miércoles, 13 de febrero de 2019

La Armedilla, un ejemplo de origen y transformación del culto en cuevas.






Fruto de unos cuantos años de investigación sobre la Armedilla han dado como fruto, entre otras cosas, la publicación de diferentes artículos sobre este lugar tan especial y singular. Estas líneas son una breve presentación de este espacio cultual a modo de resumen de diferentes colaboraciones en congresos y reuniones científicas, que se me ocurre que pueda ser de interés divulgar.

Una vez más les invito a conocer La Armedilla desde el punto de vista de la sacralización de lugares, espacios y territorios, pues es, sin duda alguna, uno de los centros de culto más interesantes y de uso prolongado de la Cuenca Media del río Duero, que hunde sus raíces cristianas en el siglo XII sacralizando una cueva excavada por el agua en la que suponemos,  aún sin contrastación arqueológica, que pudieron existir cultos previos. 



La leyendas y las creencias  se unen para dotarle de un significado a lo largo del tiempo pues desde lo más remoto hasta la actualidad ha sido un referente cultual y ahora busca un futuro sostenible en el que la valoración medio natural y el cultural sean prioritarios.
Se encuentra a unos 3 km al oeste de la localidad de Cogeces del Monte, al sureste de la provincia de Valladolid. 
Allí se conservan las huellas de la historia en un auténtico paisaje cultural y natural del que restan las huellas de edificios levantados obre la ladera norte de la cuesta del páramo, en el valle del arroyo Valillana o Valdecas.
Cuenta la Historia de los Jerónimos, escrita por el padre José Sigüenza, cronista de la orden en el siglo XVI, que el monasterio se localiza sobre una ladera orientada al norte, harto desacomodada y con una fuente de agua dura. Refiere que el origen del culto a la virgen se asienta sobre la leyenda del hallazgo de una imagen en una antigua cueva, donde fue escondida de moros, y que el Concejo de la villa de Cuéllar dispuso para su atención de un ermitaño y aposentos para los peregrinos.

Este abrigo rupestre, situado en la zona alta del valle, pudo haber sido un lugar frecuentado en épocas pretéritas .  La propuesta se basa, entre otras cuestiones, en el análisis de los datos arqueológicos del territorio y sus leyendas. Las prospecciones arqueológicas y algunas excavaciones arqueológicas realizadas en la zona, permiten reconocer que estos valles y parameras fueron ocupados de forma intensiva durante los compases intermedios de la Edad del Bronce, hacia el 1500 a C habiéndose hallado diferentes asentamientos de hábitat al aire libre y ocupación, tal vez de carácter funerario, en la cueva cercana de Valdelaperra. 
De modo fortuito hace unas décadas, se halló, por un agricultor de la zona en los poyatos de la Armedilla, un depósito de brazaletes broncíneos decorados, justo en frente de la futura cueva de la Virgen. El conjunto ha sido datado en el Bronce Final, hacia el cambio de milenio, o en los primeros compases de la Edad del Hierro. 
Poco o nada sabemos respecto al hallazgo de dicho depósito. Salvo que hasta 6 o 7 brazaletes idénticos fueron arrastrados por los trabajos de arada y que es posible que comparecieran restos óseos. 
En la actualidad es imposible hallar nada en superficie y desde luego, una vez reconocido el entorno en el valle, no hemos detectado evidencia arqueológica alguna de estos momentos. ¿Se trata de una ocultación? ¿es posible que fuera un depósito votivo? Si así fuera, todo hay que decirlo, su situación frente a la boca de la cueva, del otro lado del valle, debería ser tenida en cuenta.


En el entorno de la leyenda y la magia, hemos de exponer que no faltan en este territorio las leyendas en torno al agua, las cuevas y los seres mágicos. Una doncella rubia que mora en el interior de la tierra y custodia la entrada de una cueva se aparecía  en la cercana Cueva de la Mora, en la localidad de Aldealbar. 
Mouras, moras y hadas son legendarias en toda Europa y bien conocidas en ámbitos similares al nuestro con leyendas tan parecidas que sólo pueden configurarse si existe un sustrato sacralizado ancestral. Así ocurre en la salmantina cueva de la reina Quilama, por poner sólo un ejemplo. 
Estas creencias en torno al agua se vinculan con manifestaciones del patrimonio inmaterial intangible de los pueblos, conocidas a través de la tradición oral o escrita, la simbología y los rituales, conformando lo que se conoce como los Imaginarios del Agua. Historias de mujeres, serpientes y dragones se cuentan entre los mitos más extendidos y ancestrales de la Humanidad desde Canaán, hasta Grecia y Roma: Pitón y la Sibila o las Nereidas son sólo un ejemplo de ello. 
En Minguela, a escasos km de la Armedilla se reconoce una cavidad mínima conocida como la Cueva de Castrogordo, de la que, dice la tradición, salió una serpiente que envenenó las leche de los habitantes, provocando así el abandono del pueblo para siempre.
El culto a las mouras/hadas de las cuevas está ligado a ciertos espacios de poder luego convertidos en lugares de memoria: cuevas con agua, fuentes y pozos encantados elevan un lugar natural a referencia identitaria de la comunidad relacionados con misterios y ritos iniciáticos en España , Portugal, Francia, Italia y las Islas Británicas, pero su ámbito se extiende temporal y espacialmente por toda Europa y fuera de sus fronteras.
Algunas de aquellas cavidades, como la de Valdelaperra, han sido utilizadas a lo largo de milenios, si bien se propone, para la Prehistoria Reciente, una funcionalidad funeraria.
Otros tantos abrigos y cuevas del centro de la cuenca del Duero fueron ocupados por eremitas desde época hispanovisigoda, tal y como ocurrió en el conjunto de las Pinzas en Pesquera de Duero, los eremitorios de Molpeceres, las covachas del cerro del castillo en Peñafiel y Quintanilla de Arriba y las de Mélida.
Traemos a colación todas estas cuestiones porque, desde nuestro punto de vista, bien pudieran traducir, a falta de confirmación arqueológica, la existencia de sistemas en los que se produce una superposición de ocupaciones y de cultos, ligados a las divinidades telúricas de la tierra y las aguas, a la espiritualidad y los ritos de sociedades desde épocas pretéritas.
Con el cristianismo, fuentes de agua y cuevas sacralizadas son, mediante el recurso de las apariciones marianas directas o en imagen,  apropiadas para la dedicación cultual a la Virgen María y/o bajo la advocación de San Juan Bautista.  Los ejemplos son numerosos, constituyendo la cercana ermita de Hontangas, en Segovia, un ejemplo paradigmático pues conservaba una lauda de época romana con una dedicatoria a una divinidad indígena Aeio Daicino, hoy desaparecida. No faltan los santuarios antiguos ligados a fuentes que fueron sacralizados en época prerrománica, como Santa Lucía del Trampal, en Alcuescar (Cáceres) donde comparecen decenas de aras de Ataecina, diosa de los Mirobrigenses.
También conviene traer a colación otras singulares apariciones marianas en cuevas y fuentes, como la Covadonga, desde donde se vence al enemigo con una gran batalla, la Fuencisla, en Segovia, Sonsoles en Ávila y el culto al Bautista, en San Juan de Baños en Baños de Cerrato, Palencia. 
Esta sacralización no es sólo una personificación alegórica sino una profunda percepción del agua en las cuevas –el útero terrestre- en términos de metáfora, y elementos simbólicos cargados de significados siendo las deidades remotas “señoras de las aguas”.


Una transformación mediante una transposición cultual similar a las anteriores debió dar lugar a las fabulosas leyendas que giran en torno a la divinización cristiana de la cueva del Valdecas o Vadillana, origen  razonable de aquella plasmada por el cronista jerónimo del siglo XVI, José Siguenza, para el culto en el que luego fuera ermita y posterior monasterio de la Armedilla y que narra la supuesta aparición de una imagen de la Virgen María en una cueva, escondida de moros, hallada por unos pastores, a su decir, hacía unos 400 años. 
El Concejo de Cuéllar, en respuesta a tal “hallazgo”, se hizo cargo del lugar, situado en la zona septentrional de su Tierra y dispuso que fuera atendido por un ermitaño y que se labraran aposentos para atender a los muchos peregrinos devotos de la imagen, que allí se juntaban y daban limosnas. La leyenda fue ampliada y agrandada hasta la desmesura en el XVII por el párroco cogezano D. Juan de Rodrigo  
 Asociada a la cueva y al agua, la virgen constituyó un elemento más de la apropiación territorial convirtiéndose en objeto de veneración y peregrinación a partir del siglo XII y hasta el XIX. 
Desde la desamortización de Mendizábal la imagen se encuentra acogida en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, en Cogeces del Monte (Valladolid), donde fue trasladada tras el abandono forzoso del monasterio jerónimo de la Armedilla.  Allí ha permanecido, primero expuesta, como imagen de vestir, en un retablo barroco, hasta su desmontaje total hace unas décadas, y en la actualidad, colocada sobre una repisa de piedra caliza blanca de Campaspero. 



Durante mucho tiempo la imagen se consideró una virgen negra, pero la restauración realizada en 1986 por Don Francisco y Doña María del Carmen Santamaría, bajo el patrocinio de la Caja de Ahorros Popular, puso de relieve que solo las manos postizas eran de color negro y el ennegrecimiento aparente no era más que superficial pues el rostro original era claro y los ojos de un azul intenso.
La escultura románica se había tallado en madera de pino con la parte trasera ligeramente ahuecada para aligerar el peso de la talla para luego ser engasada mediante lienzo de lino, enyesada para cubrirlo y finalmente pintada, habiendo llegado a nuestros días la policromía  original en un aceptable estado de conservación.
La imagen, probablemente realizada en el último cuarto del siglo XII, habría sido encargada para ser venerada en la cueva de la Armedilla, respondiendo a un tipo de imaginería medieval de la madre como trono de Dios, (Theotokos), además de madre de Cristo (Cristotokos) y como tal madre se asentaba a su vez sobre otro trono, el de reina y madre, perfectamente identificable en la decoración pintada. 
Del culto a la Virgen María de las gentes de toda la comarca por tratarse de una imagen muy milagrera, se hacía cargo el Concejo de la Villa de Cuéllar, en cuyos límites más norteños se hallaba la cueva. Su mantenimiento debió parecer gravoso y el concejo acabó ofreciéndolo enseguida a una comunidad monacal cercana, hecho este que conocemos mediante documento fechado el 21 de marzo de 1147, a los monjes cistercienses de Sacramenia, siendo su abad Raimundo, este lugar denominado “Sancte Marie Armidelle” , en el que se cita:

“Concilium Collar… voluntate spontanea nemine cogente, per Dei amorem per nostrorum parentumque nostrorum salutem concedimus locum illum sante Marie de Armediella domino Raimundo eiusdem loci abati que etiam est sante Marie et santi Iohannis de Sacramenia ceterisque fratibus in eodem loco sub ordine santi Benedicti in posterum mansuris et modo manentibus”

Sin entrar en más detalles, y a pesar de que la historiografía ha dado por supuesto que los de Sacramenia fundaron allí su monasterio y que se ha copiado y repetido hasta la saciedad, parece que la callada fue la respuesta y jamás existió un monasterio cister en la Armedilla, cuestión que ya nos habíamos atrevido a poner en entredicho previamente, basándonos en la observación y análisis de las características de las estructuras conservadas en la zona del claustro  y conclusión a la que llega, vía documental, Antonio García Flores quien en su tesis doctoral, vino a defender y publicar que la Armedilla fue una de las fundaciones fallidas de la orden . 
De este modo, sostenemos que la ermita, Ermitiella, Armidelle, Armedilla fue gestionada por el Concejo cuellarano desde el siglo XII hasta comienzos del XV, cuando se hicieron cargo del lugar los jerónimos.
El covacho primigenio debió mostrarse enseguida como insuficiente por lo que acabó levantándose un templo adosado, convirtiéndose enseguida en una iglesia semirupestre dedicada al culto de la imagen y que ha sido profundamente transformado a lo largo de los siglos.
Recientemente hemos tenido ocasión de comprobar la existencia de restos de policromía sobre los enlucidos de los restos de la plementería de la bóveda estrellada de una capilla funeraria gótica, de la que restan exiguas piezas, en colores rojo y azulado o verdoso.
Una nueva y decisiva transformación debió producirse a comienzos del siglo XV con la llegada de los monjes la orden de San Jerónimo procedentes de la Mejorada, en Olmedo y la conversión de la ermita en un centro monacal en el contexto de un trabajo de amojonamiento y control del territorio iniciado por D. Fernando de Antequera. 
Durante los últimos años del siglo XIV los enfrentamientos con la Comunidad de Villa y Tierra de Peñafiel se agudizaron, especialmente a partir de 1390. El infante Fernando, el de Antequera, señor de Cuéllar y Peñafiel, emitió diversas cartas firmadas el 4 de julio de 1396 en Medina del Campo solicitando el aprovechamiento pacífico de los términos comunales que sus padres, los reyes Juan I y Leonor de Aragón habían preceptuado a priori, que consistían en el amplio territorio comunal entre los términos de Langayo y Cogeces del Monte, iniciándose así un interesante proceso de deslinde que siempre dentro de una determinada cordialidad se extenderá hasta el siglo XX. 


El día 5 de enero de 1402 se reúne Sancho Fernández con los procuradores de las dos villas junto con sus escribanos y testigos que conocían bien el terreno, en "el lugar do es el majano do se acostumbra a facer la yunta entre los concejos de Cuéllar y Peñafiel” , se refiere a un término perteneciente actualmente a Campaspero pero que se encontraba entre los actuales despoblados de Minguela y Oreja, este espacio conocido como la Yunta, recibe ese nombre porque allí se "se ayuntaban" (se juntaban) los representantes de Cuéllar y Peñafiel para tratar los asuntos de ambos lugares.

Hasta mediados de febrero se extendió la labor de apeamiento, de la que se da cuenta fiel a diario y finalmente en agosto el rey confirmó la sentencia dada por su juez. 
En este marco, el infante Fernando, ofrece el lugar de la antigua ermita a los monjes de la orden de San Jerónimo de la Mejorada, en Olmedo, para que realicen una fundación de la orden, formalizándose documentalmente en 1402, aunque los monjes debían llevar viviendo y organizando el espacio monasterial ya unos años. 
Es ahora cuando se levantan las primeras construcciones en torno a la ermita semirupestre, para lo que es necesario modificar las pendientes de la ladera. 
Esta nueva nivelación supone la disposición de las fábricas en diferentes terrazas, de modo que el claustro, situado inmediatamente al norte de la ermita queda a un nivel, mientras que el alzado de la panda sur del mismo, se sitúa en una cota superior.


La fundación se formaliza documentalmente en 1402 comenzando a levantarse nuevas construcciones en el entorno de la cueva/ermita. 
El claustro distribuye en tres plantas las dependencias de los monjes, situándose, según obra en las actas capitulares del monasterio conservadas en el Archivo Histórico Nacional, en la planta baja, el refectorio, la Sala Capitular, las cocinas y el cementerio de monjes, en la primera planta la celda del Arca, la celda Prioral, las celdas de monjes, las necesarias (letrinas) y la librería (biblioteca), y en el piso alto, la barbería, enfermería, botica de la enfermería y hospedería. 
A lo largo del tiempo y por diversos motivos algunas de estas son trasladadas de lugar. 
Aprovechando las nuevas posibilidades constructivas, se levantó una pequeña iglesia de aula única y cabecera rematada en ventana ojival, que distaba de la antigua ermita treinta gradas, lo que acabó convirtiendo la cueva en una cripta. 
El lugar recibía numerosas donaciones de hidalgos cuellaranos a cambio de poder enterrarse en la misma.

 

Un siglo después, a comienzos del siglo XVI, siendo los de la Cueva los señores de la villa de Cuéllar,  se levantó a su costa, ya fuera de la clausura,  una nueva iglesia en la Armedilla, a instancias del capítulo de los monjes jerónimos que habían puesto en conocimiento de los duques los problemas que a su vida cotidiana ocasionaba la afluencia constante de peregrinos a la cripta.
Las reticencias de los señores duques fue persistente pero los monjes insistieron hasta convencerles de la necesidad de construir un nuevo templo más amplio, situado sobre la antigua zona de paso del agua a las huertas, en el que se erigiría además una cripta para que la imagen de la virgen se sintiera como en su casa original. 
La nueva iglesia de planta de cruz latina con larga nave de cuatro tramos y cabecera de tramo recto resolvía su cubierta con bóvedas estrelladas cuyo arranque puede observarse en la zona de la cabecera y del transepto, donde aún se ven las ménsulas en las que apoyaban.
El altar, al que acabó trasladándose la imagen de la virgen en el XVII,  se encontraba en alto accediéndose mediante escaleras -debajo de todo el ábside se hallaba una nueva cripta, recién investigada- y a los pies se hallaba el coro levantado bajo el que se accedía a la iglesia desde el exterior de la clausura.
Los pináculos de la espadaña, que preside el escudo ducal de D. Beltrán de la Cueva, son de estilo gótico muy tardío, pero la portada principal que se hallaba a los pies de la iglesia, renacentista.
En el transcurso de los trabajos de investigación realizados en los últimos años, pudo recuperarse el dato del reconocimiento del conocido como “tímpano Spencer”, hoy en el Museo de Historia de la ciudad de Lawrence, en Arkansas, la pieza desaparecida del tímpano de dicha puerta.



 Hacia mediados del siglo XVI habría finalizado la construcción y decoración de la iglesia dando lugar al traslado de la virgen en 1552. En su lugar de origen se encargó una figura pintada de la que hoy nada queda.
La imagen paso a formar parte del retablo del altar mayor, que hoy se halla en la iglesia de Nuestra Señora del Manto de Riaza.
La devoción a la imagen de la Virgen y su carácter milagrero provocaron una afluencia permanente de peregrinos a la Armedilla y el patrocinio de los aristócratas. Donaciones permanentes y promoción de obras marcaron la vida del territorio desde un punto de vista político, social, económico y cultual a lo largo de la historia sobrepasando los límites de las órdenes desamortizadoras que transformaron profundamente un devenir milenario.
Curiosamente, no puedo extenderme mas sobre este punto, se acaba de realizar una excavación arqueológica para documentar la cripta realizada para acoger el culto a la Virgen de la Cueva y sólo les diré que, artificialmente, el agua está presente, como en una remembranza de líquido sonido ligado a las fuerzas telúricas.








¡Que tengan una muy feliz semana!




BIBLIOGRAFÍA

.- ESCRIBANO VELASCO, C. (en prensa): Sacralización y organizacioón del culto en cuevas. El caso del monasterio de la Armedilla, en Cogeces del Monte, Valladolid. Actas del I Congreso Internacional de los Paisajes Sagrados. Antropología, espacios, prácticas y arquitecturas. Museo Etnográfico de Castilla y León, 17 al 20 de octubre de 2018.

.- ESCRIBANO VELASCO, C. (en prensa) :Sacralización, arquitectura religiosa y recuperación social del patrimonio Cultural desde una perspectiva europea. La investigación y actuaciones en torno al Monasterio de la Armedilla, en Cogeces del Monte, Valladolid. Actas del  XI Congreso internacional AR&PA 2018, el Papel del Patrimonio Cultural en la euripa de los ciudadanos.

.- ESCRIBANO VELASCO, C. (en prensa): Origen, caracterización y evolución del Monasterio Jerónimo de Santa María de la Armedilla, en Cogeces del Monte (Valladolid). Primeras Jornadas de Monasterios de Valladolid 2017


Enlaces:
https://amigosarmedilla.wordpress.com/
http://gihec.blogspot.com.es/2013/11/la-armedilla-arqueologia-con-emocion.html
http://ermitiella.blogspot.com.es/2013/11/la-armedilla-cogeces-del-monte.html
http://ermitiella.blogspot.com/2014/03/la-virgen-de-la-armedilla-la-madre-era.html



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