miércoles, 12 de febrero de 2020

Violencia y guerra hace 7.300 años. La Cueva de Els Trocs.






No son nuestras diferencias las que nos dividen 
sino nuestra incapacidad para aceptarlas.
(Audre Lorde)


La violencia instalada en el ser humano es, a día de hoy, inaceptable, perseguida y castigada por las leyes, pero lo cierto es que forma parte de nuestra historia como especie y como indivíduos y se halla profundamente arraigada en la naturaleza del ser humano. Los esfuerzos para acabar con ella y o minimizar su impacto se sustentan en la educación. Tolerancia y convivencia son un campo de trabajo necesario y frágil constantemente puesto a prueba y, precisamente por ello, imprescindible. Conceptos como migración, xenofobia, radicalismo y  guerra por los recursos económicos son una constante en las noticias diarias. Esta violencia suele sustentarse, precisamente, en explicaciones relacionadas en cuestiones étnicas, conflictos religiosos y enfrentamientos socio-económicos y, en ocasiones, directamente con la defensa de las posesiones y la propiedad. 
Lamentablemente, parece que nunca existió un pasado no violento y que está demostrado que el humano es el único gran simio que mata a sus congéneres. De este modo la agresividad humana pasa a no depender de cuestiones externas sino que posee componentes filogenéticos y ontogenéticos significativos, profundamente arraigados en la nuestra propia naturaleza.
La arqueología, de vez en cuando, abunda en esta cuestión presentando datos de auténticas masacres en el pasado como pusieron de manifiesto el yacimiento sudanés de Djebel Shada (yacimiento 117), datado entre 14.000 y 10.000 a C. , o el de  Nataruk, Turkana Oeste, Kenia, con una antiguedad de entre 10.500 y 9.500 años.
En el caso europeo, acabamos de conocer a través de una publicación en la prestigiosa revista científica Nature sobre el trabajo de compañeros arqueólogos lo que ocurrió hace 7500 años, durante el periodo conocido como Neolítico Antiguo, en la Cueva oscense dels Trocs, en Sant Feliu de Veri, Bisaurri, situada en la vertiente meridional de los Pirineos, a más de 1500 m de altitud en la Alta Ribagorza.


Situación de Els Trocs / foto H. Arcusa Magallón


Entrada a la cueva dels Trocs. 
Foto de  Manuel Rojo Guerra

El equipo que trabaja en Els Trocs mantiene que sólo 300 años después de que llegaran a la Península las primeras evidencias de neolitización, en torno al 5.600 a. C., las zonas montañosas del Pirineo ya albergaban poblaciones que tenían a la ganadería como su forma principal de sustento. Además, los datos aportados por la cueva han permitido saber que estas primeras poblaciones con agricultura y ganadería llevaban a cabo una gestión muy especializada, porque durante el invierno habitaban en el Valle del Ebro y en verano ascendían a los ricos pastos de montaña.
Es en estos primeros momentos cuando se ocupa la cavidad, identificándose, entre otras evidencias de ocupación (fragmentos cerámicos y líticos, restos óseos de animales salvajes y domésticos),  los huesos de  nueve indivíduos - cinco de ellos adultos y cuatro niños- que presentan evidencias de una  violencia extrema que les condujo a la muerte y también rastros de haberla padecido postmortem; dos de ellos, un varón adulto de unos 30 años y un niño de unos 6, son padre e hijo, mientras que otros tres niños tuvieron diferentes madres cuyos genomas no se han detectado en el resto de huesos. A los investigadores les ha sorprendido tanto la composición del grupo de víctimas como la exagerada violencia, el alto grado de fragmentación de los restos óseos y su enorme dispersión por la cueva. 


Restos humanos entre el pavimento de cerámicas de la primera ocupación de la cueva


El equipo investigador interpreta, a la luz de las evidencias obtenidas y los análisis realizados sobre las mismas, que refleja un conflicto entre dos grupos rivales en el que uno de ellos resultó ser víctima de un ataque con flechas y contundentes golpes sobre la cabeza y los huesos largos.
Parece que el grupo fue herido en las inmediaciones de la cueva, y que posteriormente fueron introducidos en ella, donde continuaron los golpes y las heridas incluso después de muertos. La violencia de estas agresiones lleva a Manuel Rojo a calificarlas como una "segunda ejecución".
El conflicto entre grupos y el uso de armas como arcos y flechas en esa época se manifiesta en los paneles rupestres neolíticos de Castellón e incluso conocemos arcos en el yacimiento contemporáneo de la Draga 10. La franja freática que rodea el lago de Bañolas, donde se encuentra este yacimiento, y sus condiciones anaeróbicas han facilitado la conservación incluso de las piezas de madera, lo que subraya la importancia y peculiaridad de este lugar neolítico.
Los eventos violentos en Els Trocs no tienen, por ahora,  paralelo arqueológico ni en la Península Ibérica ni en el resto de Europa. Es extraordinaria, también la  la ubicación geográfica de esta cueva, alejada de las primeras rutas migratorias neolíticas en la Península Ibérica, que se encuentran a lo largo de la costa o a lo largo del valle del Ebro. 





Escena de batalla del abrigo de Les Dogues (Ares del Maestre, Castellón, España). Se representan hasta 29 guerreros organizados en dos campos opuestos. El ataque, llevado a cabo por el grupo de la derecha, podría ser dirigido o controlado por el hombre desarmado en el centro superior de la escena. Tanto los ornamentos personales como las proporciones anatómicas sirven para diferenciar a los grupos opuestos y a ciertos miembros de cada campamento. 





Panel rupestre pintado que representa un combate de arqueros. 

Cova o Galería del Roure, en Morella. Valencia

Se data 7200 y 7400 años atrás.







Arco neolítico fabricado sobre tejo, encontrado en La Draga, Lago de Bañolas ca. 5400-5200 hallado por equipo de investigación BCA por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CSIC) . Tiene 108 centímetros de longitud.


¿Pero qué pudo ocurrir  para que se extremara la violencia sobre niños y adultos del grupo y quienes eran aquellos indivíduos? 



Evidencias de lesiones por arma en los huesos analizados / foto T. Schuerch

Los análisis genéticos poblacionales caracterizan a las víctimas de Els Trocs como migrantes neolíticos tempranos, miembros de las comunidades que establecieron la agricultura y la cría de animales en la Península Ibérica, si bien no podemos saber si se trata de unos recién llegados o de sus sucesores. En cualquier caso, se mantiene que la mayor parte de los neolíticos procedentes del este llegaron a través de una ruta mediterránea, aunque en el caso dels Trocs pudiera ser que la ruta de llegada fuera a través del valle del Ródano pues uno de los hombres adultos asesinados coincide genéticamente con un halogrupo neolítico centroeuropeo.
Se sostiene que la mayor parte de los grupos inmigrantes formaron con relativa rapidez una población mezclada con la autóctona lo que hace aún mas difícil entender lo que pudo ocurrir en esta cueva oscense. Un dato muy interesante es el de la composición del grupo enterrado en la cueva que está integrado por adultos mayores y niños, tal vez solo una pequeña parte de un grupo mayor establecido en el valle, donde se dedicarían mayoritariamente a la agricultura, mientras el pequeño grupo migraba a los pastos  de la montaña en el verano en una migración trashumante.
Por ahora no es posible determinar si entraron en conflicto con un grupo de cazadores recolectores autóctonos que habrían visto invadido su territorio, o pudo tratarse de un conflicto entre dos grupos neolíticos locales rivales enfrentados por cuestiones económicas o sociales -ganado, mujeres, cosecha, agua, pastos-, si bien este último caso sería bastante raro por el uso de la violencia extrema detectada en la fase antigua De Els Trocs, que además parece planificado y ejecutado de forma sistemática.
La cuestión queda abierta por el momento si bien los investigadores plantean que la violencia ejercida de forma tan agresiva mas bien parece interpretarse a la luz de actitudes xenófobas. 
Las investigaciones arqueológicas en la cueva de Els Trocs se insertan en el proyecto Medelca,  una iniciativa innovadora que conjuga investigación arqueológica y divulgación científica, con el fin de poner en valor y mejorar nuestro conocimiento acerca de las primeras rutas pecuarias establecidas en la Península Ibérica durante el Neolítico.
El proyecto aglutina un  equipo multidisciplinar de especialistas bajo la dirección de Manolo Rojo Guerra, de la Universidad de Valladolid, y José Ignacio Royo Guillén de la Dirección General de Patrimonio de Aragón, del que quiero destacar a Cristina Tejedor Barrios por su excelente contribución y representación.
Ha contado con el apoyo del Gobierno de Aragón, la Diputación de Huesca, la Universidad de Krems (Austria), el MICCIN (La Memoria del Camino I y II) el proyecto AGRIWESMED del Laboratorio de Arqueobiología del CSIC (Madrid), la Asociación Trashumancia y Naturaleza y la Universidad de Valladolid. 


¡Que tengan una feliz semana!






Enlaces: 

Alt, K.W., Tejedor Rodríguez, C., Nicklisch, N. et al. A massacre of early Neolithic farmers in the high Pyrenees at Els Trocs, Spain. Sci Rep 10, 2131 (2020). doi.org/10.1038/s41598–020–58483–9.

https://www.nature.com/articles/s41598-020-58483-9#Fig3

Lahr, M., Rivera, F., Power, R. et al. Violencia intergrupal entre los primeros cazadores-recolectores del Holoceno en el oeste de Turkana, Kenia. Nature 529, 394–398 (2016). https://doi.org/10.1038/nature16477



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