martes, 10 de mayo de 2016

Santo Domingo de Silos




En tierras de Caraço, si oyestes contar,
una cabeça alta, famado castellar,
avie un monesterio, que fue rico logar,
mas era tan caido, que se querie ermar.
Solíe de monges negros, bevir y buen conviento,
de cuyo ministerio, avie Dios pagamiento.
Mas era de tal guisa demudado el viento
que fascas non avien ningun sostenimiento.
Todo es menoscabo, esta tan gran fallencia,
vinie por mal recabdo, e por gran negligencia;
o avie enna casa puesta Dios tal sentencia,
pora Sancto Domingo dar honorificençia.
Pero avie en casa aun monges ya quantos,
que façien bona vida e eran omnes sanctos;
estos eran bien pobres de saya e de mantos;
quando avien comido fincavan non muy fartos.



Gonzalo de Berceo,
 Silos hacia 1260.







Conchas marinas de los siglos muertos,
repercuten los claustros los cantares
que, olas murientes de la eterna costa,
desde el destierro de la tierra se alzan
bregando por su paz las almas trémulas.


     Escritos estos versos para mi poema El Cristo de Velázquez durante mi estancia, en la Semana Santa de 1914, en esta abadía de Santo Domingo de Silos, a donde vine, hombre de guerra, a disfrutar unos días de paz para poder tornar con nuevo empeño a la batalla, que es mi vida.


Miguel de Unamuno, Silos 12 abril 1914.




Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

Gerardo Diego, 
Silos 4-julio-1924.





El monasterio de Santo Domingo de Silos está situado al sureste de la provincia de Burgos, al sur de la sierra de la Demanda, entre la Peña de Carazo al norte y las Peñas de Cervera al Sur, en el valle de Tabladillo, donde se instaló desde el siglo IX.
La vida monástica en todo el Valle de Tabladillo ya existiría a fines del siglo IX, y se organizaría en granjas monástico-familiares, si bien, la primera referencia escrita del monasterio de Silos, es de 954, en un texto que relata cómo el Conde de Castilla, Fernán González, donó sus territorios y el dominio de la zona, para que allí se asentara la comunidad religiosa.

Se considera que el monasterio fue fundado en los años finales del siglo IX o principios del X, con la advocación de San Sebastián,  en el mismo momento en que se fundan los monasterios cercanos de Arlanza o Cardeña.

El valle de Tabladillo se situaba en zona estratégica, primero dentro del Condado de Castilla y después, en el Reino de Castilla, entre los siglos IX y XI. Se encontraba en la frontera entre los territorios cristianos y los del Califato de Córdoba y ello provocó que sufriera las constantes incursiones de Almanzor y sus tropas, lo que provocó una constante situación de gran inestabilidad hasta después del año 1000.




Planta del monasterio tomada del portal de la Junta de Castilla y León. 


El monasterio se organiza en torno a dos claustros, el medieval románico y el del siglo XVIII, clasicista, si bien la entrada principal a la abadía es barroca y se sitúa al oeste, mientras que al sur están las celdas de los monjes.
El actual templo es de estilo necoclásico y se adosa al claustro medieval por el norte. Presenta planta de cruz griega con capillas elípticas entre los brazos. Su planta es centralizada y simétrica.
Puede que el primer templo, prerrománico, contara con una única nave con cabecera cuadrada, que se amplió en tiempos del abad Domingo, convirtiéndose en un edificio románico de tres naves y cabecera con tres ábsides semicirculares.
Unos años después, en tiempos del abad Fortunio, se realizó el templo que finalmente se consagró en 1088, con tres naves separadas por pilares cruciformes, y tres ábsides en la cabecera. Sus características eran similares a las de otros templos contemporáneos como el de San Pedro de Arlanza, San Facundo, San Isidoro de León y San Primitivo de Sahagún.
Se le añadió después el crucero donde se abrió la Puerta de las Vírgenes, que permite el paso desde la iglesia al claustro. También son de este momento las portadas sur y norte del templo. La septentrional conserva el tímpano donde se representaba la Presentación en el templo, la Natividad y la Adoración, que en la actualidad puede verse en el museo del monasterio.

En 1732 se prolongó el crucero y bajo un baldaquino se colocó la urna con los restos de Santo Domingo, obra del padre benedictino Pedro Martínez de Cerdeña.


El Claustro

El de época románica es de planta cuadrangular y presenta dos alturas. Las pandas del claustro se abren al patio con arcos de medio punto que se sostienen sobre columnas pareadas, las cuales se duplican en los puntos centrales y en las esquinas. En la panda este se localiza la Sala Capitular y el scriptorium; en la sur, están la cocina y el comedor en el primer piso, del que solo se conserva un arco, y el dormitorio estaría en la segunda planta; y en la occidental se localizaba la hospedería ocupando las dos plantas. En las esculturas de los capiteles y de las esquinas, se han distinguido tres talleres.



La zona mas antigua es conocida como del primer taller silense  y parece que puede fecharse en torno al año 1100. A este pertenecen la Sala Capitular, la crujía este y norte, y parte de la oeste, del claustro bajo, caracterizándose su obra por unos capiteles tallados con animales fantásticos o reales, con motivos geométricos y vegetales y alguna figura humana.

La composición de elementos afrontados es la más repetida, procediendo los motivos del mundo islámico y los bestiarios (sobre fondo rojo números 1-39).



Entre 1170 y 1200, trabajó un segundo taller en Silos, cuya obra son los capiteles de la galería sur y parte de la occidental (sobre fondo naranja números 40-64). Las esculturas presentan un tratamiento más acusado del volumen que el realizado por el primer taller.




El tercer taller trabaja desde el último cuarto del siglo XII y los comienzos del XIII y se encarga de hacer el claustro alto, donde los capiteles no alcanzan la maestría de los del claustro inferior, pero son muy interesantes porque reproducen escenas de la vida cotidiana, se introducen temas populares y se pueden diferenciar varias manos en la factura de los capiteles.







Los discípulos de Emaús, donde se resalza la expresividad de los ojos con azabache. Sólo se conservan en el primero de los discípulos, que protege las escrituras.







El primer taller elaboró los relieves de las esquinas del sureste que representan la Ascensión y Pentecostés; la Sepultura y Resurrección, el Descendimiento, los Discípulos de Emaús y la Duda de Santo Tomás. Las figuras se representan con un volumen cuya expresión se reduce al mínimo.

El segundo taller realizó el altorrelieve del pilar suroeste del claustro, que representa La Anunciación y el Árbol de Jesé.





Diablo con unja mujer pintados a la entrada de la Sala Capitular del Claustro románico






Cocina de la botica del Monasterio de Silos


El museo

Además de la custodia procesional del siglo XVI,el cáliz del siglo XI y otras interesantes piezas, como el relicario esmaltado , el frontal de Silos, diversas piezas escultóricas romanas y románicas, tallas, pinturas y tejidos, se exponen en esta antigua sala de refrectorio la Cruz Gemada del siglo XIII,  que donó el rey Alfonso VIII, hecha en bronce y filigrana.





Paloma eucarística datada entre los siglos XII y XIII, fabricada  en plata dorada y fundida en una sola pieza. 







Descubierto en 1964 mientras se excavaba la cimentación de la iglesia actual que proyectara Ventura Rodríguez a mediados del siglo XVIII, el tímpano románico, de hacia 1.200,  procedería de una de las puertas de la iglesia románica desaparecida al construir la neoclásica. 
Se representa el Nacimiento,  la Presentación y  la adoración de los Reyes, mientras que en el capitel se representa la Anunciación, Visitación, Aparición a José y los pastores, Nacimiento y la Huida a Egipto. 







La arqueta para reliquias esmaltada se data entre los siglos XII y XIII. Es rectangular con cubierta a dos vertientes, rematada con un calado en forma de arcos  de herradura, que alterna placas esmaltadas y alvéolos para cabujones, probablemente de cristal de roca, actualmente desaparecidos. La arqueta se sustenta sobre cuatro soportes prismáticos de base cuadrada decorados con motivos vegetales. Se representan escenas de la vida de Cristo


Imagen en piedra policromada que representa a Santa Ana, la Virgen y el niño. Siglo XIV





La Biblioteca


El archivo de la Biblioteca alberga unas 250.000 referencias bibliográficas, 143.000 registros bibliográficos catalogados (accesibles desde la web) y  25.000 títulos de fondo antiguo, de los que 4.000 ejemplares son únicos. Uno de los documentos mas singulares son las glosas silenses (del Scriptorium de Santo Domingo de Silos) recogen las primeras palabras castellanas escritas, y fueron escritas en el Scriptorium de este monasterio.
Una de las curiosidades es que uno de los códices de Silos está escrito en el primer papel utilizado en Europa (s. XI).
La Biblioteca del monasterio posee la liturgia hispano-mozárabe, y la historia de los benedictinos españoles de la desaparecida congregación de Valladolid.
La  Botica del monasterio cuenta con biblioteca propia con 1.024 títulos, constituyendo uno de los mejores testimonios bibliográficos de la farmacopea española.




Glosas Silenses

Es en el pueblo castellano donde va surgiendo espontáneamente una nueva forma de hablar y entre el clero donde se inicia el reconocimiento de ese nuevo hablar escribiendo intencionadamente sus primeras palabras en unos libros latinos dedicados al uso litúrgico.
    Los monasterios benedictinos de San Millán de la Cogolla y de Santo Domingo de Silos son quienes conservaron en sus respectivas bibliotecas esos textos hasta la exclaustración, en 1835.
    Las glosas son un conjunto de anotaciones que se añaden al margen, o entre líneas, de un texto para hacerlo más claro. 
La profusión de tantas glosas romances en tan pocos folios, como sucede en este penitencial de Silos, denota una voluntad decidida por traducir las palabras latinas más significativas a la nueva lengua ya en uso. Al aplicar la grafía latina a esa nueva forma de hablar carente todavía de normas y usos ortográficos este monje culto puso en marcha un experimento que luego se consolidaría. Con ello le dio al nuevo hablar un sustrato cultural que favoreció su difusión. 
El texto y las glosas son de la misma mano y coetáneos, lo que se debe a que, sin duda, el monje estaba copiando un códice anterior. Son 368 glosas, latinas y castellanas, las que aparecen en los 15 folios del penitencial. 
Este penitencial de Silos forma parte del códice conocido como de Silos, hoy en el Museo Británico.
Aunque su importancia es innegable, no estamos ante las primeras palabras intencionadamente escritas en lengua castellana. El primer testimonio escrito del castellano retrocede dos siglos atrás en el tiempo, del XI al IX, como demuestra un estudio sobre los manuscritos de Santa María de Valpuesta (Burgos), que cuenta con la bendición de la Real Academia Española (RAE) y que, en la práctica, dinamita el ya cuestionado mito de las Glosas Emilianenses como primer texto y San Millán de la Cogolla (Rioja) como cuna del castellano.
La investigación acredita que en este monasterio de Valpuesta, a 90 kilómetros de la capital burgalesa, se encontraron los documentos más antiguos (del siglo IX) que incluyen términos en castellano, en oraciones en las que el latín iba desapareciendo y se apreciaba el orden lógico del nuevo idioma.
Estos escritos eran conocidos como Cartulario de Valpuesta y el historiador clásico y de referencia de la lengua, Ramón Menéndez Pidal, ya los mencionaba en su estudio Orígenes del Español.
Sin embargo, la presencia de falsificaciones entre los más antiguos, con las que los monjes simulaban tener privilegios reales que, en verdad, nunca les habían sido dados, hicieron que los estudiosos miraran con desconfianza todo el conjunto de legajos.
Ahora filólogos y paleógrafos del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua han apartado las falsificaciones –tres en total– y han acreditado la validez de los 184 documentos restantes.
La RAE ha coeditado en dos lujosos volúmenes, Los becerros góticos y Galicano de Valpuesta, y su vicedirector, José A. Pascual, da por seguro en el prólogo "el consenso entre filólogos e historiadores, en cuanto a que acerca mucho el trabajo a lo que se entiende por definitivo".
Los fondos de Valpuesta constan de ocho documentos del siglo IX, 39 del X, 49 fechados en el XI, 90 en el XII y uno del XIII, y consisten, sobre todo, en escritos que registran donaciones de bienes materiales (ganado, tierras o enseres) de particulares al monasterio a cambio de bienes espirituales como un entierro en su suelo o misas en su memoria. Los escribientes de aquella época intentaban plasmar los acuerdos en latín.
Pero Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y filólogo, señala que ese latín "estaba tan alejado de la rectitud, presentaba un estado tan evolucionado o corrompido" que, asegura, "se puede concluir que la lengua de los becerros de Valpuesta es una lengua latina asaltada por una lengua viva, de la calle y que se cuela en estos escritos".



Antifonario de Silos


El florecimiento musical de la liturgia se efectuó durante los años 550-660. Históricamente es la época en que la cultura eclesiástica latina se concentraba en España, principalmente en Sevilla, Toledo, Zaragoza, Tarragona y Barcelona. La Iglesia española durante estos siglos estaba dividida en cuatro grandes provincias: la Carthaginesis -en medio de la cual estaba situado el centro de Toledo-; la Bætica, centralizada en Sevilla; la Gallœcia (con Braga) y la de Tarragona. Desde el año 587, fecha de la conversión de Recaredo al Catolicismo, Toledo paso a ser el centro de la vida litúrgica y musical de España. El Concilio IV de Toledo, celebrado el año 633, por cuanto establece en su canon II, muestra claramente que en aquellas fechas existieron ya una liturgia y un canto hispanos unificados. En consecuencia, el repertorio litúrgico-musical de la iglesia visigoda era casi completo, y normalizado con carácter propio antes del año 711, fecha de la entrada de los árabes en España. A pesar de ello, este repertorio es conocido comúnmente con el nombre de mozárabe. No obstante, se debe señalar que desde la entrada de los musulmanes en Toledo (711), la actividad musical de los mozárabes, en su situación aislada, aumento muy poco el fondo litúrgico-musical preexistente, quedando este en su carácter primitivo o, en todo caso, con unas derivaciones puramente hispánicas con un carácter muy peculiar, cuyo estudio reviste hoy gran interés artístico y musicólogo.
De los códices musicales se puede decir que conservan el fondo litúrgico practicado por la Iglesia visigodomozárabe. En general, estos códices fueron copiados durante los siglos VIII-XI. Algunos, como el que se conserva en el Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos), pertenecen al siglo XIII, pero su repertorio litúrgico-musical contiene el corpus practicado en la Iglesia hispana durante los siglos VI-VII, incluso con elementos previsigodos, y son, desde el punto de vista de su notación, un exponente de la floración de la Scriptoria de Tarragona, Toledo, San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de Silos, etc. Actualmente se conservan algo más de veinte códices con música de aquella liturgia. Uno, proveniente de Tarragona: otro, el célebre Antiphonarium de la catedral de León, copiado a principios del siglo X de un ejemplar escrito a mediados del siglo VII, Los restantes -muchos de ellos hallados en Santo Domingo de Silos o pertenecientes a su archivo- provienen directa o indirectamente de la gran provincia de la Iglesia centralizada en Toledo, puesto que el repertorio que ofrecen es exclusivamente el que allí se practicaba.
Desgraciadamente. al abolirse la práctica de la liturgia musical mozárabe, los cantores españoles no se preocuparon de copiar los códices con diastematía y sobre líneas de pautado musical. La consecuencia fue la pérdida total de la clave para leer y transcribir los néumas vetustos de la liturgia hispana. Cuando el cardenal francisco de Cisneros intentó la reforma mozárabe en 1502, fundando la célebre capilla mozárabe de la catedral de Toledo, los músicos castellanos no supieron ya transcribir una sola de aquellas antiguas melodías mozárabes. El resultado es que sólo algunas melodías mozárabes han podido ser transcritas con cierta garantía de autenticidad Hoy sabemos el significado de los néumas mozárabes por lo que se refiere al número de notas que ellos representan: se puede adivinar su ritmo libre, e incluso su modalidad algunas veces, pero nos falta la clave para fijar con exactitud la elevación y sus intervalos.
Entre las pocas melodías mozárabes transcritas con un mínimo de garantía de autenticidad se encuentran las Lamentaciones de Jeremías que figuran en el Antiphonarium mozarábico conservado en el Monasterio de Santo Domingo de Silos. El códice es del siglo XIII y el repertorio musical en el contenido pertenece a un periodo que puede extenderse entre los siglos VIII y IX. La transcripción fue efectuada en 1907 por el monje de Silos Casiano Rojo y revisada más tarde por el también monje silense Germán Prado






Códice de Silos

El 19 de mayo de 1840 compró el British Museum de Londres un manuscrito precioso; se trataba de una copia, espléndidamente iluminada, del Comentario de Beato de Liébana al Apocalipsis de San Juan que había sido copiado en el scriptorium del monasterio de Santo Domingo de Silos. 
A decir del bibliotecario silense, Miguel C. Vivancos, sería extraño que un cenobio tan antiguo como el de San Sebastián de Silos, situado al sur de la provincia de Burgos, fundado hacia finales del siglo IX o principios del X, no contara entre sus libros con un ejemplar de obra tan característica como éste hasta finales del siglo XI. 
Se conocen las vicisitudes de la biblioteca silense, sus manuscritos más antiguos, el renacer del scriptorium en tiempos del santo abad Domingo, que luego daría nombre al monasterio, el apogeo de los tiempos de don Fortunio... pero en ningún momento hallamos que, a lo largo del siglo X, los monjes silenses dedicaran su tiempo y esfuerzo a la copia de un Beato, libro que, desde sus orígenes en la Liébana, a finales del siglo VIII, gozaba de un predicamento extraordinario. 
La casualidad y el interés del padre Domingo Ibarreta, archivero de Silos, han hecho que se conserven en el monasterio de Silos tres folios, procedentes de Santa María la Real de Nájera. Uno de esos folios, otrora del monasterio riojano de Cirueña, se fecha en el siglo IX, siendo así el testimonio más antiguo conservado de la transmisión manuscrita del Comentario de Beato, único además por su primitiva iluminación, aunque nada de esto atañe directamente a Silos. 


A finales del siglo XI, cuando el texto de Beato empezaba a ser más raramente copiado y utilizado, los monjes de Silos deciden emprender la tarea, que requería muy buen pergamino, tintas variadas, oro y plata para ser profusamente ilustrado. Si quería llevar a cabo una obra cuidada y bien acabada, era necesario además disponer de buenos calígrafos e iluminadores. Silos no carecía en este momento de nada de ello; los monjes Domingo y Muño pusieron manos a la obra, y el jueves, 18 de abril de 1091, a la sexta hora del día, dieron fin a la labor de copia del texto, que pudo llevarles unos cuantos meses. Siguiendo la costumbre, podían dar gracias a Dios por haberles permitido finalizar su obra: "Bendito sea el Señor que me condujo al puerto de esta obra. Bendigo también al rey del Cielo que me ha hecho llegar sin daño al final de este libro, amén".

Y es que la labor del copista es harto dificultosa, como ellos mismos se encargan de recordar al lector: «La labor del escriba aprovecha el lector; aquél cansa su cuerpo y éste nutre su mente. Tú, seas quien seas, que te aprovechas de este libro, no te olvides de los escribas, para que el Señor se olvide de tus pecados. Porque quien no sabe escribir no valora este trabajo. Por si quieres saberlo, te lo voy a decir puntualmente: el trabajo de la escritura hace perder la vista, dobla la espalda, rompe las costillas y molesta al vientre, da dolor de riñones y causa fastidio a todo el cuerpo. Por eso tú, lector, vuelve las hojas con cuidado y aleja tus dedos de las letras, porque igual que el pedrisco destroza una cosecha, así el lector inútil borra el texto y destruye el libro.»

Finalizada su tarea, Domingo y Muño debieron pasar la obra, aún no encuadernada, a los iluminadores para que, en un año más o menos copiaran las iluminaciones del modelo en los espacios dejados en blanco al efecto. Pero entonces empezaron a sucederse unos problemas, cuya exacta determinación ignoramos. El caso es que, a la muerte del abad Fortunio, ocurrida hacia el año 1100, sólo se había llevado a cabo una mínima parte de las miniaturas. El trabajo debió paralizarse en los años sucesivos, pues el siguiente abad, don Juan, quien tuvo la dicha de recibir el manuscrito íntegramente iluminado de manos de su prior, don Pedro, quien debió llevar a cabo la mayor parte del trabajo que faltaba. La casualidad quiso que el 30 de junio de 1109, fecha del remate de toda la obra, fuera también el día de la muerte del rey Alfonso VI que había sido un insigne bienhechor de la casa de Santo Domingo.

El estado de conservación del manuscrito es tal que da la impresión de haber sido muy poco usado. Casi cincuenta años después de su remate, fue utilizado para copiar en uno de sus folios en blanco un documento que, por su importancia para la comunidad, merecía custodiarse en lugar seguro. Nos referimos a la división entre las mesas abacial y conventual, que tuvo lugar en 1158. Un lector curioso lo tuvo entre sus manos en el siglo XIV y señaló los pasajes que más le llamaron la atención. A partir de este momento ignoramos todo sobre él; en algún momento salió de Silos para no volver jamás.

En el siglo XVIII pertenecía al cardenal Antonio de Aragón, quien lo donaría al colegio de San Bartolomé de Salamanca, de donde pasó, cuando la supresión de dichos colegios, a la Biblioteca Real de Madrid. Cabe suponer que de ahí lo cogió José Bonaparte cuando fue rey de España, y luego fue vendido por él mismo al British Museum, cuando sólo era conde de Survilliers.


Esta es, grosso modo, la historia de un manuscrito que si bien a nivel textual no plantea mayores problemas, deberá ser profundamente estudiado a nivel iconográfico para determinar con precisión las diferentes manos que en él intervinieron, sus modelos e influencias, sus innovaciones, etc. Todo ello sin contar con que, en época indeterminada, fue enriquecido con unos folios, espléndidamente decorados, procedentes de un antifonario también silense, y de una visión del infierno, única para el arte románico. Pero también un análisis paleográfico concienzudo dará luz sobre la introducción paulatina de la escritura carolina en el reino de Castilla, ya que, escrito íntegramente en minúscula visigótica, son sin embargo frecuentísimas en el códice las influencias de la nueva forma de escribir.

Sobre la fascinación que me producen sus imágenes, me permito enlazar a uno de los post dedicados a esta cuestión en este mismo blog, en el que se presenta un breve apunte sobre la miniatura de los Juglares del Beato de Silos.
pincha aquí si quieres verlo






La pared de la fábrica del edifico que alberga la biblioteca, vista desde clausura.


La Cripta

Bajo la iglesia del siglo XVIII se encuentra la cripta en la que se pueden observar los restos conservados de las bases de las pilastras,  los tambores y uno de los ábsides de la casi desaparecida iglesia románica del monasterio, así como algunos curiosísimos elementos decorativos de las primeras fases plenomedievales.
Se encuentran allí elementos prerrománicos de singular traza geométrica y modillones de rollos.


Cripta bajo la iglesia




Dos piezas, la inferior de la matanza de los inocentes con un soldado armado de cota de malla y la superior con un guerrero de escudo redondo.



Uno de los 24 ancianos del Apocalipsis tañendo la viola de brazo en un capitel erosionado




Una de las piezas prerrománicas de la cripta









Esta visita sólo fue posible gracias a Dionisio, a quien agradezco que me guiara por donde no es frecuente transitar y que me dejara disfrutar, como hasta ese momento nunca había podido hacer, de este singular lugar. La compañía de mis amigos hizo el resto.
El día finalizó con el rezo de las Vísperas cantado en Gregoriano, con el abad mitrado, un especial rito litúrgico que acabó con el Tantum Ergo, canto aprendido de mis mayores. Patrimonio Cultural complejo y con mayúsculas.

¡Feliz Semana a todos!





Bibliografía


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Enlaces

http://www.abadiadesilos.es/

http://www.jcyl.es/jcyl/patrimoniocultural/silos/silosweb/visita.html

http://www.moleiro.com/es/beato-de-liebana/beato-de-silos-beato-de-liebana.html

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