miércoles, 22 de enero de 2020

Algunas mujeres sabias, maestras y creadoras en la Edad Media




Icono de Santa Catalina y escenas de su ciclo hagiográfico, finales del siglo XII o principios del XIII. Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí.
Tomada de http://www.museuepiscopalvic.com/laprincesasavia/esp/ambit2.1.htm


Presentar y resumir un tema tan importante se hace difícil y complejo al intentar acotar el tiempo, el espacio y el contenido, pero es tan necesario reivindicar la existencia de aquellas mujeres sabias y creadoras que, aún a riesgo de no ser exahustiva, hay que arrojarse a esta labor e ir completándola en la medida de las posibilidades y el conocimiento. Bien es cierto que sobre algunas de aquellas Ermitiella ya tiene entradas propias, pero es justo contextualizarlas e intentar conocerlas un poco mejor en su conjunto.
En la tardoantigüedad es Zósimo de Panopoli, filósofo de la naturaleza que vivió en Egipto en el siglo IV, quien nos presenta a la profetisa María, también conocida como María la Hebrea, filósofa y maestra a la que atribuye la invención de la técnica de cocción conocida como Balneum Mariae, el archiconocido Baño María a la que también se atribuye el Axioma de María o Axioma de la Cuaternidad, que adopta el cuatro como el número del cosmos, en el que está encerrado todo el universo, un concepto que encontraremos incluso en el Paraíso de Dante y que se cita de este modo "el Uno se convierte en Dos, y los Dos Tres, y a través del Tercero, el Cuarto completa la Unidad".
Contemporánea suya fué una Cleopatra, autora del tratado llamado Chrysopoéia, de gran éxito durante la Edad Media y a otra Cleopatra que escribió un compendio de ginecología conocido como Gynae, popularizado a partir del siglo VIII.
Es precisamente en este siglo cuando comienza a escribirse sobre Catalina de Alejandria, cinco siglos después de su vida - s. III d C- ,  con lo que las noticias que tenemos sobre ella  pueden estar transformando la realidad - tal vez bajo la influencia de lo acontecido a la científica Hipatia, también de Alejandría-; pero sin poner en tela de juicio su sabiduría y elocuencia. Parece ser que  Magencio intentó, a través de la intercesión de cincuenta filósofos y retóricos de la Escuela de Alejandría,  convencerla de que negara su fe cristiana y cejara en un innecesario sacrificio por la defensa de su dios. Sin embargo, ninguno de ellos lo consiguió. De ahí su martirio en la rueda, que acabó por romperse, y posterior decapitación,  que le han hecho ingresar en el elenco de las santas y mártires, con palma, por supuesto. Su culto se extendió inicialmente por Oriente y mas tarde en Occidente,  desde el siglo VIII, como lo demuestra la dedicación de un afamado monasterio en el Monte Sinaí, también conocido como de la Transfiguración.
Esta doble vertiente de sabiduría, elocuencia y martirio pueden estar en la base de su titulación como protectora de los sabios, convirtiéndose, de hecho, en uno de los estandartes de la sabiduría femenina y patrona de los profesores y estudiantes universitarios, un mundo que curiosamente les fué vetado a las mujeres durante mucho tiempo.
Es en este periodo de transición entre la Antigüedad y la Edad Media cuando comienza a tenerse noticia de las primeras "escuelas de mujeres", un fin de camino iniciado por las anacoretas del desierto como  Sinclética y Macrina que acabó dando  paso a la fundación  de numerosos monasterios para monjas, casi siempre familiares, hermanas o mujeres de confianza de personajes masculinos relevantes, como el de Escolástica, hermana de San Benito de Nursia, en Piumarola - muy cerca de Montecasino-, con lo que se abrió una puerta al estudio de las escuelas filosóficas de la Antigüedad para las mujeres.



Ya en Belén (Palestina) se había fundado un monasterio en el siglo IV en el que ingresaron algunas patricias educadas e influyentes como Paola, Eustochio y Melania, todas ellas bien valoradas por San Jerónimo y con quienes Gerolamo no se avergüenza de hablar sobre el gobierno del Iglesia y el problema de las herejías, afirmándose que algunas de aquellas jugaron un papel decisivo en la derrota de los pelagianos. 




Este monasterio palestino se convirtió rápidamente en un gran centro de cultura, en el que no sólo Jerónimo imparte doctrina como magister, sino también como aprendiz, pues de las monjas aprende  griego y  hebreo, quedando constancia de ello en las dedicatorias a estas mujeres que aparecen en dos libros de la Vulgata,  traducción de la Biblia al latín. 
En época carolingia, una miniatura de la Primera Biblia de Carlos el Calvo  muestra a San Jerónimo enseñando a sus discípulos, y discípulas tomando notas. 
Significativa es, igualmente la carta de San Jerónimo a la matrona Leta, que le había pedido consejos sobre cómo educar a su hija, recomendándole para la niña un plan de estudios que los autores del clasicismo romano establecían para un futuro retórico.
Esta misma tradición se perpetúa iniciada la Edad Media, existiendo constancia de ella en las Islas Británicas, propiciada por la llegada de intelectuales continentales, ocasionando un auge del conocimiento de la cultura clásica en escuelas mixtas asociadas a los monasterios dúplices, tan extendidos en ese territorio. Este fue el caso del monasterio irlandés de Clonbroney, reconocido desde principios del siglo VIII como un gran centro cultural, gracias a la santa abadesa Samantha, que  tuvo, entre sus discípulos, intelectuales del calibre de Ferghil o Virgil, futuro obispo de Salzburgo.



Las nueve musas - miniatura del Hortus Deliciarum de Herrada de Hohenburg - siglo XII.


El proceso llega a su cúlmen en los monasterios femeninos  de la Alemania otoniana de Quedilinburg, Herford, Gandersheim y Essen, todos ellos fundados por mujeres de la familia imperial, en los que se estudian las Siete Artes Liberales, Derecho, incluso Teología y en cuyo entorno,  en el siglo XII, aparece la gran Hildegard de Bingen, a quien ya hemos dedicado en este blog una entrada específica (acceso directo a Hildegard) por su especial don e intelecto.


Representación de una de las visiones. 
Libro de las Revelaciones de Hildegard Von Bingen

Es en estos monasterios y escuelas monásticas donde nace el término "magistra", en sus varias acepciones. 
De un lado se aplica  a la abadesa, de otro a la maestra de novicias y mujeres jóvenes de la nobleza que aprovechan la instrucción excepcional de los monasterios femeninos hasta su casamiento. De igual modo la magistra instruye a los niños pequeños en sus primeras fases educativas.




Toda esta tarea va ineludiblemente unida a la necesidad de elaborar libros que permitan la enseñanza. Así, disponemos de verdaderas joyas como el Hortus Deliciarum" - Jardín de las Delicias- compuesto en la segunda mitad del siglo XII por  la abadesa del monasterio de Mont-Saint-Odilie, en Alsacia, Herrada de Hohenburg, una obra ilustrada que sólo conocemos a través de copias del siglo XIX, pués el manuscrito original fué destruido durante la guerra franco-alemana de 1870.  Su contenido posee un hilo conductor, la interpretación de las Escrituras, insertando conocimientos sobre Astronomía, Matemáticas, Agricultura, Música, Literatura, y casi todos los demás campos del conocimiento humano.
Otra de las cultas mujeres de la época es Eloisa, abadesa del monasterio fundado por su esposo, Pedro Abelardo, a quién él mismo define como "profunda conocedora de las letras" y que tuvo un gran conocimiento de la cultura clásica, la Filosofía y la Literatura. Son las normas de fundación del monasterio que las monjas del Paracleto , curioso y caprichoso nombre para su monasterio, sepan latín, griego y hebreo sin necesidad de tener, para ello, que realizar largos viajes y gastos.




Monumento funerario de la priora Eloisa y su esposo el Abad Pedro Abelardo en el  Cementerio del Padre Lachaise en París

También encontramos "magistrae" fuera de los muros de los monasterios como revelan las cartas de Roberto de la Sorbona, predicador de la corte del rey de Francia Luis IX a mediados del siglo XIII, y  fundador de la universidad de París, que revela sus estrechos contactos con el entorno de las beguinas, primero de Cambrai y luego de París, y la alta estima que tiene por aquellas. 
En la Edad Media las beguinas, son laicas consagradas que viven en su propia casa o en pequeñas comunidades especiales, y dedican su vida a la oración, el trabajo, la asistencia a los pobres y enfermos y a tareas intelectuales. De hecho se constata la compra de textos en las librerías del entorno de la Universidad de París que luego copian y difunden. El propio Roberto confiesa el aprieto en el que una beguina de Cambrai le puso durante uno de sus sermones al hacerle alguna observación intelectual y Raul de Chateauroux, uno de los primeros miembros de la Universidad de la Sorbona, deja constancia de su aprecio por la elocuencia de Agnés d'Orchies, maestra de las beguinas de París, asistiendo con frecuencia y tomando nota durante sus sermones.





Como magistra se reconoce también a la gramática Guisla y otra dama magistra citadas en un documento del siglo XI de la catedral catalana de Vic, entendiendo que puede tratarse de dos profesoras de gramática y literatura latina y griega de una escuela y a Beatriz, maestra privada de la condesa de Anjou, citada en un documento del siglo XII.
Para una escuela medieval no hay necesidad de estructuras u organizaciones rígidas sino que la acepción engloba la reunión de discípulos alrededor de un maestro o una maestra, alguien particularmente bueno para enseñar sobre una o varias materias y que, incluso hasta el siglo XV,  los maestros "laicos" enseñan en casa. 
El cronista Matteo Paris, a principios del siglo XIII, afirma que su contemporáneo, el gran filósofo de  John de Basingstoke, que había estudiado durante un período en Grecia, le debía  su aprendizaje a Constantina,  hija del obispo metropolitano ortodoxo de Atenas , quien había sido su magistra, y que ya a los  diecinueve años era experta en las siete artes liberales, siendo matemática y astrónoma y de la que el propio Juan de Basingstoke presume apodándola  "segunda Catalina", es decir, asimilándola a Santa Catalina de Alejandría, como vimos mas arriba estandarte de la sabiduría femenina.


   

Retrato de Trótula y miniatura del manuscrito Passionibus mulierum, de Trótula.


Mención especial dedicamos a Trotta o Trótula de Salerno (Para saber más de ella), médica de comienzos del siglo XII, cuyas estudios de Ginecología  harán que la afamada escuela llegue hasta el Renacimiento, y Hersenda , quien un documento fechado en 1250  en San Juan de Acre, aparece como médica personal del  Rey de Francia Luis IX, al menos durante la Cruzada.
Si bien es cierto que conocemos ejemplos de mujeres excepcionales a lo largo de la Edad Media en los diferentes territorios no lo es menos que en la faceta literaria destacan especialmente las damas nobles que presiden los círculos poéticos en torno a sus castillos y residencias que acaban transformando en centros de cultura y entre las que destacan Adele de Normandía, mecenas del abad Baudrí de Bourguil y Ermengarda de Narbonne, protectora de Pietro Rogiers.
En este contexto nace un concepto novedoso del amor que frente a las conocidas  chansons de toile y los aubes del siglo XI en las que la mujer sufría y languidecía. A lo largo del siglo XII los trovadores y trobairitzes celebran el placer, en todos los sentidos, la belleza, la sensualidad y la relación carnal con el punto de partida del amante que ha de merecer el amor de la mujer,  sometiéndose al "servicio de amor" , convirtiendo a la dama en el "señor" del trovador, al que le debe absoluta lealtad, únicamente a cambio amor.
Se trata, casi siempre, de grandes damas, las mismas que protegen e inspiran a los trovadores y/o poetas, y que organizan las "cortes de amor", juegos de mesa en clave amorosa, donde disputan los versos con sus "colegas" masculinos o presiden los mismos, como María, esposa del vizconde Ebolo V de Ventadour, de quien conocemos un reto poético con el trovador Gui d'Ussel, pero que también reunía e inspiraba a muchos otros poetas, y  Beatriz, condesa de Día (para conocer mas de Beatriz), que vivió en el último cuarto del siglo XII.



Sepulcro de Leonor en la Abadía de Fontevrault Anjou 

Leonor de Aquitania, nieta del duque Guillermo IX, considerado como el primer trovador,  fue una de las más importantes impulsoras del amor cortés y de la cultura provenzal del siglo XII . Reina de Francia y luego de Inglaterra, en su corte de Poitiers protegió y promocionó a trovadores, entre los que se encontraba Bernardo de Ventadour, intelectuales como Wace, quien  le dedica el Roman de Brut y la Crónica de los duques de Normandía , y Benedetto de Saint-Maure, quien escribe el Roman de Troie para ella.  En su modo de concebir el mecenazgo de las artes,  Leonor contribuye a la definitiva entrada de la figura de la dama como elemento esencial de la sociedad y la literatura. Con su protección de la poesía de trovadores la langue d, Oc se extiende y aparece un nuevo género literario, el de las Novelas de Caballería.
De hecho, su hija hija María, condesa de Champagne, se convertirá en  protectora del autor Chretien de Troyes, el  más conocido autor de novelas caballerescas medievales, convirtiendo su corte en uno de los centros de referencia del amor cortés, mientras su otra hija, Matilde, casada con Enrique el León, duque de Baviera y Sajonia, promociona la traducción de la Chanson de Roland al alemán.
Otra reina de Francia, María, es una de las mas importantes autoras de la Edad Media europea, especialmente por que su obra "Doce Lais Bretones", adapta la tradición prerromana al mundo cortés del siglo XII, lo que nos hace presuponer su gran conocimiento de la cultura clásica en la que se encuentran trazos de la Obra de Ovidio y el poeta normando Wace. Con María la mujer se convierte en el motor de la aventura,  del amor y de la recompensa en la vida del caballero, que se somete lealmente al servicio del amor a la dama que, a su vez, pule la brutalidad del guerrero. Así se pone de manifiesto en la obra de Chretien, donde Parsifal es refinado en sus impulsos por Blancaflor y en el Lanval de María de Francia, que debe aprender el valor del secreto del amor.
En el caso de las universidades, en buena parte de los casos, surgidas al amparo de de la autoridad episcopal y derivadas de las escuelas catedralicias,  se produce una exclusión de las mujeres llegando a llevar ante los tribunales a varias médicas en París en el siglo XIV. Excepcional es el caso de Bolonia donde conocemos discípulas y maestras entre las que se encontraría Andrea, que vivió en la segunda mitad del siglo XIV y era hija del gran maestro de derecho Giovanni d'Andrea. Su hermosura le obligó a tener que enseñar escondida detrás de una cortina para no molestar a sus alumnos, tal y como refiere en el siglo XV  Christine de Pizan.
Ya a finales del siglo XIII, el papa Bonifacio VIII había establecido un claustro estricto y absoluto para todas las órdenes religiosas femeninas, propinando un revés al papel de los monasterios femeninos como lugares de transmisión de conocimiento y presionando para sospechar de las beguinas,  que fueron, en algunos casos, acusadas de herejía, como le ocurrió a Margherita Porete, quemada viva en París en 1310 como creyente del Espíritu Libre, un movimiento herético de tendencias panteístas. De ella queda una verdadera obra doctrinal, "el Espejo de las almas simples", recientemente reevaluado también por los teólogos.


No obstante esa intención imparable de apartar a las mujeres de la cultura se produce lentamente y aún en el siglo XIII conocemos mujeres nobles educadas que incluso estaban dispuestas a ayudar a la Universidad, como Jeanne de Châtel, que ofrece una protección económica para jóvenes de Saint-Jean des Vignes que quieran estudiar en París.
Las mismas mujeres de familias dedicadas al comercio saben leer, escribir y contar, solo para poder administrar negocios familiares junto con sus esposos o en su ausencia, como se atestigua la figura de Beatriz de Nazaret, hija de un comerciante belga (Bartolomé de Tirlemont), que durante su infancia estudió latín y mas tarde se unió a las beguinas de Léau  y de la que se conserva una autobiografía completa en latín y un tratado místico en flamenco bajo el título "Los siete modos de amor".
Dejo aquí el tema para retomar con Cristine de Pizán y sus contemporáneas en próximas entradas del blog.

¡Les deseo una feliz semana!






Bibliografía

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Enlaces

6 comentarios:

  1. Las nueve musas - miniatura del Hortus Deliciarum de Herrada de Hohenburg - siglo XII, una auténtica delicia.
    Muchas gracias.
    Francesc Cornadó

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  2. Magnífico , un gran post sobre las mujeres en la Edad Media. Realmente he aprendido mucho y agradezco que pusieras las fuentes para consultar e investigar.

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