martes, 28 de marzo de 2017

La Abadía de Santa María de Jumièges




"Las mas bellas ruinas de Francia"
Victor Hugo (1802-1885)


La revolución francesa acabó con un sistema social, económico, religioso y político que, entre otras muchísimas cuestiones, convirtió todo lo inmediatamente anterior  en lo se hoy conoce como el Antiguo Régimen, y con el, el inicio de la conversión en ruinas de muchos monumentos.
La virtud de muchas de estos restos históricos está en su significado y su belleza, como ocurre en Jumiéges.
Los vestigios del inmenso conjunto abacial situados al abrigo de un meandro del Sena forman un decorado cautivador en el lugar donde existió uno de los mas afamados y grandes monasterios de occidente, un centro cultural y artístico de primer nivel, nacido al amparo de la protección de los reyes desde el siglo VII.




 Les Énervés, de Évariste-Vital Luminais, 1880


Es precisamente esa larga historia, esa magia de lo inmenso, la que ha creado historias paralelas imaginarias que pretenden explicar, en forma de leyendas y cuentos, algunas realidades que "innecesariamente" adquieren tintes misteriosos, halos fantásticos e incluso truculentos.
Sobre Jumiéges circularon importantes leyendas que, incluso, han sido llevadas a la gran pantalla, como la de Los Enervés o Desnervados  que viene a exponer que la antigua abadía, que había sido fundada en 654 por San Filiberto, era sostenida por el piadoso rey Clodoveo II, quien había organizado su peregrinación a Tierra Santa. La regencia, durante ese viaje, recayó en su esposa Batilda de Ascania y los príncipes. Aprovechando la ausencia paterna, estos se alzaron contra el rey, quien, conocedor de los hechos, regresó y los arrestó. Batilde, previendo castigos mas duros, aconsejó que se les quemaran los nervios de las piernas y se les abandonara en un barco sobre el Sena con alimentos. Así, postrados sobre la cubierta de la barcaza, fueron hallados por San Filiberto y llevados a la abadía, donde acabaron, como monjes, sus días.

Los Énervés de Jumièges. Publicado en Histoire de l’abbaye royale de Jumièges

Esta historia, que no ocurrió jamás ya que los herederos de Clodoveo - futuros  Clotario III, Teoderico III, Childerico II-  nunca se rebelaron contra su padre, debió ser inventada en el siglo XIII, a partir de la existencia del sepulcro dos jóvenes príncipes.

Otro tanto ocurre con el cuento del Lobo Verde que narra como las monjas del cercano monasterio de Pavilly, fundado por Santa Austreberta, eran responsables de lavar la ropa de los monjes de Jumièges. El traslado de los hatillos se hacía con un burro amaestrado. Un día, el animal no regresó, pues había sido atacado por el lobo. El Santo, poniéndole a sus pies, le hizo confesar el crimen obteniendo el perdón a cambio, como penitencia, de hacer su trabajo. El lobo fue domesticado e hizo toda su vida el trabajo de traslado de la lavandería.



Lo cierto es que la abadía de Jumièges, situada muy cerca de la ciudad de Rouen, se levantó  -a la entrada de un meandro del río Sena- en el siglo VII y es uno de los más antiguos y más grandes monasterios benedictinos   de Normandía.Se sostiene que fue fundada en 654 por San Filiberto, quien, después de su estancia en varios monasterios, impulsó la creación de este de Jumièges. 
La reina Bathilda, esposa de Clodoveo II, lo ayudó con la cesión de los terrenos necesarios para el nuevo establecimiento. 
Debido a un conflicto con la corte, Filiberto abandonó Jumièges y se retiró a Noirmoutier (Vendée), donde fundó una nueva abadía, y una vez restablecida la situación, regresó a Jumièges para, desde allí, fundar la abadía femenina de Montivilliers , cerca de Le Havre (683). 
El 682, San Acardo, que había fundado anteriormente el monasterio de Saint-Benoît de Quinçay (Vienne), fue designado abad de Jumièges. 
En año 841 los normandos, tras atacar Rouen, asaltaron, saquearon e incendiaron el monasterio en varias ocasiones, obligando a la comunidad a buscar refugio en la región de Cambrai (Norte) y dejando abandonado Jumièges durante una decena de años.
Alrededor de 930 Guillermo I de Normandía, hace venir una comunidad de Saint-Cyprien de Poitiers (Vienne) para comenzar el renacimiento monástico de Jumièges, pero su muerte truncó el proyecto que no se volvió a emprender hasta comienzos del siglo XI. 
Durante la primera mitad de aquel siglo se restauró la iglesia abacial y, a partir de ahí, la gran abadía que en los siglos siguientes logrará una considerable riqueza e influencia en esta región normanda del curso inferior del Sena.
La guerra de los Cien Años le afectó de manera directa prolongándose la situación desde mediados del siglo XIV hasta el 1450. 
La entrada del régimen comendatario (1464) y el relajamiento de las costumbres no ayudaron a su recuperación. Para regularizar la situación se intentó su unión con la congregación de Chezal-Benoît, pero nunca se llegó a concretar de manera efectiva. 
Tampoco se libró de los efectos de las guerras de Religión, en 1562 los monjes tuvieron que huir mientras la abadía era saqueada. 
En 1660 comenzaron las reformas llevadas a cabo por la congregación de San Mauro, que se hizo cargo de la recuperación tanto material como espiritual de Jumièges. 
La Revolución llegó cuando aún estaba en plena reconstrucción y en 1795 el monasterio pasó a manos particulares y comenzó su demolición sistemática hasta el 1824 fecha en que se detuvo. 
En 1853 pasó a manos de la familia Lepel-Cointet, que modificó algunas de sus estructuras para convertirlas en residencia.
En el año 1946 el lugar pasó a manos públicas, convirtiéndose en un lugar histórico protegido y comenzando la consolidación de sus restos. 
La abadía, finalmente, se convirtió en propiedad del departamento de Seine-Maritime en 2007.



La visita a las ruinas de la abadía de Jumieges es un viaje de nueve siglos de arquitectura e historia, pues se conservan restos de construcciones desde época carolingia, en el IX, hasta el siglo XVII, siendo el templo abacial  de estilo románico normando, el centro del complejo. Su situación se debe a constantes obras de consolidación y protección, pues, después del saqueo de la abadía, jamás de consideró la posibilidad de su reconstrucción.




El acceso se realiza a través de una portería gótica construída en el siglo XIV que fue reconstruida en el siglo XIX en estilo neogótico. En ella se encuentra la recepción con una tienda y alguna sala de exposición, todo ello sobre las estancias de la familia Lepel-Cointet.



El recorrido continúa hacia la impresionante fachada occidental de la iglesia abacial de Nuestra Señora, una obra maestra de la arquitectura románica normanda, que fue levantada entre los años 1040 y 1060 por iniciativa del Padre Robert Champart, a la que se accede a través de una puerta enmarcada por dos torres laterales de 46 metros de altura. 
La nave central, con sus 25 metros de altura, es la más alta de Normandía. A pesar de su situación, conserva los capiteles y las bóvedas de crucería de las naves laterales, así como restos de pinturas de despiece de sillares.



El crucero, con dos capillas orientadas y tribunas en los extremos, tenía una gran torre-linterna que alcanzaba una altura de cuarenta y un metros.
El coro de la Virgen fue reconstruido en el siglo XIII.





El templo poseía originalmente una cabecera con deambulatorio sin capillas, que después sería sustituida por una construcción gótica. 






La nave central perfeccionaba las experiencias de ordenación de los muros laterales que aparecen en los templos normandos: los tramos eran dobles, disponiendo entre dos pilares cruciformes una columna y, entre ellos, generando un intercolumnio de dos arcos semicirculares; sobre estos se colocaban arcos triples que correspondían a una tribuna que iba sobre las naves laterales; por último, el tercer orden correspondía a los ventanales. 
De los pilares cruciformes, parte una columna que ascendería por todo el muro para constituirse en apeo de unos arcos diafragma para colocar una cubierta de madera. La tribuna se abovedaba con aristas. 






En la parte occidental se ubicaba un nártex avanzado en fachada y flanqueado por dos torres.



A través del pasaje de Carlos VII se accede a la primitiva iglesia de San Pedro, que conserva la fachada y los dos primeros tramos de la nave con medallones circulares de época carolingia. El resto del edificio fue completamente reconstruido en el siglo XIII - la nave sur- y en el siglo XIV - la norte-. 






Sobre la fábrica del muro sur  original, se conserva el resto pintado de un busto masculino de época carolingia.








Hacia el oeste se levantaba una tribuna de época románica, cuyo arco central permanece, aún hoy parcialmente cegado y que conserva restos de pintura románica geométrica visible en el intradós.





El claustro, en el corazón de la abadía, ponía en contacto los diferentes edificios del complejo, pues d aba acceso a las iglesias de Nuestra Señora y de San Pedro, la sala capitular, la Sala del Tesoro, la antigua sala de hospedaje y el refectorio refectorio. 
Este lugar fue reconstruido en 1530 combinando elementos góticos y renacentistas. Fue completamente desmantelado en el siglo XIX y en su ubicación original se alza un tejo centenario.

La hospedería, una gran sala abovedada del siglo XII, tenía la función de albergar a los invitados de alto rango. La construcción, de 35 metros de longitud, tiene una antigua fachada de ménsulas decoradas con personajes grotescos, elementos geométricos y cabezas barbudas. 
A partir del siglo XIII y durante el siglo XIV, la estancia se convierte en cilla y en el siglo XVII se le añade un piso superior que albergaba la biblioteca.
En el momento de su visita se hallaba en proceso de restauración





Los restos visitables de la Abadía Jumièges se encuentran rodeados por una extensión de 15 hectáreas cerradas, desde 1947. 
En 1797, después de la venta de la Abadía como bien nacional,  se realizó un plan de arreglos por parte de la congregación de San Mauro, consistente en un sistema de terrazas con escalinatas de acceso, la doble avenida de los tilos que conducen a la llamada red de "Agnes Sorel" y montículo artificial conocido con el simbólico nombre de Tabor, el monte de la transfiguración Cristo.
Los antiguos jardines monásticos han sido sustituidos, desde el siglo XIX, por un jardín inglés diseñado para poner en valor las ruinas por encargo de la familia Lepel-Cointet, propietaria de la abadía entre 1853 y 1946, a los paisajistas Henri y Achille Duchêne hacia 1900, que diseñarían la nueva parcelación con parterres de boj que inspiraron los existentes en la actualidad, que fueron creados en 1980.
De comienzos del XX es la plantación de hayas rojas y altos pinos cerca de la puerta de acceso y el cedro del Atlas destrozado por la tormenta 1999, cuyo tronco se conserva en el jardín. 



Al noreste de las ruinas de la abadía, se sitúa la casa abacial, antigua residencia de los abades comendadores de Jumièges. Su construcción se inició en 1666, en sustitución de la antigua casa medieval que se hallaba cerca de la iglesia de San Pedro y que había sido abandonada; se terminó en 1671, en la época en que Francisco II de Champvallon Harlay fue nombrado arzobispo de París y abad de Jumièges.
Se trata de un edificio clásico noble de tres plantas y cubierta de mansarda alta. El escudo de armas con las llaves de San Pedro, patrón de la abadía, adorna la fachada.

Durante la Revolución, la casa del abad se vendió aparte de la abadía y ué propiedad de diferentes familias hasta que fue adquirida en 1865 por Louis-Helmuth-Lepel Cointet, hijo de Aimé-Honoré-Lepel Cointet, propietario de las ruinas y el parque desde 1852.

En 1946, la Abadía de Jumièges se convierte en propiedad del Estado, estableciéndose una colección de piezas pétreas en 1954 en las habitaciones de la planta baja de la casa del abad, hasta el devastador incendio de 1974.
En la actualidad, tras profundos trabajos de restauración, la casa de la abadía se abre para exposiciones temporales de arte contemporáneo junto a la colección de piezas medievales.
Algunos espacios ajardinados se utilizan, igualmente, para instalaciones expositivas.




Desde el año 2000 se llevan a cabo trabajos de estudio y consolidación de las ruinas de Jumièges. El andamiaje ha permitido acceder a los paramentos para llevar a cabo un trabajo de lectura arqueológica de los alzados y determinar, de este modo, las diferentes etapas constructivas románicas de la iglesia abacial a cargo de James Morganstern, arqueólogo y profesor emérito de Historia del Arte de la Universidad del Estado de Ohio (EE.UU.) en colaboración con el arquitecto Regis Martin. Igualmente se lleva a cabo un estudio dendrocronológico sobre las piezas lígneas incrustadas en la mampostería y un catálogo de las marcas de cantería, estudiando tipología y posición, a sí como analíticas de los materiales pétreos utilizados y de los morteros.

Los estudios sirven para proponer y ejecutar las soluciones de consolidación de las ruinas con el fin de garantizar la seguridad de los visitantes y la estabilización de las ruinas de las iglesias de Notre-Dame, San pedro y el resto de los edificios, como el de Hospedería.

La puesta en valor de Jumièges se complementa con la aplicación de nuevas técnicas de realidad aumentada  que permiten, mediante la descarga de la app, superponer vistas en 3D de 360º.



Imagen de la reconstrucción digital de la iglesia de San Pedro


Las ruinas de la abadía de Jumièges son tan impresionantes por su apabullante arquitectura y su enorme valor histórico como por el silencio y la serenidad de la visita invernal.




¡Que pasen una feliz semana!




Enlace 

http://www.abbayedejumieges.fr/

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