Fot. Domus Pucelae
A veces ocurre que la historia del hombre se hace compleja y lo que otrora pudo esconderse, sale a la luz como un magnífico hallazgo de aquello que nunca pudo ser recuperado en vida de sus poseedores.
Bien hubiera sido ocultado por sus legítimos dueños, ya fueran individuales o colectivos, bien por que fue atesorado ilícitamente, permaneció oculto a los ojos y al recuerdo.
Milenios siendo un fósil, escondido, preservado en condiciones estables hasta que el sueño, el azar, la infraestructura de turno o la ambición, desentierran lo que el tiempo y la intención escondieron con tanto mimo.
Cuando el gran Miguel Delibes escribió el tesoro en los años 80 del siglo XX dedicó este libro a su hijo Germán, entonces mi catedrático de Prehistoria, y a todos los que nos dedicamos a estudiar el pasado. Esta, considerada una obra menor, narra una situación concreta y novelada -basada en una historia real que le ocurrió a Germán y a los Kuntas (sus alumnos y colaboradores), y que algunos arqueólogos hemos vivido hasta hace un tiempo- , que por desgracia, sigue estando de actualidad.
"A mi hijo Germán y a cuantos dedican su vida a investigar nuestras raíces".
Cuenta Delibes el hecho del hallazgo, mientras se realizaba un cortafuegos en la sierra, de un "tesoro" celtibérico con brazaletes, anillos, arracadas y pendientes de oro y plata, todo encerrado en una tinaja. La noticia hace que, desde la Universidad, se inicie una campaña de excavación arqueológica cuyo objeto es analizar el contexto del hallazgo, ya que estos "atesoramientos" pueden responder a la necesidad de preservar (a través de la ocultación) el patrimonio de una familia astur ante la llegada del conflicto con los romanos, que se encuentran en proceso de conquista del territorio.
Pero enseguida todo se complica. Ante el hallazgo de un tesoro ignoto, en un inmenso castro de la Edad del Hierro, los habitantes de la localidad situada a los pies del monte, susceptibles, vigilan el trabajo de los arqueólogos con actitud amenazante. La tensión crece por momentos y enseguida se desencadena una situación complicada y la policía acaba tomando el pequeño pueblo. Esa dicotomía de intereses hace que el yacimiento acabe destruido.
El Tesoro de Delibes no habla de historia, ciencia o cultura, sino de pasiones simples, de incomunicación, de saqueo, de codicia, de sospecha de celo profesional y administrativo. Los arqueólogos se ven obligados a abandonar su trabajo y todo acaba en un rocambolesco juicio.
Esta obra literaria, que incluso se llevó al cine, novela un hecho real acontecido en 1980 en el castro de Las Labradas, en Arrabalde (Zamora), si bien algunos de los hechos fueron suavizados y modificados. Ni el hallazgo casual fue tan fortuito, ni el hallador fue generoso, ni los trabajos arqueológicos se produjeron con la tensión extrema que narra el libro, aunque la situación fuera tremenda.
No obstante, la historia marcó, de alguna manera, un modo de actuar frente a la desprotección de los hallazgos arqueológicos singulares, la actuación de los excavadores clandestinos y los detectoristas que saquean los yacimientos arqueológicos.
Tesoro 1 de Arrabalde. Museo de Zamora
En abril de 1987, un segundo tesoro, algo más modesto desde el punto de vista del número de objetos recuperados, es exhumado de forma igualmente lamentable.
Respecto a las circunstancias que motivaron ambas ocultaciones, y a falta de mejores argumentos, cabría suponer que jugó un papel decisivo el ambiente de inseguridad engendrado por el conflicto de Cántabros y Astures contra Roma (29-19 a.C.)23, fecha que vienen a corroborar los materiales arqueológicos obtenidos en las diversas catas realizadas en el castro de Labradas, que conducen repetidamente a fechas de finales del siglo I antes de Cristo.
En este lugar excavé con uno de los mejores arqueólogos con los que he trabajado en mi vida, el profesor Angel Esparza Arroyo, cuando mi horizonte de trabajo eran los castros zamoranos de la Edad del Hierro. Mucho ha llovido desde entonces y ciertamente mucho ha influido en todos los arqueólogos de la Meseta Norte, entre los que me incluyo.
A lo que iba. Estos dos supuestos hallazgos casuales producidos mientras se realizaban trabajos agrícolas o forestales en la Sierra, a falta de una comprobación fehaciente, olían a chamusquina (tómese en sentido figurado). Pudieron haberse hallado cientos de útiles, cacharros y herramientas fosilizadas en el yacimiento pero fue a darse con dos atesoramientos. La experiencia nos mueve a sospechar lo espúrio de tales encuentros fortuitos. Permítaseme. De hecho el yacimiento arqueológico de Las Labradas ha estado expuesto a la actuación de excavadores clandestinos y detectoristas durante años.
El Castro de Las Labradas es uno de los yacimientos arqueológicos más extensos de la provincia de Zamora, con unas 23 hectáreas de extensión sobre las crestas de la Sierra de las Carpurias, dominando la vega del río Eria al norte y el Valle de Vidriales al sur, en un emplazamiento marcadamente estratégico. La inexpugnabilidad natural se completaba con varios recintos amurallados levantados con cuarcita, que alcanzaban una longitud de 2.500 metros adaptándose a las irregularidades del relieve y uniendo roquedos naturales. Los lomos de derrumbe que hoy reconocemos en la superficie del castro nos ponen sobre la pista de una altura media de entre 4 y 5 metros
En los flacos occidental y oriental, más expuestos y accesibles, se encontraban las puertas de entrada flanqueadas por torreones macizos de planta cuadrangular que controlaban el acceso, una de ellas excavada en los años 90. Estos accesos se encontraban precedidos por campos de piedras hincadas, como el documentado en el ángulo noroeste del yacimiento. el conjunto de estos elementos impedía que pudiera llevarse a cabo un ataque rápido e inesperado.
Las Labradas fue ocupado como núcleo de cierta entidad entre los siglos I a C y el I d. C. , cuando se levantan las construcciones defensivas del castro y se ocultan los tesoros. Se sospecha que pudo reagrupar, frente a la conquista romana a gentes de diferentes poblados de este territorio, si bien no puede descartarse, en absoluto, que existiera un puesto militar relevante, habida cuenta de los restos de armaduras.
Así, el proceso de conquista del noroeste debió originar la ocupación del castro, mientras que el dominio del territorio determinó su abandono.
Así, el proceso de conquista del noroeste debió originar la ocupación del castro, mientras que el dominio del territorio determinó su abandono.
Al comenzar esta reseña, ya expuse que fue precisamente en este enorme recinto fortificado donde se hallaron, entre los años 1980 y 1988, dos atesoramientos integrados por más de cincuenta piezas de oro y plata que se conservan en el Museo de Zamora.
En el tesoro 1, hallado en el mes de agosto de 1980, aparecieron ,cobijados en un gran vaso cerámico, un conjunto de piezas de orfebrería: joyas de adorno como varias fíbulas, diademas, brazaletes espiraliformes, torques, pendientes, anillos, una excepcional placa de cinturón rematada en cabeza de serpiente, aros o coleteros para el cabello, etc, se hallaban junto a dos vasos argénteos carenados, todos ellos relevantes ejemplares de la producción orfebre de los pueblos prerromanos meseteños tanto por sus motivos decorativos como por sus técnicas de trabajo y los materiales empleados.
Fíbula anular y torques prerromanos pertenecientes al tesoro de Arrabalde
Los contextos de los tesoros de Arrabalde fueron destruidos, pero las excavaciones realizadas en el yacimiento han seguido su curso de la mano del profesor Angel Esparza Arroyo, con quien tuve el gusto de colaborar hace ya unas décadas. Tanto Angel Esparza como Germán Delibes han llevado a cabo la sistematización y análisis de estos dos conjuntos descontextualizados, proponiendo cronologías tardías dentro de las producciones de la II Edad del Hierro,
Los tesoros del ámbito prerromano meseteño son interpretados como acopios de riquezas individuales, familiares o colectivas que se ocultan de manera provisional en momentos de tensión. Este clima de inseguridad está relacionado con las operaciones de guerra, siendo destacable al respecto la presencia del cuartel de la Legio X Gemina en la cercana localidad de Rosinos de Vidriales. El empleo del oro y la plata así como el carácter ornamental de las piezas reflejan la ostentación y la relevancia social de sus dueños. La mayoría de estas joyas se utilizaron como adorno personal, teniendo unos diseños muy vistosos, con decoraciones recargadas con representaciones vegetales y animales (bellotas, racimos, bóvidos, équidos, serpientes o aves).
Lamentablemente existen pocos ejemplos de adornos fuera de estos hallazgos "fortuitos" y de los que proceden de rebuscas con detectores metálicos. Casos idénticos se han producido en territorios cercanos como Rabanales (Zamora), Padilla de Duero -Pintia- en Peñafiel (Valladolid) y Palencia (Pallantia).
Es obvio que tales escondrijos serían preparados por sus poseedores para ser recuperados en cuanto las circunstancias lo permitieran, hecho que jamás ocurrió,
Tesorillo número 2 de Las Quintanas, Pintia.
Curiosísimo es el reconocimiento de piezas de orfebrería similares a las representadas en Arrabalde, reproducidas en barro que forman parte de los ajuares de la necrópolis de las Ruedas en Pintia y que proceden de la tumba 127b, hallada durante las campañas de los años 2007 y 2008, que vienen a ser denominadas como joyas de barro y para cuya propietaria, una niña de seis o siete años, fueron depositadas.
El Castro de las Labradas es Bien de Interés en la categoría de Zona Arqueológica y puede ser visitado.
Es accesible desde la localidad de Arrabalde , tomando la dirección hacia Alcubilla de Nogales. Atras un ascenso de unos 2 kilómetros se alcanza la primera línea de muralla del flanco occidental del castro. Un itinerario circular guiado por 6 paneles te conduce por el alto de Las Labradas explicando brevemente las características de este enclave arqueológico.
En la propia localidad puede visitarse el Aula Arqueológica, donde se reproducen algunas dependencias, como el taller de un orfebre de la época, donde pueden observarse el horno de la pila de enfriamiento, diferentes herramientas para el trabajo del metal, un maniquí de un artesano y paneles informativos. Prosigue el recorrido con otras salas donde se exponen reproducciones de orfebrería y astures ataviados con las joyas halladas en los tesoros.
Finalmente existe una sala de actividades en la que el visitante podrá acuñar monedas o montar un torques, siguiendo el modo empleado por los artesanos del castro de Las Labradas.
En color el ajuar cerámico del banquete y las armas y adornos corporales metálicos de los guerreros.
Abajo otra escena indígena con representación similar y objetos arqueológicos procedentes de hallazgos arqueológicos vaceeos.
"El Banquete en las élites vacceas". Ésta ilustración realizada para el Centro de Estudios Vacceos Federico Watemberg (C. Sanz Minguez y F. Romero) de la Universidad de Valladolid, formó parte de la exposición "El Banquete y el Vino en época Vaccea", ambientando un encuentro entre élites vacceas en el yacimiento arqueológico de Pintia (Padilla de Duero-Peñafiel, Valladolid).
Dibujos de Luis Pascual Repiso
Fantastico. Que pena que todo esto no este mas publicitado. Fantastico como siempre, viajera
ResponderEliminarUna exposición magnífica, que ensancha nuestro conocimiento sobre nuestra tiera y nuestra cultura
ResponderEliminarQue es maravillosa y compleja.
EliminarBuen artículo. Es nuestra Historia........
ResponderEliminar