martes, 28 de noviembre de 2017

Apolo, el oráculo y los juegos en Delfos





El oráculo no oculta ni revela la verdad, solo la insinúa" 

(Heráclito, siglo VI a.C.).

"Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses".

Inscripción del adyton del templo de Apolo






Cuando en 391 d C. el emperador Teodosio clausuró definitivamente el ya venido a menos, santuario de Delfos, el lugar milenario fue abandonado y esquilmado para acabar siendo ocultado bajo una nueva población- Kastri-, instalada allí entre iglesias y monasterios que reutilizaron muros, sillares y todo tipo de materiales.
Grandes columnas, esculturas de bronce y piedra fueron reutilizadas, robadas e incluso llevadas a Constatinopla.
Deconstruir el proceso y devolver el esplendor a Delfos reconstruyendo pieza a pieza de alguno de sus edificios -como el tesoro de los Atenienses- fue una ardua labor realizada después de trasladar a la población de Kastri a su actual emplazamiento bajo el nombre de Delfos.
Visité este magnífico lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad, una tarde del mes de octubre, con el mar Egeo a los pies, el monte Parnaso a las espaldas y el auriga esperándome en el Museo. La emoción se agolpaba a cada paso sobre la Vía Sacra. Había llegado al lugar donde los griegos situaron el ombligo del mundo con un betilo, el ómphalos, y donde la Sibila, la legendaria primera pitia, puso las bases de un culto  que aunaba la insinuación de la verdad y el conocimiento de una mismo con las creencias ancestrales sobre cavernas, dragones/serpientes, fuerzas naturales, dominio político y religión.

Sostiene la mitología griega que Zeus soltó dos águilas desde los extremos del universo para que, allí donde cruzaran su vuelo, mostraran el centro del mundo y fueron a cruzarse en Delfos, un lugar sorprendente.
No podemos obviar que acceder al lugar es tarea algo complicada, pero no hay duda de que es bellísimo por su situación, encaramada a una ladera abrupta, el paisaje que la circunda, lleno de olivos,  y su visión del mar.

Delfos fue un centro de culto durante mas de mil años,  un lugar de consulta a los dioses y de celebración de eventos panhelénicos, los conocidos como  Juegos Píticos.

Las fuentes clásicas -Esquilo, Cicerón, Plinio, Estrabón, Diodoro, Platón, Pausanias y Plutarco, quien, además, fue sacerdote del templo en el siglo II- sostenían que el oráculo se consultaba a las pitias al entrar estas en trance sentadas en un trípode de madera de laurel que se hallaba sobre la fisura de la roca, de la que emanaban gases.
Los primeros estudios realizados en el lugar del templo de Apolo descartaron tal suposición advirtiendo que no se trataba de una zona de actividad volcánica ni se habían hallado evidencias de la existencia de tales grietas, sin embargo, a partir de los años 90 del siglo XX, el trabajo encomendado al geólogo Jelle Zeilinga de Boer, completado con otros posteriores en colaboración con el arqueólogo Jhon Hale, puso de manifiesto la existencia de dos fallas que cruzaban justo debajo del templo. Otros investigadores con los que comenzaron a colaborar hallaron etano y metano, elementos que en concentraciones elevadas pueden embriagar al inhalarse y los análisis de las aguas de los manantiales de la zona arrojaban la presencia de etileno, un gas usado en las anestesias, que ejerce ciertos efectos sobre la consciencia y la entrada en trance -euforia, sensación de flotar en el aire, obnubilación y placidez, y que a mayor dosis, más efectos-,  poniendo de manifiesto que aquellas primeras noticias de los autores clásicos, tenían un fundamento geológico.
De todos aquellos manantiales destacaba la fuente Castalia, rodeada de un bosquecillo de laureles consagrados a Apolo. La leyenda y la mitología cuentan que en el monte Parnaso y cerca de esta fuente se reunían algunas divinidades, diosas menores del canto, la poesía, llamadas musas junto con las ninfas de las fuentes, llamadas náyades. En estas reuniones Apolo tocaba la lira y las divinidades cantaban.
Dentro de este emplazamiento se encontraban distintos monumentos, pero todo giraba en torno al templo de Apolo, el lugar que albergaba el oráculo donde la pitia hablaba en nombre de Apolo para responder las preguntas de los visitantes.
El oráculo de Delfos alcanzó gran notoriedad en toda Grecia desde mediados del s. VIII a.C., cuando Apolo Pítico se convirtió en el patrón de las empresas coloniales. Más adelante llegó a ser el centro religioso del mundo helénico.

Aunque existen diferentes propuestas acerca del origen del topónimo de Delfos, una de ellas sostiene se trata del nombre de un dragón mitológico que custodiaba el oráculo antes de la llegada de Apolo, mientras que otra sostiene que el propio Apolo se convirtió en delfín para atraer a un barco cretense cuyos navegantes desembarcaron y fundaron Crisa y se les encargó ser sacerdotes del templo y que adorasen al dios bajo el nombre de "Apolo Delfinio, no existe un consenso interpretativo. Otro tanto ocurre con Pitia, que se hace derivar de pitón, la serpiente que vigilaba el oráculo antes de la llegada al lugar del dios Apolo y a la que este mata.

Apolo era uno de los mas antiguos, influyentes y venerados dioses olímpicos. Ya Homero lo cita en la Iliada. Hijo de Zeus y Leto, y hermano mellizo de Artemisa, poseía muchos atributos y funciones:   la luz de la verdad, dios de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, el iniciador de los jóvenes en el mundo de los adultos, estaba conectado a la naturaleza, a las hierbas y a los rebaños, y era protector de los pastores, marineros y arqueros, dios de la muerte súbita, de las plagas y enfermedades, pero también de la curación y de la protección contra las fuerzas malignas, presidía las leyes de la religión y las constituciones de las ciudades, símbolo de inspiración profética y artística,  líder de las musas y director de su coro, dios patrón de la música y la poesía. Su lira se convirtió en un atributo común de Apolo. Los himnos cantados en su honor recibían el nombre de peanes -Peán era su nieto, hijo de Asclepio-. Fue representado  como un hombre joven, desnudo y sin barba, con un manto, un arco y un carcaj de flechas, o una lira, creada para él por Hermes, y con algunos de sus animales simbólicos como la serpiente, el cuervo o el grifo.​
En la época helenística, especialmente durante el siglo III a. C., pasó como Apollo Helios a ser identificado por los griegos con Helios, dios del sol, y de forma parecida su hermana se equiparó con Selene, diosa de la luna.
En cuanto al oráculo, aparte de los ejemplos míticos o legendarios, de las más de quinientas preguntas y respuestas délficas conservadas, sólo se consideran históricas unas cincuenta y cinco, y la mayoría responden a cuestiones políticas, bélicas o religiosas por las que se interesaron las ciudades.


Delfos. 
Muro poligonal del ágora romana, junto a la Vía Sacra




Orestes en Delfos, con la  Pitia y el  trípode. Crátera de figuras rojas

La función esencial del oráculo no era predecir el futuro, sino proveer de sanción divina a las decisiones políticas de las ciudades pues de ese modo aconsejaba o censuraba el inicio de conflictos bélicos, ratificaba leyes o aprobaba la fundación de nuevas ciudades y de colonias, de modo que , dada la trascendencia del mismo en cuestiones tan importantes podía llegar a ser utilizado, si se daba el caso, como arma política.




Oráculo de Delfos. 
Crátera de figuras rojas. Museo de Berlín

El templo de Apolo en Delfos, como afirmábamos hace un momento, debió existir ya en el siglo VIII a.C., dando su culto lugar al establecimiento de una serie de caminos, una auténtica red de peregrinaje que unía toda Grecia con ese lugar. 
La importancia del culto era tal, que las polis griegas enviaban delegaciones sagradas para consultar al oráculo preguntas sobre los asuntos públicos, que, a veces, eran acompañados por ciudadanos para realizar consultas de carácter privado, lo que les permitía disfrutar de cierta seguridad, pues los viajes eran peligrosos y las delegaciones gozaban de la protección de Apolo y eran inviolables. 
Estas visitas se hacían coincidir con el aniversario del nacimiento del dios  en mitad del invierno, el séptimo día del mes de bysios, pero mas tarde se ampliaron al día siete de cada mes.
No obstante, las ciudades mandaban delegaciones regularmente e incluso podían coincidir con la celebración de otras festividades.
Cada polis tenía en Delfos un embajador -próxenos- que recibía a las delegaciones y los ciudadanos y los conducía hasta el oráculo, donde existía un riguroso control de acceso al que escapaban Atenas y Esparta, que disfrutaban de prioridad.


El tholos de Athenea al fondo, en la parte baja de la ladera. Vista desde el Santuario de Apolo


El acceso se realizaba desde la parte baja de la ciudad, conocida como Marmaria, donde se encontrana el tholos o templo circular de Atenea Pronaia, desde el que se accedía a la fuente Castalia, donde se purificaban con sus aguas. 


Agora romana, junto a la Vía Sacra. Fué transformada para instalar iglesias tras el edicto de Teodosio en 391 d.C.




La Vía Sacra

Una vez realizado el rito, se entraba al Santuario discurriendo por la vía Sacra que estaba flanqueada por construcciones, pequeños templos o capillitas conocidas como los tesoros de las más prominentes ciudades: Sición, Sifnos, Cnido, Tebas, Atenas, Corinto, Massalia, que custodiaban los exvotos y donaciones que llegaban de estas polis.


Restos de los tesoros de las polis


Vista lateral de la Vía Sacra con el betilo/ ómphalos en primer término y el lateral del tesoro de los atenienses completamente reconstruido mediante anastilosis.


Inscripciones de los vencedores en los muros del Tesoro de los Atenienses



Poemas y cantos en los muros del Tesoro de los Atenienses



Frente del Tesoro de los Atenienses



Reconstrucción de la imagen  del templete del Tesoro de los Atenienses


Reproducción de la columna espiraliforme de bronce. El original fué trasladado en época tardorromana hasta Constantinopla

Tras una pendiente pronunciada, se llegaba al templo de Apolo, frente al que se hallaba el altar para los sacrificios. Las consultas al oráculo exigía la realización de un sacrificio y la entrega de un alimento en forma de pastel. Los animales y las tartas se compraban en el propio santuario por un precio asequible. Los ciudadanos de estatus mas alto ofrecían, además, exvotos, esculturas y trípodes.
En el interior del templo, cuya organización es bastante desconocida, se encontraba la sacerdotisa pitia, por cuya boca hablaba Apolo, y los sacerdotes que la atendían, se encargaban de los sacrificios y los que  cuidaban del culto.



Restos de las columnas sobre el podio del Santuario de Apolo en Delfos


Panel con la reconstrucción del templo

Los peregrinos hacían cola para la consulta entrando a través del chresmographeion,  el archivo del santuario, donde se guardaban las listas de los consultantes, sus preguntas y respuestas, así como la lista de vencedores en los juegos píticos, que se celebraban cada 4 años.
Es mas que probable que allí mismo se formularan las preguntas. 
Según relatos tardíos, la pitia se retiraba al adytón, un lugar recóndito, adornada con una corona y un bastón de laurel, para entrar en éxtasis y comunicarse con la divinidad. Sus palabras eran escuchadas y escritas por los sacerdotes, quienes las entregaban a los consultantes.
No obstante esta cuestión, que parece mas fruto de interpretaciones posteriores, se contradice con las noticias de los historiadores, quienes relatan la relación directa del consultante con la pitia.
El historiador Heródoto, que vivió en el siglo V a.C., relata la entrada del dirigente espartano Licurgo en el recinto de la sacerdotisa y afirma que ella le habla directamente, sin esperar siquiera a su pregunta y, de hecho, le dicta la constitución espartana. 
También Jenofonte parece tener una relación directa con la pitia cuando, a finales del siglo V a.C., le pregunta a qué dioses debe encomendarse para tener éxito en el viaje que luego narrará en su Anábasis, el épico itinerario de un ejército de mercenarios griegos a través del Imperio persa.
Plutarco, que además de historiador y biógrafo fue sacerdote de Apolo en Delfos, vivió a caballo de los siglos I y II d.C., explica que el ádyton estaba abierto a los consultantes y no era una habitación secreta.
Finalizada la consulta, el peregrino regresaba al chresmographeion, donde los prophetai le entregaban por escrito un informe oficial y la respuesta del oráculo interpretada  a menudo en verso. 
El esplendor de Delfos tuvo lugar entre los siglos  VI y IV a.c., periodo en el que se llevó a cabo la construcción de numerosos edificios y elementos de adoración a Apolo dentro de lo que se conoce como el Santuario de Apolo. 
El viaje de regreso a casa era tan peligroso como el itinerario de ida. Los numerosos problemas y obstáculos a los que se enfrentaron los peregrinos entre el estallido de la guerra del Peloponeso (431 a.C.) y el advenimiento de Alejandro Magno contribuyó a la pérdida de importancia del oráculo y al desuso de las rutas de peregrinaje.
El prestigio de Delfos comenzó su declive tras la muerte de Alejandro, en 323 a.C., aunque continuó siendo un centro de atracción durante la época helenística y el período romano hasta que en  391 d.C., el emperador romano Teodosio decretó el cierre de todos los oráculos y la prohibición de la adivinación de cualquier tipo silenciando la voz de los antiguos dioses.


El santuario, en el que se celebraban cada 4 años los Juegos Píticos en honor a Apolo, una competición panhelénica de deporte y poesía, contaba para ello con un teatro, con capacidad para 5000 espectadores, una palestra, gimnasio y estadio, uno de los mejor conservados del mundo griego.

En los primeros tiempos se celebraban cada 8 años y consistían únicamente en un concurso musical, donde cada candidato cantaba un himno en honor de Apolo, pero desde 582 a. C., fecha marca el comienzo oficial de la era de los Juegos Píticos,  se celebraron cada 4 años. Al principio se celebraban entre agosto y septiembre del tercer año de cada Olimpíada, pero desde el siglo IV a. C. pasaron a octubre. 


Estadio de Delfos, en la parte mas alta de la ladera. Fué objeto de una remodelación, incluyendo las gradas de piedra, en época romana. 
La marca de salida de los atletas es perfectamente identificable


Antes del inicio de los juegos los heraldos o theoros recorrían toda Grecia proclamando la tregua sagrada, que permitía que los griegos asistieran a los juegos con total inmunidad, imponiéndose severas multas a quienes no lo cumplieran y excluyendo de la participación en los juegos a quienes no suscribían la misma.
Los juegos se iniciaban con sacrificios, procesiones de los teoros, sacerdotes y participantes al altar de Apolo para ofrecerle una hecatombe o banquete y una representación de la lucha de Apolo contra el dragón/serpiente.
Continuaban con los concursos  en el teatro: poemas acompañados con cítara ​ un solo de flauta y de cítara, concursos de poesía, representaciones trágicas y espectáculos de danza.  Años después se incluyeron otras modalidades de canto, actores de tragedia y comedia e incluso concursos de pintura para acabar, en época romana, introduciendo el encomio, la pantomima y pruebas para trompeteros y heraldos.


Tribuna en el centro del Estadio de Delfos

Seguían las competiciones en el estadio: ​carrera larga, carrera doble pancracio, lucha, pugilato,​carrera con armas, pentatlón - carrera, salto de longitud, lucha, lanzamiento de disco y de jabalina-.
Una vez finalizadas, comenzaban las carreras de caballos, de carro de cuadrigas y bigas. 



Uno de sus vencedores de cuádrigas se vería plasmado en el Auriga de Delfos, datado hacia el año 474 a. C que formaba parte de un grupo escultórico mayor del que conocemos pequeños fragmentos que se identifican como partes de cuatro o seis caballos y un esclavo, de pequeña estatura, que iría situado entre ellos.










Tiene una altura de 1,80 metros, y está realizado en bronce, con los ojos de pasta vitrea y sus labios aparecen recubiertos por pequeñas laminillas de plata, que marcan su expresividad, y a base de varias piezas separadas y soldadas con posterioridad, circunstancia que era frecuente en grupos escultóricos que estaban formados por varios personajes. Se atribuye, a Pitágoras de Regio, y se conforma dentro de lo que se conoce como Estilo Severo, que fue un periodo previo al Clasicismo griego. De los restos que aún conserva la diadema se deduce que se hallaba policromada.
Según una inscripción, fue dedicado por Polizalo, tirano de Gela. Se discute si Polizalo fue el vencedor o si fue una dedicatoria en honor de su hermano Hierón.

Con el tiempo se introdujeron nuevas categorías como los «imberbes» (ageneioi), cuya edad se situaba entre la categoría juvenil y la adulta y se conoce la victoria de algunas mujeres.

Los vencedores recibían una corona de laurel, el árbol de Apolo y, al igual que en Olimpia, existían listados compilatorios de todos los vencedores de los Juegos Píticos. Cuando un terremoto destruyó los archivos en 373 a. C., se le encargó a Aristóteles rehacer las listas. 

Al márgen de las competiciones tenían lugar representaciones en el teatro.

Delfos se muestra como un lugar magnífico y muy especial para comprender la historia griega y, por ende, la de todo el mundo. Visitar el yacimiento tiene un complemento necesario en el museo, situado allí mismo, donde se exponen piezas magníficas entre las que destaco, por su enorme interés los himnos musicalizados en honor a Apolo, El auriga de Delfos, la esfinge de la ciudad de Naxos, los gemelos, los tesoros en oro, etc.
Contemplarlos en su conjunto y de forma pormenorizada es un auténtico placer emocional e intelectual.



Himno a Apolo

Varias piezas encontradas en 1893 inscritas en fragmentos de piedra que procedían de la cara externa del muro sur del tesoro de los Atenienses. Fueron reconocidas por el arqueólogo francés Théophile Homolle, reconstruidas por el filólogo Henri Weil y transcritas a notación musical moderna por el arqueólogo Théodore Reinach.
La reconstrucción de los fragmentos estuvo facilitada por el hecho de que el primer himno utiliza notación vocal, y el segundo emplea notación instrumental.
El encabezamiento del primer himno recoge el nombre de Atheneo, hijo de Atenaio, que trabajó en la década a partir del año 138 a. C.
El segundo himno ha sido datado con precisión en el año 128 a. C. en el que fue representado. El nombre del compositor también se ha preservado en el encabezado “Limenius, hijo de Thoinos, un ateniense.”
Los símbolos musicales han sido interpretados por los expertos gracias a un tratado de Alipio, un musicógrafo alejandrino de la Antigüedad Tardía (mediados del siglo IV), que nos legó tablas de signos musicales en dos notaciones, vocal e instrumental.8​ Los versos están relacionados con varios acontecimientos de la vida de Apolo, como su nacimiento, su arribo a Delfos, su apoyo en la guerra contra los gálatas, etc.
Fueron compuestos para la Pitaida, una procesión religiosa especial de los atenienses hacia Delfos.






Los gemelos de Delfos. Kurós arcaios





Tesoro aúreo hallado junto a la Vía Sacra en Delfos



Escultura de un toro. Museo de Delfos


Esfinge de Naxos



Frontón del antiguo templo de Delfos. Siglo VI a C.


Detalle de Apolo, en el centro del frontón del templo arcaico, en gran tamaño, sujetando la lira


Mas detalles del frontón arcaico











Fragmentos de esculturas del templo clásico de Delfos





Esculturas en piedra procedentes de las excavaciones de Delfos


Antiguo Ómphalos


Antinoo, favorito de Adriano. 


¡Feliz semana!






Bibliografía

Théodore Reinach, 1893: “La Musique des hymnes de Delphes.” Bulletin de Correspondance Hellénique 17:584–610.


J. Z. De Boer & J. R. Hale,en 2001: The geological origins of the oracle at Delphi, Greece


Enlaces:

http://www.kerylos.fr/



3 comentarios:

  1. ¿Existe alguna foto del texto original que dice lo siguiente?

    “Te advierto, quien quiera que fueres, ¡Oh; tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera! Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. ¡Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses!”. Inscripción en el frontispicio del Templo de Apolo en el Monte Parnaso, Grecia; 2500 a.C.

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