Siempre que se inicia un viaje se hace con el propósito de encontrar algo, puede que a uno mismo. Si se tiene suerte y se va a Roma, se descubrirá la magnificencia de una gran ciudad en la que las superposiciones cronológicas y culturales amalgaman la historia del viejo continente. Europa, parte de Asia y Africa no pueden comprenderse sin Roma, que da una escala certera del devenir de la de tantas gentes y territorios
Mi periplo se inició en un raro enero, en el foro Boario, frente al templo llamado de Vesta, donde con el sobrenombre de la belleza -Kosmedín en griego- se alza la basílica menor de Santa María.
La llanura comprendida entre el río Tíber y las colinas más próximas: el Campidoglio, el Palatino y el Aventino, fue en la antigüedad una importante zona económica de Roma, el conocido como Foro Boario o “Foro de los Bueyes”, donde se unían las dos principales vías naturales de comunicación e intercambios en los orígenes de Roma: el río Tíber, por un lado, y la ruta norte-sur que unía las regiones de Etruria y Campania. Este era un lugar de paso natural del ganado, de ahí su denominación
Bajo advocaciones diversas como Santa María de Monticelli,que hace referencia a su situación sobre una colina constituida por los restos de antiguos edificios de la Roma clásica y de Santa Ana de Arénula, probablemente por hallarse cerca del circo, y el anfiteatro, era la parroquia del antiguo distrito de Régola.
Las noticias de la construcción del templo se retrotraen al siglo VI, alzándose una primera construcción sobre los restos del altar monumental de Hércules (Ara Maxima Erculis Invicti) y parte de una de las Annona, un centro de distribución de comida de la ciudad clásica, que probablemente había dado lugar a un posterior diaconado en el que se ejercía reparto de caridad entre los pobres.
El mito fundacional de Roma por Rómulo incluye en el 753 a. C en el recinto sagrado ( el pomerium) el Ara Maxima, haciendo hincapié en la tradición religiosa mediterránea asociada al héroe, atestiguada en la zona desde momentos muy antiguos, alrededor del siglo VI a. C. La forma definitiva del altar de Hércules se data en el siglo II a. C. Las dimensiones de su podio eran 31,50 x 21,70 m, con un altura de 3,28 m, elevado a 4,17 m tras la intervención augustea.
El mito fundacional de Roma por Rómulo incluye en el 753 a. C en el recinto sagrado ( el pomerium) el Ara Maxima, haciendo hincapié en la tradición religiosa mediterránea asociada al héroe, atestiguada en la zona desde momentos muy antiguos, alrededor del siglo VI a. C. La forma definitiva del altar de Hércules se data en el siglo II a. C. Las dimensiones de su podio eran 31,50 x 21,70 m, con un altura de 3,28 m, elevado a 4,17 m tras la intervención augustea.
Planimetría de la Statio Annonae Urbis Romae, descubierta bajo la iglesia de S. Maria
en Cosmedin, en Roma. Del libro de Giuseppe Lugli "I monumenti antichi di Roma e Suburbio" (1942)
Desde el momento de su fundación, la iglesia había servido a la comunidad griego-bizantina asentada en la zona ya época de Justiniano. En el siglo VIII, esta comunidad aumentó notablemente debido a la inmigración masiva desde Oriente por la controversia iconoclasta
A finales del siglo VIII el papado, bajo el cetro de Adriano I promueve la construcción de la basílica de tres naves y el pórtico. De entonces data la cripta relicario construida bajo el suelo del altar mayor con algunos sillares del templo romano de Hércules, cuya finalidad era albergar los restos de algunos mártires procedentes de las catacumbas romanas. Este espacio se conforma como una pequeña basílica de tres naves, con arcos que descansan en seis columnas y capiteles reutilizados. En sus paredes presentan hileras de nichos con estantes de mármol que albergaban dichas reliquias.
Un siglo después, debido al terremoto que asoló Roma en el año 847, la iglesia resultó dañada, siendo restaurada por el papa Nicolás I, levantándose una sacristía y un oratorio dedicados a San Nicolás y una residencia papal. Pasó a constituirse en lugar de elección de algunos de los papas que antes ostentaron el título de cardenal diácono del templo.
En la cripta, en el altar del siglo VI, se conservan las reliquias de San Valentín, mientras que en el altar mayor están las de los mártires Coronado, Cirila e Hilario.
La iglesia fué parcialmente destruida tras el saqueo normando de Roma en 1084, siendo reformada sustancialmente entre 1118 y 1124 bajo los papados de Pascual II e Inocencio II, así como con Alfano, camarero del papa Calixto II. Conserva, a la entrada de la sacristía, la inscripción de su consagración, acontecida el 6 de mayo de 1143, así como los restos pintura del papa Inocencio con doble tiara.
De planta basilical y tres naves divididas por cuatro pilastras y dieciocho antiguas columnas, conserva en los laterales algunas de la antigua Statio Annonae.
En el siglo XIII se le dotó de baldaquino obra de Deodatus, el coro o Schola Cantorum, el trono del obispo, el pavimento cosmatesco y un esbelto campanario románico, el mas alto de los medievales de la ciudad de Roma. Idéntica datación se propone para el mosaico de estilo bizantino del ábside que representa al Salvador entronizado con su madre, flanqueado por algunos santos. El candelabro oriental también es del siglo XIII.
El templo, tras pasar en 1432 a manos de los monjes benedictinos de Monte Casino, pasó una época de decandencia y fue remozado en el siglo XVIII con añadidos barrocos.
En la segunda mitad del siglo XIX fue restaurada bajo la dirección de Francesco Azzuri, quien decidió la eliminación de estos aderezos, recuperando su aspecto medieval.
En la sacristía se encuentra recolocado un precioso fragmento de mosaico del siglo VIII llevado ahí desde la antigua Basílica de San Pedro.
Las pinturas que se conservan en el interior, en la parte alta de la nave y en el arco triunfal se han datado entre los siglos VIII al XII, en tres estratos bien diferenciados.
La fachada es de Mateo Sassi. Fue restaurada con un criterio historicista, recuperando un aspecto medieval con acceso mediante un pórtico con siete arcos en el que se había recolocado en 1635 la pieza conocida como Boca de la Verdad, una antigua máscara circular hecha de mármol que representa una cara masculina barbada, con los ojos, la nariz y la boca perforados, tal vez una dios de las aguas. Con un peso cercano a las 12 toneladas y 1,8 metros de diámetro por 20 centímetros de espesor, se han propuesto para ella interpretaciones diversas, desde una pieza de fuente romana, a una máscara y una pieza de alcantarilla. Hasta 1632 se encontraba situada en la plaza próxima de la Bocca della Veritá.
La leyenda la convirtió en un elemento de prueba de la veracidad y uno de los elementos mas fotografiados por los turistas que se atreven a meter su mano en la boca de la máscara.
Santa María in Cosmedín está regida en la actualidad por la iglesia griega católica melkita
¡Que tengan una buena semana!
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