El viajar es malo para el prejuicio, la intolerancia y la estrechez de mente.
- Mark Twain-
El viaje de Egeria fue un gesto de libertad soberana que retó a todo el mundo conocido.
El gusto por el viaje nace de espíritus inquietos, de mentes volátiles, de curiosidades brillantes, de destellos vitales que proporcionan al protagonista mucho mas allá de conocimientos y disfrute de realidades ignotas, pues cambian nuestra capacidad visual, liman nuestra ignorancia y nos permiten ver con nuevos ojos otros mundos.
No suelen darse la circunstancias adecuadas para que la mayor parte de los que anhelamos viajar mas podamos llevarlo a efecto. Falta tiempo, dinero o ambas cosas e incluso sobran responsabilidades. Asi que descubrir, leer y absorber los viajes ajenos, son, en no pocas ocasiones, recursos a los que muchos nos entregamos con fruición. Libros, fotos y documentales están al alcance de cualquiera para hacerlo.
No siempre fue así. Pocas personan tenían acceso a la lectura y la trasmisión, fundamentalmente oral, se enriquecía y modificada en cada boca haciendo de la lejana aventura contada un compendio de leyendas, fantasías y exageraciones que mantenían en vilo a la concurrencia.
Aún mucho mas difícil era viajar, pues los desplazamientos se realizaban a pie, en caballerías y carros, se ampliaba la duración de los itinerarios, el camino era mas inseguro y los viajes de largo alcance estaban fundamentalmente protagonizados por los ejércitos y las legaciones políticas.
Así que descubrir a Egeria es un placer por muchos motivos. Era mujer, a comienzos del cristianismo, viajaba por curiosidad y piedad y lo hacía protagonizando ella misma su periplo.
Parece que en aquellos tiempos estaba de moda para las clases pudientes, incluyendo a las mujeres, hacer el viaje que hizo ella. Franco Cardini, destaca el fuerte movimiento emancipatorio que consiguieron, en los últimos días del Imperio, algunas matronas romanas de clase acomodada, llegando a afirmar que «un verdadero diluvio de matronas inunda la Jerusalén de los tiempos de Jerónimo». Este arrebato por Oriente tuvo su impulso en el empeño en recuperar y lustrar los Santos Lugares de Santa Helena, la madre del emperador Constantino.
Antes que Egeria el viaje había sido realizado por otras mujeres nobles de origen hispano, como Melania, quien enviudó a los 22 años y emprendió un viaje (entre el 371y 372) en compañía de Rufino de Aquileya para visitar a los anacoretas del desierto de Egipto. A la vez su ejemplo fue seguido, entre otras, por la también hispana Poemenia (de cuyo comportamiento se escandalizó San Jerónimo), quien visitó Egipto y Palestina entre los años 384-395 y que iniciaba su periplo el mismo año en que Egeria realizaba su tornaviaje.
Parece que en aquellos tiempos estaba de moda para las clases pudientes, incluyendo a las mujeres, hacer el viaje que hizo ella. Franco Cardini, destaca el fuerte movimiento emancipatorio que consiguieron, en los últimos días del Imperio, algunas matronas romanas de clase acomodada, llegando a afirmar que «un verdadero diluvio de matronas inunda la Jerusalén de los tiempos de Jerónimo». Este arrebato por Oriente tuvo su impulso en el empeño en recuperar y lustrar los Santos Lugares de Santa Helena, la madre del emperador Constantino.
Antes que Egeria el viaje había sido realizado por otras mujeres nobles de origen hispano, como Melania, quien enviudó a los 22 años y emprendió un viaje (entre el 371y 372) en compañía de Rufino de Aquileya para visitar a los anacoretas del desierto de Egipto. A la vez su ejemplo fue seguido, entre otras, por la también hispana Poemenia (de cuyo comportamiento se escandalizó San Jerónimo), quien visitó Egipto y Palestina entre los años 384-395 y que iniciaba su periplo el mismo año en que Egeria realizaba su tornaviaje.
Itinerarium ad Loco Sancta. / http://milcamins.blogspot.com.es
Cuando en 1884, el erudito italiano Gian Francesco Gamurrini identificó, entre los legajos de la Biblioteca della Confraternitá dei laici, en la ciudad de Arezzo (Italia), un manuscrito del XI que copiaba unas cartas que describían un largo viaje a Tierra Santa y Asia Menor, nada se sabía de la autoría de tales escrituras epistolares, un auténtico libro de viajes, salvo que se trataba de una mujer que escribía en primera persona. Si bien se llegaron a proponer algunos nombres, somo el de Silvia de Aquitania, no fue hasta 1903 que el benedictino Mario Ferotín, le asignó esta correspondencia a la primera escritora hispánica, de nombre Egeria, que vivió en el siglo IV d C.
Su nombre había permanecido oculto durante siglos y solamente se conocía una referencia suya a través de una carta que San Valerio escribió a los monjes del monasterio de El Bierzo en el siglo VII, la Epístola Ad fratres Bergidensis, en la que toma a Egeria como modelo de mujer valerosa, describe su viaje y parece dar a entender que era originaria del entorno.
Aunque los diferentes códices que la mencionan le otorgan distintos nombres: Aetheria, Echeria, Etheria, Heteria, Eiheriai o Egeria, ha sido este último el mas aceptado por figurar así en el Liber Glossarum - anónimo del año 750- , en los catálogos de la Biblioteca de San Marcial de Limoges (Itinerarium Egerie abbatisse), y en algunas variantes de la carta de San Valerio.
No obstante, es como Egeria como se la conoce de manera mas común constando esa grafía incluso en una colección de sellos españoles dedicados a este personaje.
Parece que pudiera haber pertenecido al círculo familiar de Teodosio I, y procedía de la Gallaecia, tal vez del interior, de la zona berciana. Probablemente era hermana de Aelia Flacilla, la primera esposa del emperador, o tal vez una de sus hijas. Algunos investigadores, como el P. Arce, suponen que Teodosio y Egeria pudieron salir juntos de Gallaecia en el 378 para llegar a Constantinopla hacia 380, sin que exista dato alguno que pueda avalarlo..
Lo que es cierto, es que de su situación social y económica da cuenta su largo viaje y las necesarias credenciales que hicieron de ella un personaje protegido y bien recibido en todos los lugares de su periplo. Parece que utilizó en su escritura un latín popular y que tenía conocimientos de griego, literatura y geografía, quedando, además, constancia del respeto y aprecio de sus contemporáneos. Su obra se conoce como Itinerarium ad Loca Sancta.
Valerio afirmó que se trataba de una monja, e incluso se le trata como abadesa. En estos momentos inicipentes de la instalación del cristianismo y el monacato, no parece muy adecuado darle el sentido actual del término, más aún si tenemos en cuenta que no se ha probado la existencia de monasterios femeninos en este territorio en el siglo IV d. C. Todo se debe a una interpretación errónea del término sorores como hermanas de religión.
Egeria realiza un viaje desde una inmensa curiosidad y piedad, y lo cuenta en las cartas a sus queridas amigas (dominae et sorores). El periplo duró tres años, entre 381 y 384-, y fue costoso y peligroso, comenzando en el extremo occidental del imperio, recalando en Jerusalén y de allí a Egipto, Mesopotamia y retornando vía Constantinopla.
La detallada descripción de los lugares visitados, las personas encontradas, cada hecho curioso y las diferentes costumbres, no hacen sino abundar en la capacidad de asombro, aprecio y comunicación de Egeria. Debía tratarse de una mujer muy valiente, pues aunque en el siglo IV la red de vías del Imperio era extensísima y bien dotada de edificios de postas y mansios a lo largo de los caminos en los que se podía descansar de las jornadas de marcha y de que fue acompañada y custodiada en los tramos mas inseguros, no dejó de visitar zonas alejadas y peligrosas.
Lamentablemente las cartas de Egeria no se han conservado íntegras pues les falta el inicio y el final, pero en lo que si ha llegado a día de hoy se realiza narración exhaustiva de sus aventuras y una descripción concreta de los lugares en los que estuvo, de las personas que conoció y de las liturgias que se oficiaban en los templos que visitó.
En su viaje, partiendo del extremo occidental del mundo, llegó hasta el oriente de Hispania, y a través de la Via Domitia atravesó el sur de Galia y el norte de Italia bordeando la costa, llegando hasta embarcar hacia Constantinopla, donde llegó en el año 381 y de allí partió a Jerusalén a través de la vía militar que surcaba Bitinia, Galacia y Capadócia, las montañas del Tauro, Antioquia, y costeando el litoral, llegando en la Pascual del año 381.
Se quedó en la ciudad de Jerusalem tres años, hasta la Pascua del 384, desde donde realizó frecuentes excursiones que la mantendrán en ruta meses enteros: Jericó, Nazaret, Galilea, Cafarnaúm, son solo algunos de los lugares mas cercanos de cuyos templos y santuarios da cumplida descripción.
Mosaico de la Iglesia de San Jorge, en Madaba, con un plano de Jerusalén en época de Egeria.
Se sabe que, desde allí, parte hacia Egipto en 382, visita Alejandría y recorre Tebas por el río Nilo; regresa a Jerusalén y llega hasta el Mar Rojo, el Sinaí, y de allí hacia Antioquia, Edesa y Mesopotamia, atraviesa el río Éufrates y el territorio de Siria. Quiso viajar por el interior de Persia pero se le denegó el permiso y regresó a Constantinopla.
Además de la pormenorizada descripción de los lugares, hace hincapié en las formas de la liturgia en Tierra Santa, describiendo los oficios de diario, domingo y las fiestas de Pascua y Semana Santa.
Después de viajar durante más de tres años, regresó a su patria siguiendo otra ruta, para conocer distintos lugares, sumiéndose la vida de Egeria en el misterio. Tal vez falleció en el viaje de regreso pues relata que se encontraba mal a su vuelta a Constantinopla; tal vez consiguiera regresar a su hogar.
Tarjeta Máxima con el sello (Ed. 2774). XVI Centenario del viaje de la monja Egería al Oriente Bíblico. Mapa de la "Geografía de Tolomeo" . En multicolor. De lujo , excepcional. 26 de septiembre de 1984
Su curiosidad le hizo viajar con los sentidos alerta; quiso ver todo lo posible, pidió explicaciones de todo lo que visitó, e insistió en que la llevaran a visitar otras cosas próximas, sin que le cegara el fervor religioso, narrando lo que ha veía durante cada día con sentido crítico e, incluso, irónico.
Aunque no fue la única mujer que viajó a Oriente en aquellos tiempo, lo cierto es que sus cartas han permitido conocer, según dice Carlos Pascual en su estupendo análisis "Egeria, la Dama peregrina", una personalidad y un espíritu increíblemente «moderno», atemporal, cercano a cuantos abrazan esa libertad que desconoce las fronteras del tiempo.
En cualquier caso su importante y descriptiva hazaña ha sido objeto de variados trabajos y publicaciones entre los que destacan, además del artículo mencionado de Pascual, El viaje de Egeria, la peregrina hispana del siglo IV, por Ana Muncharaz, El viaje de Egeria, de Carlos Pascual Gil, Itinerario de la virgen Egeria, de Agustín Arce, Las olvidadas, de Ángeles Caso y Viajes intrépidas y aventureras, de Cristina Morató.
¡Feliz semana!
Fuentes:
Pascual, Carlos; 2005: Egeria, la Dama Peregrina. Arbor CLXXX, 711-712 (Marzo-Abril 2005), 451-464 pp.
me encanta la historia de esta mujer, que a pesar de lo que se dice, no era monja. su obra sale en mi próxima novela, ambientada en el siglo XI. ah! me encanta tu blog, un saludo
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarGracias Jose. Estgá claro que no lo fue, al menos en el sentido actual de la palabra. Un saludo y gracias por tu comentario. Esperaré tu libro con interés
EliminarGracias Jose. Está claro que no se trataba de una monja en el sentido actual de la palabra. Gracias por tu comentario. Esperaré tu libro con interés.
ResponderEliminarMuy buen reportaje Mariché. Egeria es una de mis heroínas. Gracias
ResponderEliminarJ'aime beaucoup votre article et les chants sont magnifiques. Merci Consuelo
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