martes, 3 de marzo de 2015

El Castro Sumergido. El Castillo de de Manzanal de Abajo (Zamora)



Reconstrucción de un castro para acompañar la introducción al castro de Manzanal de Abajo.
Se trata del de Baroña, Galicia, España,
 Ilustración en : https://wiccaterranostra.wordpress.com/naciones-celtas.../




" Allá en el fondo, todas las palabras que dijimos y de las cuales ya no guardamos recuerdo, duermen bajo las aguas. ...Todo duerme allí, en ese fondo. "

Carmen Kurtz 



En 1985 se había puesto en marcha una campaña de prospecciones arqueológicas como consecuencia de la existencia de un proyecto de construcción del embalse de Valparaíso. El recorrido sistemático del territorio que sería anegado por el embalse, arrojó como resultado el reconocimiento de un nuevo enclave: un castro de la Edad del Hierro conocido como El Castillo, en la localidad de Manzanal de Abajo, Zamora.
En 1986 empezó la excavación arqueológica del lugar y pronto se me ofreció la posibilidad de hacerme cargo del trabajo como directora, iniciando así un camino cuyo objetivo final hubiera sido una tesis doctoral, truncada, desgraciadamente.
Dar cuenta de todas las anécdotas maravillosas que vivimos en Manzanal, dan para un libro y no es el caso, aunque permanecerán en la memoria de la que les escribe para siempre y harán que la boca se me curve en una enorme sonrisa.
En 1988, sólo tres años después de su descubrimiento, el castro se sumergió en el centro de las aguas, quien sabe si para siempre.
Por primera vez se llevaba a cabo, en el centro de la cuenca del Duero, un trabajo arqueológico de carácter preventivo financiado en el marco del proyecto de una gran obra pública.
Estas líneas quiero dedicarlas a todos mis compañeros y amigos, que participaron y alentaron el trabajo en Manzanal, a los técnicos y laboratorios que se encargaron de hacer las analíticas y a los orientadores y supervisores de mi trabajo, de los que daré debida cuenta en una ficha técnica muy meritoria.






Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el Castillo de Manzanal de Abajo, desde su reconocimiento en el año 1985 hasta 1999, permitieron, como dije hace un momento, el hallazgo y posterior estudio de un poblado fortificado de la Edad del Hierro adscrito a lo que se ha venido denominando "Foco castreño de Zamora noroccidental", íntimamente ligado al horizonte cultural de los habitats de la I Edad del Hierro del centro de la Cuenca del Duero.

Este yacimiento arqueológico se encuentra en el término municipal de Villardeciervos,a 1 km escaso de la localidad de Manzanal de Abajo, en dirección noreste.



           




Su emplazamiento, como cabía esperar, no es casual, sino que responde a unas condiciones naturales estratégicas, al hallarse en la confluencia del arroyo Valdalla con el río Tera, sobre la parte alta de un promontorio, de modo que quedaba asegurada la defensa de sus ya abruptas pendientes sobre los cursos fluviales.




Plano topográfico del castro de Manzanal realizado por Excar




Plano anterior con interpretación de la muralla, foso y campo de piedras hincadas y localización del área de excavación arqueológica 

El abastecimiento de agua, la existencia de fértiles fondos, de pastos y de bosques y la posibilidad de obtener piedra para realizar construcciones perdurables, completaban la idoneidad para el desarrollo de un poblado. además, los valles garantizaban una perfecta comunicación y un control del paso hacia la cabecera de los valles.
La superficie del recinto, de una hectárea aproximadamente, lo incluye entre los castros mas pequeños conocidos en este territorio, para los que se estimaría una población máxima en torno a 160-200 habitantes.
Los trabajos de excavación arqueológica se centraron en una zona situada en el sector suroeste del castro reconociéndose inmediatamente una intensa y prolongada ocupación. 
De forma previa a la ocupación del espacio por el castro de nueva planta, este lugar fue frecuentado como un probable lugar de caza. A la Edad del Bronce correspondería una punta de flecha o de jabalina de cobre hallada entre las grietas de la roca.
Una primera fase del poblado de la Edad del Hierro está bien representada por la instalación de un complejo sistema defensivo compuesto por muralla, foso y campo de piedras hincadas, así como la construcción de una vivienda aneja, de la nos quedaba un pavimento de arcilla y los hoyos de dos pies derechos que soportarían la cubierta. A estos primeros compases de la vida castreña corresponden, también, varios fragmentos de la parrilla de un horno.
Todo ello ocurrió hacia el 580 a C., es decir en torno al cambio entre el siglo VII y el VI a C.
La muralla describe un trazado ovalado encerrando el poblado como una auténtica acrópolis. Este recinto, en su recorrido, describe ascensos y descensos, se apoya en crestones rocosos, en  un afán de adaptarse al terreno y aprovechar estos accidentes naturales.


Paramento exterior de la muralla con piedra en seco bien careada

En la zona excavada la muralla, conservada en algo mas de 1 m de altura y 2,30 de anchura, se compone de bloques de piedra irregular dispuestos a hueso ofreciendo al exterior un paramento mas cuidado. Un relleno de bloques ordenados engarzaba los lienzos externo e interno. Esta solidez hacía innecesaria la cimentación en zanja, habiéndose situado la muralla directamente dispuesta sobre la roca.



Fotografía sobre la zanja de excavación de la muralla.  Se aprecia el paramento interior, menos homogéneo que el exterior, tal vez debido al desplazamiento de la muralla por el empuje de los sedimentos. Al exterior, la caída hacia el foso. 


Avanzado el tiempo, esta muralla pétrea colapsó en altura, no fue levantada de nuevo, fabricándose, sobre aquella, un terraplén artificial cuya función fuera tal vez mas constructiva que defensiva.
El resto de las estructuras defensivas artificiales del poblado vienen a reforzar los sectores mas vulnerables, concentrándose hacia el suroeste, precisamente el punto de contacto con otras alturas.
Así, delante de la muralla, fue excavado en la roca un foso de unos 3 m de anchura, de cuya profundidad no podemos dar cuenta ya que no fue excavado en ningún caso. Precediéndole, se erigió un profuso campo de piedras hincadas que asoman entre 30 y 40 cm e impedían un ataque por sorpresa.

Un segundo momento viene representado por el desmantelamiento de una parte del alzado de la muralla y el levantamiento de un potente terraplén que sirvió de asiento a nuevas estructuras de habitación representada por cabañas, de las que tan solo conocemos sus fondos o pavimentos.

A la última fase de ocupación corresponde una vivienda de planta redondeada levantado sobre un zócalo de piedra. Esta vivienda muy probablemente fue levantada con entramado vegetal enlucido con barro, posteriormente pintado (con cinabrio y yeso -rojo y blanco-) y  una cubierta, igualmente vegetal, sobre vigas de madera. 



             

Vivienda de planta redondeada de la última fase de ocupación del castro


Recreación del aspecto de una vivienda de la fase plena de la Primera Edad del Hierro. 
Dibujo de Luis Repiso

La producción cerámica es realizada a mano y cocida en ambientes reductores correspondiéndose con una tipología muy típica de la fase  de desarrollo de la Primera Edad del Hierro: cuencos, ollas, orzas, copas sobre pies anulares, coladores o encellas, tinajas y tapaderas constituyen, con diferentes variantes el conjunto del castro.

En Manzanal uno de los fragmentos de tapadera se encontraba pintado en rojo, color conseguido con cinabrio.




Algunos de los ejemplos de la producción vascular en Manzanal de Abajo

En arcilla se fabricaron, también, fusayolas, evidencia del trabajo de hilado y fragmentos de crisol, que ponen sobre la pista de una metalurgia autóctona.
A pesar de que la presencia metálica es muy escasa, podemos decir que la muestra es fundamentalmente broncínea.
De la punta de flecha de cobre, que fue hallada entre las grietas de la roca de base, bajo el pavimento de la vivienda mas antigua conocida en el castro, podemos decir que responde a un tipo que se documenta entre 1650 a C y finales del II milenio a C. ¿Se trataba de una pieza perdida o tal vez pudo ser una antigüedad familiar ofrecida en un rito para levantar aquella primera vivienda?




Punta de flecha o jabalina que responde a una tipología de la Edad del Bronce

De los objetos metálicos utilizados en la vida cotidiana del castro tan solo conocemos un brazalete de bronce en forma de omega, una aguja incompleta, un fragmento de varilla hueca, un anzuelo, un fragmento de asa, un remate de fundición y poco mas.



Piezas metálicas de El Castillo

Como elemento exótico y único, se recuperó en el nivel superficial una cuenta de collar traslúcida de color azul.
Completan el elenco de cultura material un número significativo de molinos de granito y gneis, esferas (tal vez proyectiles de onda), pesas de red, piezas de sujección de cubiertas vegetales, percutores y algunos cristales de cuarzo naturales, para los que se propone un uso de adorno personal.



Punta de flecha de cobre junto a piezas líticas consideradas como pesas de red y piezas de sujección de cubiertas y la única cuenta de collar de pasta vítrea hallada en el poblado.

Sobre hueso, solo se reconoció un punzón fabricado  sobre metápodo de un ovicaprino.
Las gentes que habitaron Manzanal practicaban la ganadería de vacas, ovejas, cabras, équidos y cerdos y cazaban ciervo.
Además de la carne, obtenían, de algunos de aquellos, leche y derivados, y materia prima para la fabricación de utillaje como los punzones.
Los animales sacrificados eran jóvenes y subadultos, tal vez  por que se practicaban matanzas periódicas, que estabilizaban la cabaña castreña, dejando sólo algunos individuos para el intercambio y comercio con otros poblados y para la regeneración de los rebaños.
Ovejas y cabras son las especies mas ampliamente representadas y debieron suponer un importante aporte cárnico, de piel, lana y productos derivados, atestiguados también por la presencia de fragmentos de colador o encella.
Una importancia similar alcanzó la cabaña bovina, mientras que el cerdo, del que es imposible hacer una adscripción doméstica o salvaje, está escasamente representado.
Los caballos debieron ser aprovechados como animal de carga y tiro, pues no ha sido advertido rastro alguno de descuartizamiento ni cortes.
Respecto a las especies salvajes, claramente se identifica el ciervo como especie cinegética principal, seguida de la pesca, avalada por el anzuelo y las pesas de red.
Sabemos que los habitantes del castro de Manzanal debieron acudir a circuitos comerciales para proveerse de materiales no autóctonos: pizarras, colorantes (cinabrio, yeso y óxido de hierro), minerales como el hierro, el cobre, estaño y plomo, cristales de cuarzo, la cuenta de collar de pasta vítrea, arcillas y barros depurados debieron ser objeto de intercambio o compra.

En definitiva, el yacimiento reunía todas las características de un poblado castreño, uniendo a una situación natural innegable, la construcción de un complejo sistema de fortificación adscrito a la Primera Edad del Hierro.
Sus habitantes practicaban una economía ganadera basada en los bóvidos y bovinos sobre otras especies, completada con la caza del ciervo y la pesca en los ríos. Realizaban, igualmente, actividades metalúrgica y alfarera, fabricaban tejidos y practicaban una agricultura modesta, todas ellas de tipo local con intercambios de excedentes con, al menos, comunidades próximas.
Sus orígenes se remontan a los inicios del siglo VI a C., contándose con una datación radiocarbónica del 580 +-60 a C. y todo apunta a que su vida fue larga, habiéndose llevado a cabo remodelaciones hasta su abandono, entre los siglos III y II a C. 
La arquitectura del castro se caracteriza por el uso de materiales locales: piedras y entramado vegetal manteado con barro.
En definitiva toda su cultura material se corresponde con la de los grupos de la Primera Edad del Hierro en su fase plena, faltando evidencias del origen de esta nueva etapa cultural así como de sus necrópolis.

El estudio de este yacimiento fue posible gracias a la realización de un exhaustivo trabajo de campo a lo largo de una campaña de prospección arqueológica, en 1985, seguida de tres campañas sucesivas de excavación arqueológica que se realizaron entre los años 1986 y 1988, así como el trabajo de los laboratorios analíticos, en 1989.
El yacimiento arqueológico de El Castillo fue anegado completamente por las aguas del embalse de Valparaiso entre marzo y abril del año 1988, bajo las que duerme a unos 12 m de profundidad. 
Durante tres años constituyó el objeto de un estudio personal hallándose incluido en mi proyecto de tesis doctoral, que jamás fue concluida.
En el proyecto de investigación del Castillo de Manzanal hubo un equipo maravilloso de arqueólogos, amigos, químicos, geólogos, topógrafos, biólogos y profesores. A todos ellos van dedicadas estas líneas-


. Arqueólogos: 

. Dirección: J. del Val Recio (campañas arqueológicas 1985 y 1986), Consuelo Escribano (1986-1988)
. Equipo: Angel Palomino, Julian Santos, Javi Sanz, Marta E. Martínez, Jorge Santiago, Quique Santamaría, M.E. Martínez, José Luis Hoyas, Juan Carlos Iglesias, Manu Moratinos, Eduardo Cristóbal, JHosé Antonio Rodríguez, Ana Viñé, Belén Saquero, L. C. Sanmiguel, M. Carro, Luis Juan, Lola, D. Teodoro, Emilio.
. Análisis metalográficos: Salvador Rovira, Susana Consuegra e Ignacio Montero
. Análisis fauna: Juan Bellver
. Estudio geológico: Jesús Jordá
. Topografía: EXCAR
. Orientaciones y supervisión: Germán Delibes de Castro y Angel Esparza Arroyo.



Fotografía de la primavera de 1988. En primer término, parte del equipo arqueológico bajo mi dirección al final del trabajo arqueológico, situados en la cota final prevista de embalse. Detrás, se observa el proceso con la zona mas alta del castro del Castillo de Manzanal aún visible.


Embalse de Valparaiso y situación aproximada del castro pintada en el agua.



Acompaño esta entrada del blog con la magnífica charla del profesor Esparza sobre los castros del noroeste zamorano, inserto en un encuentro científico celebrado en 2011 en la Universidad de Vigo, para los que deseen ampliar conocimientos sobre este interesante y singular mundo castreño. 







Fuentes:

Escribano Velasco, C. (1990): Contribución al estudio de la Edad del Hierro en el occidente de Zamora y su relación con el horizonte del Soto de Medinilla: “El Castillo”, Manzanal de Abajo (Zamora). Anuario
1990, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Zamora: 211-263.



¡Feliz semana!



No hay comentarios:

Publicar un comentario