martes, 8 de mayo de 2018

Maestro Mateo





 «Santos e apóstoles, -¡védeos!- parece / que os labios moven, que falan quedo / os uns cos outros, e aló na altura / do ceu a música vai dar comenso, / pois os groriosos concertadores / tempran risoños os instrumentos. / ¿Estarán vivos? ¿Serán de pedra / aqués sembrantes tan verdadeiros, / aquelas túnicas maravillosas, / aqueles ollos de vida cheos? / Vós que os fixeches de Dios ca axuda, / de inmortal nome, Mestre Mateo, / xa que aí quedaches homildemente / arrodillado, faláime deso. / Mais co eses vosos cabelos rizos, / Santo dos croques, calás... i eu rezo».


Rosalía de Castro. Follas Novas



Contemplar las esculturas del maestro Mateo es retrotraerse a tiempos medievales y ver, como apuntó Álvaro Cunqueiro en 1953,  en cada figura,  aquellos personajes desconocidos que cruzaban los puentes que el mismo construyó.  
Mateo es, sin duda, el artista mas célebre y protagonista de la última etapa constructiva de la Catedral románica de Santiago y la figura mas reconocida del propio camino. Parece que  nadie duda de su formación compostelana y su ingente conocimiento sobre el arte europeo de la segunda mitad del siglo XII. 


En primer término las esculturas de Isaac y Abraham

Aunque no me ha sido posible visitar aún el Pórtico de la Gloria, en restauración desde hace unos diez años por la Fundación Barrié, el IPC, Fundación Catedral y la Xunta de Galicia - parece que a finales de mayo de 2018 quitarán los andamios-, si he podido ver la exposición de piezas de Mateo proveniente de la realizada en 2017 en el Museo Nacional del Prado, y que hoy se exhibe en la sala de refectorio del palacio de Gelmírez en Santiago. 
Esta muestra se completa con las esculturas y elementos del Museo de la Catedral de Santiago y la Puerta del Perdón, donde se hallan diferentes esculturas del coro pétreo atribuido al taller de Mateo. 
Cada conjunto, elemento y detalle me ha dejado alucinada por la calidad y modernidad de la obra de este singular y completo maestro.
Encabeza la muestra el documento del rey Fernando II por el que se concede una renta vitalicia a Mateo en una sala repleta de esculturas de primer nivel que proceden de la fachada occidental de la Catedral: David y Salomón, Abraham e Isaac, Enoc y Elías, junto a  los fragmentos del rosetón y alguna singulares piezas procedentes del Coro Pétreo de la Catedral, como los caballos del cortejo de los Reyes Magos o el evangelista de San Mateo.
Isaac y Abraham, que formaban parte del pórtico destruido en el siglo XVI, para hacer unos nuevos arcos, y del que no queda ninguna referencia documental son, a decir de alguno de los mejores expertos, una absoluta maravilla,  dos esculturas espectaculares y dos de los mejores ejemplos de la obra de Mateo.






A pesar de las muchas leyendas que circulan sobre la figura de Mateo y el propio autorretrato, conocido como Santo dos Croques, lo cierto es que los datos históricos son realmente escuetos pero importantes. 
Se apunta hacia la década de 1140 para proponer su nacimiento ya que en 1168 el soberano leonés le hace el encargo de finalizar la catedral y para entonces contaría con entre veinticinco y treinta años. 



Dicho encargo se plasma en un documento original- custodiado en el archivo de la Catedral de Santiago, firmado por el rey Fernando II, por el cual se concede una renta vitalicia a Mateo, como responsable de las obras del templo jacobeo, lo que deja bastante claro el carácter de este auténtico creador. 


Santo dos Croques. Autorretrato de Mateo
«iste santiño é San Mateu, o que fixo todo isto» 
«Este santito es San Mateo, el que hizo todo esto»

Bouza Brey

Si León era la capital del reino, Santiago se convertía en la sede espiritual, meta de una peregrinación internacional que le daba prestigio pues además de constituirse en un centro religioso no le iba a la zaga la importancia cultural. 
La generosa donación vitalicia concedida por el monarca al artista recibe su plasmación el 23 de febrero de 1168 y constaba de dos marcos de plata semanales, es decir, cien maravedíes de oro al año, a cambio de que trabajase como maestro superintendente de las obras de Santiago y concluyese en el menor plazo posible las obras de su catedral.


Aunque se desconoce la obra previa de Mateo al encargo compostelano, se supone que debió formarse con algún maestro importante de la ciudad, en la que la huella de los antiguos maestros Bernardo el Viejo, Esteban o el maestro de Platerías era indeleble, y que pronto se había familiarizado y era buen conocedor del arte europeo de su tiempo a través de diseños llegados del otro lado de los Pirineos o por haber tenido la ocasión de llevar a cabo algún viaje al extranjero. La influencia  es directa en el caso del arte francés de vanguardia, sobre todo de la escultura de la fachada de Saint-Denis de París (1140), con la que la Iglesia de Santiago pudo mantener desde fines del siglo XI pues se sabe de las intensas relaciones de la sede compostelana con las iglesias francesas lo que haría posible la idea de que el joven Mateo hubiera podido formar parte de alguna delegación eclesiástica en viaje a Francia donde hubiera podido conocer directamente, o a través de dibujos y croquis, el nuevo arte auspiciado por el abad Suger de Saint-Denis.



Sería ese talento tan completo el que inclinaría al rey Fernando a encargarle el trabajo siendo aún un joven artista. A partir de febrero o marzo de 1168, la labor de Mateo se concretó en la dirección de los talleres de constructores y artistas que tenían que materializar la obra, supervisando todos los trabajos de arquitectura, escultura y pintura necesarios para la conclusión del frontis principal de la basílica. Así, entre 1168 y 1211 el taller de Mateo levantó los tres tramos finales de la Catedral de Santiago, los seis últimos de las tribunas y el frontis occidental del conjunto con la llamada cripta, el Pórtico de la Gloria, la tribuna, la fachada oeste -desaparecida- y las dos torres que aún siguen en pie, constituyendo el ejemplo artístico y cultural mas significativo del camino de peregrinación en el siglo XII e inicios del XIII.


El 1 de abril de 1188 se colocaron los dinteles del pórtico en los que el artista mandó  grabar su nombre MAGISTRVM MATHEVM, sin comentario alguno al arzobispo Pedro Suárez de Deza (1173-1206) o al rey Fernando II, verdadero patrocinador de las obras, quien había fallecido en enero de 1188, dejando claro que fue el artífice de la creación del mismo desde sus fundamentos. 
A partir de mayo de 1188 Mateo y su taller continuaron el trabajo colocando las esculturas del tímpano y las arquivoltas del tríptico que conforma el Pórtico, levantando las bóvedas nervadas del nártex, concluyendo la tribuna, al tiempo que van levantando la fachada animada por amplios vanos y un gran rosetón central, además de las dos torres laterales.




En 1200 dirigió la construcción y decoración del coro pétreo de la Nave central de la catedral para los canónigos de la misma con elementos simbólicos inspirados en el Apocalipsis de San Juan, hermano de Santiago el mayor.


Paneles del Coro pétreo realizado por el maestro Mateo y su taller recolocados en la Puerta del Perdón o Puerta Santa de la Catedral de Santiago de Compostela

Queda claro que Mateo fue el proyectista  y director de esta ingente e importante obra, tanto desde el punto de vista de la arquitectura como de la escultura, pintura -desaparecida- y policromía de las imágenes. Su figura hay que valorarla como la de un intelectual y un artista al frente de un gran equipo de canteros y artistas de excepcional capacidad.


¡Que tengan una buena semana!



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