínas son especialmente útiles para detectar señales de enfermedad o daño tisular.
El análisis de los isotopos de sus dientes y huesos indican que vivió su infancia en el Valle de Isarco o en la parte baja del Valle de Pusteria y antes de morir vivió unos 10 años en el Valle de Venosta. En este lugar conocemos una aldea de la época en la que vivió Otzi que tal vez fuera su hogar.
Otzi tiene al menos 19 parientes vivos en la actualidad.
El análisis de su genoma indicaba que sufría la enfermedad de Lyme, una infección bacteriana transmitida por garrapatas, y en su estómago se encontraron plantas medicinales empleadas para tratar el dolor de estomágo. En una nueva publicación, se describe como se ha detectado una cepa de la bacteria Helicobacter pylori. Aparte de la patología que conlleva, su análisis es muy interesante porque es de transmisión intrafamiliar y estudiando su ADN se pueden conocer nuestros orígenes. Por sorpresa, se ha detectado que tenía una ascendencia con un tipo muy antiguo de bacteria de la India y con una muy baja presencia del tipo con origen norteafricano, mayoritario en la actualidad entre los europeos. El dato daría nuevas pistas sobre el modo en el que los humanos se han mezclado y han migrado en los últimos 5.000 años de existencia.
Los científicos se sorprendieron al constatar, mediante la secuenciación del genoma de la cepa de la bacteria Helicobacter pylori, o H. pylori, que tenía una ascendencia con un tipo muy antiguo de bacteria de India, señala el estudio publicado en la revista especializada Science.
El estudio llevado a cabo por un equipo de científicos liderado por Albert Zink, director del Instituto de Momias y del Hombre de Hielo de Bolzano (Italia). A nivel patológico, de como afectaba esta bacteria a la vida de esta persona, afirman que no obstante, no se puede “decir cómo de severa era la infección”, explica Frank Maixner, coordinador del instituto y primer autor del trabajo.
El hallazgo va en contra del hecho que la mayoría de los europeos modernos tengan una H. pylori de una cepa de origen norafricano, explican los expertos.
Estas bacterias, que pueden provocar úlceras o un cáncer, están presentes en el estómago y en los intestinos del humano desde hace al menos 100.000 años, lo que explica que diferentes cepas evolucionaron al contacto con otros grupos humanos que migraron en el globo, indicaron.
Actualmente 50% de la población es portadora de H. pylori, que se transmite por contacto físico, por ello la secuencia de diferentes tipos de bacterias puede ser usada para establecer una carta histórica de la geografía humana. En la actualidad se conocen siete modalidades originales de Helicobacter pylori dependiendo de su origen geográfico (Europa, Sahul-Australia, este de Asia, Asia central y tres modalidades africanas). Todas estas bacterias se mezclan entre sí y generan una gran diversidad. Por ejemplo la mayoría de los europeos actuales portamos una Helicobacter que es el resultado de la mezcla de dos ramas diferentes AE1 (originaria de Asia central) y AE2 (procedente de África).
Una de las teorías indica que el cruce entre estas dos cepas habría ocurrido en Oriente Medio antes o durante la última máxima glaciación, periodo alcanzado hace unos 20.000 años.
Los autores del trabajo han realizado 12 biopsias del tejido gastrointestinal de la momia y han hallado suficientes rastros de H.pylori. Gracias a ello han podido reconstruir el genoma completo de la bacteria. El resultado arroja una sorpresa. Las bacterias del intestino de este hombre se asemejan genéticamente a la rama asiática del microorganismo. De hecho tiene una similitud genética muy grande con genomas de Helicobacter extraídos en individuos indios. Puede considerarse un representante puro de la rama asiática. De confirmarse esta observación, el cruce entre la cepas originarias de Africa presente en los europeos de hoy debió producirse más tarde, durante las migraciones del Oriente Medio en los últimos 5.000 años. El dato daría nuevas pistas sobre el modo en el que los humanos se han mezclado y han migrado en esos miles de años de existencia.
La cepa asiática hallada pudo ser portada por los migrantes que inventaron la agricultura en Oriente Medio hace 10.000 años y que comenzaron a exportarla hacia Europa hace 8.000 años, explicó Yoshan Moodley, de la Universidad de Venda en Sudáfrica y uno de los autores del estudio.
El análisis de su genoma indicaba que sufría la enfermedad de Lyme, una infección bacteriana transmitida por garrapatas, y en su estómago se encontraron plantas medicinales empleadas para tratar el dolor de estomágo. En una nueva publicación, se describe como se ha detectado una cepa de la bacteria Helicobacter pylori. Aparte de la patología que conlleva, su análisis es muy interesante porque es de transmisión intrafamiliar y estudiando su ADN se pueden conocer nuestros orígenes. Por sorpresa, se ha detectado que tenía una ascendencia con un tipo muy antiguo de bacteria de la India y con una muy baja presencia del tipo con origen norteafricano, mayoritario en la actualidad entre los europeos. El dato daría nuevas pistas sobre el modo en el que los humanos se han mezclado y han migrado en los últimos 5.000 años de existencia.
Los científicos se sorprendieron al constatar, mediante la secuenciación del genoma de la cepa de la bacteria Helicobacter pylori, o H. pylori, que tenía una ascendencia con un tipo muy antiguo de bacteria de India, señala el estudio publicado en la revista especializada Science.
El estudio llevado a cabo por un equipo de científicos liderado por Albert Zink, director del Instituto de Momias y del Hombre de Hielo de Bolzano (Italia). A nivel patológico, de como afectaba esta bacteria a la vida de esta persona, afirman que no obstante, no se puede “decir cómo de severa era la infección”, explica Frank Maixner, coordinador del instituto y primer autor del trabajo.
El hallazgo va en contra del hecho que la mayoría de los europeos modernos tengan una H. pylori de una cepa de origen norafricano, explican los expertos.
Estas bacterias, que pueden provocar úlceras o un cáncer, están presentes en el estómago y en los intestinos del humano desde hace al menos 100.000 años, lo que explica que diferentes cepas evolucionaron al contacto con otros grupos humanos que migraron en el globo, indicaron.
Actualmente 50% de la población es portadora de H. pylori, que se transmite por contacto físico, por ello la secuencia de diferentes tipos de bacterias puede ser usada para establecer una carta histórica de la geografía humana. En la actualidad se conocen siete modalidades originales de Helicobacter pylori dependiendo de su origen geográfico (Europa, Sahul-Australia, este de Asia, Asia central y tres modalidades africanas). Todas estas bacterias se mezclan entre sí y generan una gran diversidad. Por ejemplo la mayoría de los europeos actuales portamos una Helicobacter que es el resultado de la mezcla de dos ramas diferentes AE1 (originaria de Asia central) y AE2 (procedente de África).
Una de las teorías indica que el cruce entre estas dos cepas habría ocurrido en Oriente Medio antes o durante la última máxima glaciación, periodo alcanzado hace unos 20.000 años.
Los autores del trabajo han realizado 12 biopsias del tejido gastrointestinal de la momia y han hallado suficientes rastros de H.pylori. Gracias a ello han podido reconstruir el genoma completo de la bacteria. El resultado arroja una sorpresa. Las bacterias del intestino de este hombre se asemejan genéticamente a la rama asiática del microorganismo. De hecho tiene una similitud genética muy grande con genomas de Helicobacter extraídos en individuos indios. Puede considerarse un representante puro de la rama asiática. De confirmarse esta observación, el cruce entre la cepas originarias de Africa presente en los europeos de hoy debió producirse más tarde, durante las migraciones del Oriente Medio en los últimos 5.000 años. El dato daría nuevas pistas sobre el modo en el que los humanos se han mezclado y han migrado en esos miles de años de existencia.
La cepa asiática hallada pudo ser portada por los migrantes que inventaron la agricultura en Oriente Medio hace 10.000 años y que comenzaron a exportarla hacia Europa hace 8.000 años, explicó Yoshan Moodley, de la Universidad de Venda en Sudáfrica y uno de los autores del estudio.
Algunos de los elementos que la momia de los hielos conserva nos permitieron retrotraer al IV milenio antes de cristo ajuares que se han conservado en la vida tradicional europea. Para muestra las corozas, capas pluviales de hierba trenzada que se han usado hasta hace muy poco en la zona noroccidental de la península Ibérica, en la zona del interior de Galicia y Portugal.
Les aconsejo que vean la película realizada por el alemán Felix Randau en la que se cuidan con esmero ambientación, caracterización y fidelidad arqueológica. Se considera una de las mejores películas ambientadas en la Prehistoria realizadas en los últimos 10 años
¡Feliz Semana!
http://www.prehistoriacuaternaria.net/otzi-un-hombre-prehistorico-de-los-alpes-que-vivio-en-el-3000-a-n-e/
http://news.nationalgeographic.com/news/2013/10/131016-otzi-ice-man-mummy-five-facts/
http://www.lagranepoca.com/23876-oetzi-hombre-del-hielo-alpes-sorprende-sus-visitantes
http://www.arcaicos.es/?module=product&code=34
Interesantisimo.Habia oido hablar de él, pero no tan bien explicado. Fantastico
ResponderEliminarGracias Antonio. A mi me atrapó desde el principio.
ResponderEliminarMe gusta leerte Consuelo. Te haré mi profesora. Interesante historia la de Otzi.... buscaré algo más. Gracias.
ResponderEliminarInteresante artículo.
ResponderEliminarDos apuntes, las corozas se elaboran con juncos (Juncus effusus), y la fotografía con que las ilustras aquí la saqué en Baños de Molgas (Orense) hace más de diez años. Puedes ver algo más aquí: http://carlosfontales.blogspot.com.es/2010/10/corozas.html y en mi libro "Cestería de los pueblos de Galicia".
Saludos.
Gracias Henar. Hay muchas publicaciones de diferentes pelajes para ampliar. El libro te gustaría mucho aunque sea de hace unos años
ResponderEliminarGracias Carlos Fontales. Lo leeré ahora mismo
ResponderEliminarSobrepasa mis capacidades. Pero siempre me pareció muy interesante este tema. Enhorabuena.
ResponderEliminarMaravillosa y extensa explicación. Gracias por todo ello.
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