A unos tres km de Alcuéscar, rodeado de fuentes de agua, el paisaje acoge las ruinas de antiguos lugares sacralizados donde las divinidades han estado presentes desde hace milenios. Las ruinas consolidadas del antiguo monasterio se asientan sobre lo que podrían ser los restos de un espacio de culto romano a la divina Ataecina, una diosa indígena autóctona, cuyo símbolo es una cabra.
De nuevo nos encontramos con las aguas sanadoras, las diosas y el imponente edificio del cristianismo asentado sobre aquellas.
Iba a visitar un templo antiguo y encontré, de nuevo, mucho mas.
De nuevo nos encontramos con las aguas sanadoras, las diosas y el imponente edificio del cristianismo asentado sobre aquellas.
Iba a visitar un templo antiguo y encontré, de nuevo, mucho mas.
El lugar del Trampal está situado sólo a cuatro kilómetros del camino romano que llamamos Vía de La Plata, que lleva el mismo recorrido que la actual carretera de Mérida a Cáceres. Es posible que un ramal de este antiguo camino se desviará en dirección a Trujillo pasando por el mismo Trampal o muy cerca de él. Está situado en una dehesa que aún se mantiene como en la antigüedad y que merece ser conservada lo mejor posible.
Bosques de alcornoques la rodean y embellecen.
De todos los elementos reutilizados para la construcción del templo cristiano, destacan, por su antigüedad y características, una docena de piezas con inscripciones, en realidad aras o altares, dedicados a Dea Domina Sancta Turibrigense Ataecina, la diosa señora santa de la ciudad de Turóbriga, Ataecina, una diosa prerromana cuyo templo principal se encontraba en Turóbriga, ciudad citada por el historiador romano Plinio en la céltica Betaria y cuya antigua ubicación aún no se conoce con seguridad.
Por lápidas halladas en Medellín y otros lugares del territorio se conoce que era designada como Dea Dómina Ataecina Turobrigensis Proserpina , o simplemente como Dea Dómina Ataecina Turobrigensis, una divinidad que velaba por la observación de las leyes y había enseñado a los hombres los rudimentos de la civilización. Era también una divinidad telúrica, agraria e infernal que se cuidaba de la moral y concedía premios y castigos y poseía la capacidad de descubrir los objetos robados y castigar a los ladrones, una cuestión reconocida en numerosas lápidas que contienen oraciones e invocaciones para protegerse de los robos o para recuperar objetos robados.
Ataecina era también una diosa lunar cuyo culto estuvo también muy extendido por toda la Bética y Lusitania.
Es claro que las aras eran ofrecidas por los seguidores de la diosa para cumplir votos. En su superficie superior suele haber unos huecos, generalmente cuatro, uno por cada pata, que servirían posiblemente para sujetar una estatuilla de cabra realizada en bronce como las que se puede ver en los museos de Lisboa, Cáceres y Madrid y que recordarían o sustituirían la ofrenda hecha a la diosa de este animal.
Dado el importante número de inscripciones de Ataecina podría pensarse en la existencia de un santuario de la diosa. Pero lo cierto es que no sólo se trata de aras. Junto a estas se han hallado algunas otras inscripciones funerarias que podrían relacionarse con la localización de la antigua Turóbriga.
A pesar de todo ello y de la existencia de muros infrayacentes a la iglesia antigua, nada permite aún afirmar o negar la existencia allí de un asentamiento fechado en las siglos I y II de nuestra era. Parece pues que no puede avalarse con seguridad ni que se trate del emplazamiento de Turóbriga ni que las piezas puedan o no ser de un santuario situado allí mismo, si bien todo hace pensar que trasladar tantas piezas de lejos no tendría demasiado sentido.
El templo de Santa Lucía,- advocación ligada a la reforma del monasterio en el siglo XV- hunde sus raices en el siglo VIII. Lo que durante años se consideró una iglesia visigoda del siglo VII, de triple ábside, levantada con grandes sillares graníticos de factura romana, ha sido objeto de nuevos estudios arqueológicos y arquitectónicos realizados por Luis Caballero Zoreda y Fernando Sáez Lara.
Se trata de una pequeña iglesia, como tantas otras prerrománicas, cuyos muros se levantan con un aparejo irregular de sillares bien labrados, procedentes del expolio o reutilización de edificios previos de época romana, entre los que se hallan, como acabamos de exponer, aras dedicadas a la diosa Ataecina, asimilada a las romanas Ceres y Proserpina.
De la iglesia de Santa Lucía solo ha llegado a nosotros su núcleo central ya que han desaparecido las habitaciones laterales de las que solo conocemos su planta gracias a las excavaciones arqueológicas, lo que nos permite imaginar su estructura. El acceso podía realizarse a través de dos pórticos situados en el norte y en el sur, posteriormente desaparecidos, cuyas puertas siempre permanecían abiertas, pues no se conservan evidencias de quicialeras para los ejes de cierre alguno.
El interior se configuraba en una aula tripartita con las naves separadas entre sí por pilares, cuyos cimientos aparecieron en las excavaciones y cuyo arranque se señaló en la restauración mediante la colocación de sillares. Era ocupada por los fieles, que antecedía a un pequeño coro, delimitado por unas piezas probablemente marmóreas, reservado a los monjes. Delante de aquel ase hallaba el transepto, un crucero alargado, de siete tramos al que se abrían las tres capillas de la cabecera mediante tres accesos diferentes.En la cabecera central se dispondría el altar, siendo lo más probable que las laterales sirvieran como sacristías o ligares donde se recibían las ofrendas. A un lado y otro de las naves, se desarrollan habitaciones adosadas de función incierta.
La bóveda del crucero estaba reforzada con arcos fajones de herradura que junto con los arcos de entrada en cada cabecera formarían los arcos torales que soportaron unos cimborrios que desaparecieron. Los arcos se apoyaban en columnas, probablemente marmóreas y se adornaban con impostas talladas y capiteles que mas tarde fueron sustituidos por los bloques graníticos actuales.
En el Trampal existió, igualmente, otro templo, a unos 200 m dedicado a Santiago que conformaba un monasterio.
Los restos de ornamentación arquitectónica procedentes de la excavación arqueológica reúnen motivos geométricos (perlados, arquillos, arcos seriados, etc) y elementos vegetales estilizados (roleos, tallos con zarcillos, palmas, etc) que encajan bien dentro de los paradigmas de época visigoda, aparecen descontextualizados, sin que exista posibilidad de adjudicarlos a un momento cultural concreto.
Al margen de descubrimientos previos sin repercusión, la iglesia fue "reconocida" en el año 1980 por Jesús Rosco y Mª. Luisa Téllez quienes, de inmediato, pusieron el hecho en conocimiento de S. Andrés Ordax de la Universidad de Extremadura. Pronto, estos descubridores dieron a conocer su hallazgo y Luis Caballero Zoreda solicitó autorización para su estudio que comenzó en 1984 y se prolongó en campañas sucesivas hasta 1989.
Dada su excepcionalidad e importancia fue Declarada Monumento Histórico-Artístico iniciándose un proceso de restauración, que dirigieron los arquitectos Antonio Almagro Gorbea, Pablo Latorre González-Moro y Leandro Cámara Muñoz, asegurado la supervivencia y la comprensión del monumento.
Desde el mismo momento de su redescubrimiento las autoridades se preocuparon por su recuperación y conservación. Por ello la Junta de Extremadura además de declarar el lugar como Bien de Interés Cultural , figura legal que protege el monumento y su entorno, adquirió una parte del terreno en que se encuentra y financió la investigación, excavación arqueológica, estudio y finalmente su restauración.
Su datación en el siglo VIII la convierte en un singular ejemplo de arquitectura mozárabe de la que destaca, convirtiéndose en la imagen mas utilizada, su cabecera tripartita de capillas con espacios intermedios y plantas rectangulares abiertas a un transepto. Estos santuarios de cabecera, paralelos y abovedados en herradura no comparten medianeras sino que sus muros son independientes, alargándose así el transepto que se divide en siete tramos. Los intermedios y los dos extremos se cubren con bóveda de herradura, mientras que en los tramos frente a las capillas, los muros se prolongan por encima de las bóvedas.
Ese tipo de cabecera triple pone en relación Santa Lucía con San Juan de Baños, en Baños de Cerrato (Palencia) lo que supuso que algunos estudiosos la consideren aún de época visigoda. Sin embargo, los investigadores citados líneas mas arriba proponen su construcción hacia el año 750, es decir, en tiempos "mozárabes", en sintonía con lo que algunos llaman "arquitectura de resistencia" amparándose en la cerámica, los tipos constructivos y los restos epigráficos y ornamentales. Un siglo después la iglesia se abandonaría y desde mediados del siglo IX estaría abandonada hasta el final de la Edad Media, fecha en la que se reconstruye utilizando arcos ojivales y levantando nuevas habitaciones sobre los restos de las naves laterales.
La iglesia de Santa Lucía fué desamortizada en 1835 pasando a manos de particulares. A mediados del siglo XXel edificio se utilizaba como establo de ganado y cobijo de campesinos. Faltaba casi toda la estructura superior, sustituida por un tejado y se había construido una vivienda agrícola adosada al extremo norte del crucero.
Los más ancianos del pueblo recuerdan haber oído contar a sus abuelos que en Santa Lucía se hacía misa el segundo día de Pascua de Resurrección, al parecer hasta mediados del siglo XIX , y también la Jira o Romería del lunes de Pascua hasta los primeros años del siglo XX.
La restauración realizada se basó en criterios prudentes con un resultado final en el que los añadidos hipotéticos están perfectamente marcados mediante el uso de cubiertas de chapa que otorgan al conjunto un aspecto curioso. Discutida ha sido la interpretación hecha de los tres "cimborrios" pues si fueron concebidos para proporcionar más luz, acaso debieran haber incluido ventanas generosas en lugar de saeteras estrechas. Se podría haber planteado, como existe en el templo contemporáneo de Santullano, la posibilidad de que hubieran existido habitaciones altas, lo que modificaría substancialmente la propuesta actual. Más aún, caben otras opciones.
Bosques de alcornoques la rodean y embellecen.
De todos los elementos reutilizados para la construcción del templo cristiano, destacan, por su antigüedad y características, una docena de piezas con inscripciones, en realidad aras o altares, dedicados a Dea Domina Sancta Turibrigense Ataecina, la diosa señora santa de la ciudad de Turóbriga, Ataecina, una diosa prerromana cuyo templo principal se encontraba en Turóbriga, ciudad citada por el historiador romano Plinio en la céltica Betaria y cuya antigua ubicación aún no se conoce con seguridad.
Por lápidas halladas en Medellín y otros lugares del territorio se conoce que era designada como Dea Dómina Ataecina Turobrigensis Proserpina , o simplemente como Dea Dómina Ataecina Turobrigensis, una divinidad que velaba por la observación de las leyes y había enseñado a los hombres los rudimentos de la civilización. Era también una divinidad telúrica, agraria e infernal que se cuidaba de la moral y concedía premios y castigos y poseía la capacidad de descubrir los objetos robados y castigar a los ladrones, una cuestión reconocida en numerosas lápidas que contienen oraciones e invocaciones para protegerse de los robos o para recuperar objetos robados.
Ataecina era también una diosa lunar cuyo culto estuvo también muy extendido por toda la Bética y Lusitania.
Es claro que las aras eran ofrecidas por los seguidores de la diosa para cumplir votos. En su superficie superior suele haber unos huecos, generalmente cuatro, uno por cada pata, que servirían posiblemente para sujetar una estatuilla de cabra realizada en bronce como las que se puede ver en los museos de Lisboa, Cáceres y Madrid y que recordarían o sustituirían la ofrenda hecha a la diosa de este animal.
Dado el importante número de inscripciones de Ataecina podría pensarse en la existencia de un santuario de la diosa. Pero lo cierto es que no sólo se trata de aras. Junto a estas se han hallado algunas otras inscripciones funerarias que podrían relacionarse con la localización de la antigua Turóbriga.
A pesar de todo ello y de la existencia de muros infrayacentes a la iglesia antigua, nada permite aún afirmar o negar la existencia allí de un asentamiento fechado en las siglos I y II de nuestra era. Parece pues que no puede avalarse con seguridad ni que se trate del emplazamiento de Turóbriga ni que las piezas puedan o no ser de un santuario situado allí mismo, si bien todo hace pensar que trasladar tantas piezas de lejos no tendría demasiado sentido.
El templo de Santa Lucía,- advocación ligada a la reforma del monasterio en el siglo XV- hunde sus raices en el siglo VIII. Lo que durante años se consideró una iglesia visigoda del siglo VII, de triple ábside, levantada con grandes sillares graníticos de factura romana, ha sido objeto de nuevos estudios arqueológicos y arquitectónicos realizados por Luis Caballero Zoreda y Fernando Sáez Lara.
Se trata de una pequeña iglesia, como tantas otras prerrománicas, cuyos muros se levantan con un aparejo irregular de sillares bien labrados, procedentes del expolio o reutilización de edificios previos de época romana, entre los que se hallan, como acabamos de exponer, aras dedicadas a la diosa Ataecina, asimilada a las romanas Ceres y Proserpina.
De la iglesia de Santa Lucía solo ha llegado a nosotros su núcleo central ya que han desaparecido las habitaciones laterales de las que solo conocemos su planta gracias a las excavaciones arqueológicas, lo que nos permite imaginar su estructura. El acceso podía realizarse a través de dos pórticos situados en el norte y en el sur, posteriormente desaparecidos, cuyas puertas siempre permanecían abiertas, pues no se conservan evidencias de quicialeras para los ejes de cierre alguno.
Plano Caballero y Sáez
El interior se configuraba en una aula tripartita con las naves separadas entre sí por pilares, cuyos cimientos aparecieron en las excavaciones y cuyo arranque se señaló en la restauración mediante la colocación de sillares. Era ocupada por los fieles, que antecedía a un pequeño coro, delimitado por unas piezas probablemente marmóreas, reservado a los monjes. Delante de aquel ase hallaba el transepto, un crucero alargado, de siete tramos al que se abrían las tres capillas de la cabecera mediante tres accesos diferentes.En la cabecera central se dispondría el altar, siendo lo más probable que las laterales sirvieran como sacristías o ligares donde se recibían las ofrendas. A un lado y otro de las naves, se desarrollan habitaciones adosadas de función incierta.
En el Trampal existió, igualmente, otro templo, a unos 200 m dedicado a Santiago que conformaba un monasterio.
Los restos de ornamentación arquitectónica procedentes de la excavación arqueológica reúnen motivos geométricos (perlados, arquillos, arcos seriados, etc) y elementos vegetales estilizados (roleos, tallos con zarcillos, palmas, etc) que encajan bien dentro de los paradigmas de época visigoda, aparecen descontextualizados, sin que exista posibilidad de adjudicarlos a un momento cultural concreto.
De Caballero y Sáez, La iglesia mozárabe de Santa Lucía del Trampal, Alcuéscar (Cáceres). Arqueología y arquitectura. 1999.
Dada su excepcionalidad e importancia fue Declarada Monumento Histórico-Artístico iniciándose un proceso de restauración, que dirigieron los arquitectos Antonio Almagro Gorbea, Pablo Latorre González-Moro y Leandro Cámara Muñoz, asegurado la supervivencia y la comprensión del monumento.
Desde el mismo momento de su redescubrimiento las autoridades se preocuparon por su recuperación y conservación. Por ello la Junta de Extremadura además de declarar el lugar como Bien de Interés Cultural , figura legal que protege el monumento y su entorno, adquirió una parte del terreno en que se encuentra y financió la investigación, excavación arqueológica, estudio y finalmente su restauración.
Su datación en el siglo VIII la convierte en un singular ejemplo de arquitectura mozárabe de la que destaca, convirtiéndose en la imagen mas utilizada, su cabecera tripartita de capillas con espacios intermedios y plantas rectangulares abiertas a un transepto. Estos santuarios de cabecera, paralelos y abovedados en herradura no comparten medianeras sino que sus muros son independientes, alargándose así el transepto que se divide en siete tramos. Los intermedios y los dos extremos se cubren con bóveda de herradura, mientras que en los tramos frente a las capillas, los muros se prolongan por encima de las bóvedas.
Ese tipo de cabecera triple pone en relación Santa Lucía con San Juan de Baños, en Baños de Cerrato (Palencia) lo que supuso que algunos estudiosos la consideren aún de época visigoda. Sin embargo, los investigadores citados líneas mas arriba proponen su construcción hacia el año 750, es decir, en tiempos "mozárabes", en sintonía con lo que algunos llaman "arquitectura de resistencia" amparándose en la cerámica, los tipos constructivos y los restos epigráficos y ornamentales. Un siglo después la iglesia se abandonaría y desde mediados del siglo IX estaría abandonada hasta el final de la Edad Media, fecha en la que se reconstruye utilizando arcos ojivales y levantando nuevas habitaciones sobre los restos de las naves laterales.
La iglesia de Santa Lucía fué desamortizada en 1835 pasando a manos de particulares. A mediados del siglo XXel edificio se utilizaba como establo de ganado y cobijo de campesinos. Faltaba casi toda la estructura superior, sustituida por un tejado y se había construido una vivienda agrícola adosada al extremo norte del crucero.
Los más ancianos del pueblo recuerdan haber oído contar a sus abuelos que en Santa Lucía se hacía misa el segundo día de Pascua de Resurrección, al parecer hasta mediados del siglo XIX , y también la Jira o Romería del lunes de Pascua hasta los primeros años del siglo XX.
La restauración realizada se basó en criterios prudentes con un resultado final en el que los añadidos hipotéticos están perfectamente marcados mediante el uso de cubiertas de chapa que otorgan al conjunto un aspecto curioso. Discutida ha sido la interpretación hecha de los tres "cimborrios" pues si fueron concebidos para proporcionar más luz, acaso debieran haber incluido ventanas generosas en lugar de saeteras estrechas. Se podría haber planteado, como existe en el templo contemporáneo de Santullano, la posibilidad de que hubieran existido habitaciones altas, lo que modificaría substancialmente la propuesta actual. Más aún, caben otras opciones.
Antes de llegar a la iglesia de Santa Lucía, encontraremos el Centro de Interpretación con aparcamiento desde el que se organizan las visitas y que atendido por personal de la Junta de Extremadura (Tno 608 258 780)
El horario es amplio y la visita gratuita
Llegar desde el centro de Alcuéscar es muy fácil, sólo hay que salir por la Calle de la Fuente (dirección Sur) y seguir una carretera estrecha aunque asfaltada. A poco más de 2 kilómetros puede verse la iglesia.
Datos GPS : Coordenadas 39.152744 N / 06.222661 O
No se lo pierdan
Se lo dedico a Manuel Moro, Nines Fajardo, Conchi Izquierdo y Francisco Pérez, mis compañeros en este viaje
¡Que tengan una buena semana!
El horario es amplio y la visita gratuita
Llegar desde el centro de Alcuéscar es muy fácil, sólo hay que salir por la Calle de la Fuente (dirección Sur) y seguir una carretera estrecha aunque asfaltada. A poco más de 2 kilómetros puede verse la iglesia.
Datos GPS : Coordenadas 39.152744 N / 06.222661 O
No se lo pierdan
Se lo dedico a Manuel Moro, Nines Fajardo, Conchi Izquierdo y Francisco Pérez, mis compañeros en este viaje
¡Que tengan una buena semana!
Bibliografía
Caballero Zoreda, Luis; Sáez Lara, Fernando; Almagro Gorbea, Antonio (1999). La iglesia mozárabe de Santa Lucía del Trampal. Alcuéscar (Cáceres). Arqueología y Arquitectura. Junta de Extremadura, Consejería de Cultura, Dirección General de Patrimonio Cultural. ISBN 84-7671-490-4.
http://digital.csic.es/handle/10261/27515
BIGC Valdeobispo, nº 5, 1981: "Descubierta en Alcúescar-Cáceres, una Basílica visigoda. I" (Rosco, Téllez y Rio-Miranda 1981).
S. Andrés Ordax La basílica hispanovisigoda de Alcuéscar (Cáceres) en la revista Norba Nº 2, 1981, págs. 7-22
Gracias por dárnosla a conocer. Muy interesante
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