A la Cartuja de Miraflores se suele ir para admirar la obra arquitectónica de Juan de Colonia y la de Gil de Siloé plasmada en los venerables y maravillosos monumentos funerarios reales y el magnífico retablo de la iglesia.
Llegar hasta allí desde la ciudad de Burgos, te hace pasar entre árboles, trasladándote a un entorno natural sobresaliente, hasta adentrarte en un espacio de retiro. La comunidad cartuja, me habían dicho, es pequeña y vive en el silencio, el trabajo y la oración.
Entrada principal a la Cartuja de Miraflores, Burgos.
Se me encomendó acercarme a la Cartuja con el fin de proponer trabajos, solventar algunas dudas y aplicar la metodología arqueológica al estudio de los restos funerarios conservados en su iglesia. Así, con el frío, llegué hasta sus puertas y encontré nuevos horizontes de trabajo y la posibilidad de llevar a cabo, de nuevo, una investigación pluridisciplinar.
Vista cenital de la Cartuja de Miraflores, con el pinar delante y todas sus dependencias: iglesia, claustro, patios de cada celda, granja, etc. Fotografía del IGN.
El proyecto de restauración que en 2006 iba a llevarse a cabo sobre los sepulcros de alabastro y el retablo de la iglesia de la Cartuja de Miraflores, se redactó y ejecutó a través de un convenio firmado entre la Junta de Castilla y León, La Fundación de Patrimonio Histórico de Castilla y León, el arzobispado de Burgos, la Fundación Iberdrola y la World Monuments Found, para la restauración del retablo y los mausoleos reales. En este contexto se impulsó la puesta en marcha de algunos trabajos de investigación relacionados directamente con el estudio de los enterramientos reales.
Cabecera de la iglesia con el retablo. A sus pies el sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, sobre la cripta. En el muro norte, el lucillo funerario monumental del infante Don Alfonso.
Fotografía cenital del mausoleo real de Juan II e Isabel de Portugal. Alabrastro. Gil de Siloé por orden de Isabel de Castilla. En pleno proceso de restauración.
La Cartuja de Santa María de Miraflores había sido fundada en 1441 sobre un palacete de caza del rey Enrique III llamado El Doliente ,que luego fue heredado por Juan II, y que estaba situado en los bosques que rodean Burgos -hoy en el corazón del Parque de Fuentes Blancas- a unos 3 km de distancia de la ciudad, aunque el edificio que ha llegado a nosotros se construyó tras el incendio del año 1452.
El palacete de descanso de los reyes conocido como Real Alcázar y Palacio de Miraflores, tenía una planta cuadrada rematada en torre y una gran galería con arquería.
Juan II decide convertirlo en monasterio, disponiendo la iglesia primitiva en una de las salas palaciegas e instalando las celdas sobre las habitaciones de la zona alta.
Los primeros pobladores de la cartuja fueron tres monjes procedentes de la Cartuja de las Cuevas, de Sevilla.
En 1442 se fecha el documento fundacional otorgándole el rey las dotes anuales necesarias para sus gastos y mantenimiento, según consta en la Carta de Privilegio rodado de 1452, firmada en la villa de Portillo (Valladolid) el 30 de enero.
Las obras comienzan y solo se ven interrumpidas por el incendio mencionado, diseñándose a partir de entonces un edificio de nueva planta dispuesto al modo conventual y cambiando su primitiva advocación a San Francisco por la de Santa María de Miraflores.
En 1454 Juan de Colonia está levantando el edificio, que a su fallecimiento es proseguido por su hijo Simón y finalizado por impulso de la reina Isabel de Castilla.
En la cabecera de la iglesia gótica se hallan los monumentales sepulcros realizados en alabastro por Gil de Siloé.
Bajo el conjunto escultórico central, el imponente mausoleo de Juan II y su segunda esposa Isabel de Portugal, se halla la cripta construida para albergar sus restos reales. Es un pequeño habitáculo abovedado en medio punto, de unos pocos metros, al que se accede, verticalmente, tan solo a través de una escalera de mano.
Su aspecto a nuestra llegada dejaba entrever que el lugar había sido objeto de modificaciones recientes en el solado y en la parte central una urna de madera se apoyaba directamente en una mesa alta de piedra. Junto a la pared, una orza de cerámica basta, nos dijeron, custodiaba las vísceras de Felipe el Hermoso.
En septiembre de 1506 dos hombres comunican en la Cartuja, la muerte de Felipe llevando sus entrañas en una urna envuelta en una sábana. El cuerpo fue vestido con brocados y pieles y tocado a la manera flamenca (con un gorro con joyel y una cruz. Se le expuso en el Palacio del Cordón durante varios días. Luego se trasladó en una caja de plomo y madera aromática hasta la cartuja, donde permaneció hasta su traslado a Granada el 20 de diciembre del mismo año. El cántaro con sus vísceras se enterró en la real sepultura a la que también se trasladó el ataud y donde permaneció tres meses.
En septiembre de 1506 dos hombres comunican en la Cartuja, la muerte de Felipe llevando sus entrañas en una urna envuelta en una sábana. El cuerpo fue vestido con brocados y pieles y tocado a la manera flamenca (con un gorro con joyel y una cruz. Se le expuso en el Palacio del Cordón durante varios días. Luego se trasladó en una caja de plomo y madera aromática hasta la cartuja, donde permaneció hasta su traslado a Granada el 20 de diciembre del mismo año. El cántaro con sus vísceras se enterró en la real sepultura a la que también se trasladó el ataud y donde permaneció tres meses.
Parecía interesante, entonces, promover un estudio específico sobre el origen del conjunto de enterramiento reales y sus avatares a lo largo de la historia.
Así, empezamos a plantear un trabajo específico que permitiera caracterizar estas inhumaciones.
El Padre José María y el antropólogo de la universidad de León, Don Luis Caro Dobón en la cripta, junto a la urna funeraria de época moderna.
De otro lado, había que llevar a cabo un diagnóstico sobre el sepulcro del infante Alfonso, segundo hijo de los reyes y hermano pequeño de Isabel.
Decididos a contar con el máximo número de datos posibles antes de acometer actuación alguna sobre este enterramiento, se planteó la posibilidad de utilizar un georradar que nos permitiera reconocer la situación y características de la cista que albergaba, antes de decidir el interés que podría tener su apertura. El resultado fue poco concluyente. Sin embargo, unos meses después, la retirada de la pieza situada delante de la imagen arrodillada de Alfonso, puso de manifiesto la existencia de un pequeño agujero tapiado por donde se introdujo una cámara de vídeo que reveló la existencia de una gran caja de piedra que albergaba el sencillo ataúd de madera con los restos mortales del infante.
Infante Alfonso arrodillado, orando.
Imagen del monumento funerario con la evidencia, tapiada, del expolio.
Imagen del ataúd de madera en el interior
Restos de la inhumación de Alfonso, removida a través del agujero practicado.
Detalles constructivo de la caja de piedra de la tumba del infante Don Alfonso
Esta situación imprevista hizo que modificáramos el planteamiento inicial y decidiéramos interven¡r estudiando el enterramiento de Alfonso de Castilla.
La primera fase del trabajo arqueológico se centraba en llevar a cabo un acercamiento a la figura histórica de cada uno de los inhumados: Juan II, Isabel de Portugal y su hijo pequeño Alfonso.
La primera fase del trabajo arqueológico se centraba en llevar a cabo un acercamiento a la figura histórica de cada uno de los inhumados: Juan II, Isabel de Portugal y su hijo pequeño Alfonso.
Juan II había nacido en Toro en 1405 y era hijo de Enrique III el Doliente y de Catalina de Lancaster. A los 15 años se casó con su prima María de Aragón, hija de Fernando de Antequera, con la que tuvo cuatro hijos, de los que solo sobrevivió el varón, futuro Enrique IV. Se casó, en segundas nupcias con Isabel de Portugal en Madrigal de las Altas Torres, unión de la que nacieron Isabel y Alfonso. Fue enterrado en el Convento de San Pablo de Valladolid hasta su traslado a la Cartuja, ordenado por su hija Isabel.
Figura de Juan II colocada en el retablo de Gil de Siloé en la cartuja de Miraflores.
Escudo de Isabel de Portugal.
La reina Isabel de Portugal representada en el retablo.
Isabel de Portugal era hija de Juan de Portugal e Isabel de Barcelos. A la muerte de su esposo Juan en 1454, su salud empeoró y fue confinada en Arévalo junto a sus hijos, lugar en el que residió hasta su muerte en 1496.
El infante Alfonso, dos años menor que su hermana Isabel, nació en Toro en 1453. De naturaleza enfermiza, fue cuidado, al igual que su hermana, por su abuela Isabel de Barcelos, en Arévalo. Murió con 15 años de forma repentina, lo que dió lugar a la creencia en un envenenamiento, ya que era oponente al trono de su sobrina Juana (apodada la Beltraneja), hija de su hermanastro Enrique IV. Fue enterrado en el convento de San Francisco Arévalo, junto a su abuela materna, hasta su traslado a Burgos.
Una segunda fase del trabajo consistió en la recuperación y estudio de los restos de las inhumaciones.
La ocupación francesa durante la guerra de la Independencia, supuso la ocupación de la Cartuja como Cuartel General de las tropas napoleónicas y el saqueo de las tumbas reales. Las fuentes cuentan como se levantó el suelo en busca de tesoros, encontrando las espuelas de oro del rey.
A su partida, los cartujos recogieron los restos reales y volvieron a depositarlos en la cripta, probablemente en el mismo suelo, hasta que a comienzos del XX, se decide el arreglo y saneado de la misma y la colocación de los huesos en una urna de madera y bronce, forrada de tafetán carmesí.
Arturo Balado, arqueólogo, Luis Caro, antropólogo y el padre José María, procurador de la Cartuja, observan el cráneo que se conserva dentro de la urna de la cripta.
El padre José María, Edén Fernández, Arturo Balado y Consuelo Escribano, miembros del equipo de trabajo.
Con este punto de partida, fuimos desde el principio conscientes de que teníamos que proyectar una intervención multidisciplinar en la que restauradores, arqueólogos y biólogos interactuaron para obtener el mejor conocimiento posible de estos enterramientos reales.
Los arqueólogos catalogaron, estudiaron y caracterizaron los elementos de la cultura material y sus contextos y se encargaron de la obtención de los restos inhumados, mientras con los biólogos se puso en marcha un estudio con tres objetivos y técnicas: de un lado la caracterización antropológica de los huesos (antropometría), de otro la realización de análisis sobre los restos del infante Alfonso desde un punto de vista toxicológico y finalmente de ADN, con el fin de determinar su parentesco.
Equipo 7, empresa de restauración, en pleno trabajo.
Embalado del ataúd de Alfonso de Castilla.
Dibujo de la cista de nogal en la que fue enterrado Alfonso. Unoveinte S.L.
Embalado del ataúd de Alfonso de Castilla.
Dibujo de la cista de nogal en la que fue enterrado Alfonso. Unoveinte S.L.
Restos esqueléticos del infante Alfonso.
Restos esqueléticos de Juan II.
Una tercera fase vino determinada por el estudio de los restos orgánicos e inorgánicos de la tumba de Don Alfonso, donde se reconocieron, profundamente alterados, restos de tejidos de lana de varios colores, entorchados, restos de piel de animales, etc.
Tejido para analizar
Tras la exhumación, toma de datos y analíticas que conllevó el proceso de estudio, se concluyeron los resultados siguientes:
.- La vasija común hallada en la cripta, de la que se decía que contenía las vísceras de Felipe en Hermoso, responde a un tipo cerámico común que puede datarse perfectamente en el primer cuarto del siglo XVI. Sabemos que fue hallada bajo el pavimento arreglado en 1921 lo que avalaría la idea de que efectivamente albergó los restos orgánicos de Don Felipe. En su interior se reconoció el fragmento de un plato o tapadera.
Orza de la cripta. Fotografía Unoveinte S.L.
Dibujo de la orza de la cripta. Unoveinte S.L.
.- La Urna de madera, forrada y dispuesta en el espacio central de la cripta, recogía los restos de un varón fallecido a una edad entre los 47 y los 50 años -recordemos que Juan II murió a los 49, siendo un anciano, tal y como recogen las crónicas-, de u 1,79 m de altura. Padeció una deformación en la nariz debido a un traumatismo infantil y tenía una movilidad del brazo izquierdo reducida por la fractura de una escápula que fue mal curada. Además se detectaron lesiones en una costilla.
Junto a los huesos de varón se hallaron huesos largos que correspondían a una mujer adulta, presumiblemente los únicos conservados de la reina.
.- El sepulcro de Don Alfonso había sido perforado desde arriba, retirando la estructura situada delante de la escultura arrodillada del infante. Este pequeño agujero,realizado sin duda durante la ocupación francesa, permitió rebuscar y saquear los elementos de valor del interior de la tumba. En una cista de piedra bien tallada se introdujo un sencillo ataúd de madera de nogal ensamblada. En el interior se disponían los restos de un joven de unos 15 años de edad y una altura de 1,65 m. Los huesos se hallaban completamente cristalizados, probablemente fruto de los efectos del primer lugar de enterramiento, demasiado húmedo.
Sobre los restos óseos se hallaron "in situ" restos de cordones de seda amarilla y azul, tocado de lana, las calzas de lana, ribetes de piel de sus vestidos y entorchados de seda.
Una vez retirada la tapa del ataúd de madera, podía observarse que el interior había sido removido.
Junto a todo ello apareció un hueso del pie de una mujer. ¿Podría tratarse del único resto de su abuela, introducido en el traslado que Isabel ordenó desde Arévalo?.
.- La realización de análisis de ADN facilitó el reconocimiento de las relaciones de parentesco entre todos ellos. Efectivamente en la tumba de Alfonso no podía haber dudas de autentificación. Era precisamente este punto de partida el que facilitaba la comparativa necesaria y permitía establecer que los restos de varón adulto son efectivamente los del rey Juan II. El ADN mitocondrial establece relaciones materno-filiales con los restos femeninos de la urna, con lo que corresponden con Isabel de Portugal. Otro tanto ocurre con el hueso del pie hallado en la tumba del infante, con el que se demuestra una correspondencia de parentesco y que correspondería a una intrusión de la inhumación de su abuela, Isabel de Barcelos, probablemente en el momento de su traslado desde el desaparecido convento arevalense de San Francisco hasta la cartuja.
.- Los resultados de los análisis toxicológicos no permiten concluir envenenamiento por metales pesados ni detectan evidencias de padecimiento de la peste.
Concluidos los estudios, se realizó una reinhumación de todas la evidencias antropológicas debidamente tratadas e identificándose la intervención realizada, para su constatación futura.
El trabajo, que se prolongó a lo largo de diferentes momentos entre finales del año 2005 y el 2006, fue publicado en una monografía, en sus aspectos generales, y en otras mas específicas, fundamentalmente de carácter antropológico.
Nada de esto hubiera sido posible sin el establecimiento de un buen proyecto interdisciplinar en el que participaron, arqueólogos, restauradores y antropólogos:
.- Unoveinte S.L. bajo la dirección de D. Arturo Balado
.- Departamento de Antopología Física de la Universidad de León, con Luis Caro y María Edén Rodríguez.
.- Laboratorio de técnicas instrumentales de la Universidad de León, con Tomás Vidal y Virginia Medina.
.- Laboratorio de Antropología Física de la Universidad del País Vasco.
.- Laboratorio de Biología del Instituto Nacional de toxicología de Madrid.
.- Centro de Conservación y Restauración de Simancas. Junta de Castilla y León, bajo la dirección de Mercedes Barrera.
.- Laboratorio Larco Química y Arte S.L., dirigido por Enrique Parras.
.- Restauradores de la empresa Equipo 7
.- Servicio de Restauración de la Dirección General de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, con Carlos Tejedor, restaurador, y Consuelo Escribano, arqueóloga.
Reintegración de los restos de Alfonso a su mausoleo tras la investigación.
Reintegración de los restos reales a la cripta
Trabajar en este proyecto fue un lujo, en el que por primera vez la exhumación de unos restos reales, era tratada como una intervención compleja de carácter arqueológico.
Mi respeto para todos los compañeros y un recuerdo especial del procurador de la cartuja, el Padre José María, un monje enjuto y encantador, un hombre sabio y prudente, que vino de la cálida Florida y con quien compartimos estos momentos y charlamos de historia y muchas mas cosas.
Responso oficiado por el padre José María en el acto de reintegración de los restos reales.
¡Buena semana!
Bibliografía:
.- VV.AA., La Cartuja de Miraflores I, II, III. Los sepulcros, Madrid, Fundación Iberdrola-El Viso, 2007. .
.- Balado Pachón, Arturo (Unoveinte S.L.); 2007: Los enterramientos reales de la Cartuja de Miraflores. Inbforme técnico inédito, depositado en la Dirección General de Patrimonio Cultural. Junta de castilla y León.
.- Caro Dobón, Luis; María Edén Fernández Suárez (2008). «Los enterramientos reales de la Cartuja de Miraflores». Ambio Ciencias: revista de divulgación (León: Universidad de León: Servicio de Publicaciones) (2): pp. 23-37. ISSN 1988-3021
Enlaces:
https://www.academia.edu/1481272/Los_enterramientos_reales_en_la_iglesia_de_la_Cartuja_de_Miraflores_ESTUDIOS_ARQUEOLOGICOS_Y_ANTROPOLOGICOS_Arturo_Balado_Pachon_y_Consuelo_Escribano_Velasco
http://www.equipo7.com/interactivo2_versionVidriera.htm
Agradezco enormemente semejante reportaje sobre este monasterio cartujo. Una maravilla. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias. Un placer
EliminarUna experiencia inolvidable. Guardo muy buenos recuerdos de esos días. y me uno a tí en la opinión que tienes del padre Jose María.
ResponderEliminarEdén. Conocer a tanta buena gente haciendo además lo que te gusta, es una oportunidad vital maravillosa. Tenemos que vernos, me he reído un montón viendo los vídeos que grabó equipo 7.
EliminarPues a ver si para diciembre estamos con más tiempo y podemos vernos :) tú me dices dónde :)
EliminarPues entonces en diciembre, querida.
EliminarFantástica restauración sobre esta maravillosa Arca Real que es la Cartuja de Miraflores. un honor compartir tu trabajo y fascinación.
ResponderEliminarGracias Josep. Un trabajo maravilloso desde todos los puntos de vista.
Eliminar¡Fantástico! Mira que me leí vuestro artículo en el librito que sacó Iberdrola a raíz del fin de las restauraciones. Pero leerlo narrado por ti, que logras transmitir a la perfección las dificultades pero también alegrías y emociones que el trabajo bien hecho proporciona, no tiene igual. Muchas gracias. Es todo un regalo.
ResponderEliminarY el punto musical, exquisito, como siempre.
EliminarPrecisamente fui en el año 2006 a Burgos y visite la Cartuja, claro.
ResponderEliminarNo pude admirar el retablo debido a su restauración, pero ya veo que valió todo la pena.
Un saludo.
Gracias Enrique, efectivamente así fue
ResponderEliminarHola buenas tardes! Me ha encantado el artículo! Me gustaría saber si los restos de tejidos de don Alfonso fueron expuestos en el museo de telas medievales en las huelgas.gracias
ResponderEliminarGracias Javier Barreras. Los restos de los tejidos se estudiaron, pero su estado era muy fragmentario, a penas una muestra mínima que nunca se expuso. Decidimos tomar los datos nada mas.
EliminarQueríamos felicitarte por tu artículo,
ResponderEliminarMuchas gracias,
Cartuja de Miraflores
www.cartuja.org
Gracias. Me encantó la experiencia. Recuerdos al padre José María
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