martes, 30 de mayo de 2017

Trovar el lenguaje de los pájaros



Cuando veo a la alondra mover
de alegría sus alas contra el rayo de sol,
y que se desvanece y se deja caer
por la dulzura que llega a su corazón,
¡ay!, me entra una envidia tan grande
de cualquiera que vea gozoso,
que me maravillo de que al momento
el corazón no se funda de deseo.

¡Ay de mi!, creía saber mucho
de amor,
¡y sé tan poco!,
pues no me puedo abstener de amar
a aquella de quien nunca obtendré
ventaja.
Me ha robado el corazón, me ha
robado a mí,
y a sí misma y a todo el mundo;
y cuando me privó de ella no me dejó
nada más que deseo y corazón
anheloso.

Nunca más tuve poder sobre mí,
ni fui mío desde aquel momento
en que me dejó mirar en sus ojos,
en un espejo que me place mucho.
Espejo: desde que me miré en tí,
se me han muerto los suspiros de lo
profundo,
porque me perdí de la misma manera
que se perdió el hermoso Narciso en la
fuente.

   (Bernart de Ventadorn, s.XII)



Miniatura del Codex Manesse representando a Walter Von der Vogelweide (1170 y 1230). En su escudo de armas aparece un pájaro. Su nombre significa “el que da de comer a los pájaros” 


¡El poeta oye los pájaros y también los ve!


Existen en la tradición oral europea un elenco de canciones que conjugan el amor, con todos sus momentos y avatares, con el mundo de las aves y su canto. Esta precisa y naturalista relación de aves y amores como elementos de un locus amenus, es bien conocida durante los dos siglos en los que componen los trovadores y trovairitzes. 
Ya Guillermo IX, conde Poitiers y duque de Aquitania, entorno a 1100, escribe una canso cuya primera estrofa, dedicada a la primavera, se adorna del sonido diverso del canto de los pájaros y el deseo de amor como partes de un himno natural. Pájaros como poetas recitando al amor en primavera en una introducción que los trovadores repetiran como novel cant.
El ave posee el canto que el poeta debe trabajar a través del lenguaje hasta conseguir a través de los tropos, figuras y términos de la escritura y la música el mismo efecto.
La canso trovadoresca, el mas noble de todos los modos de verso, considera la rima la gran creación de los trovadores, a diferencia de la métrica de las composiciones anteriores, siendo la rima  una especie de ley natural, una red de sentidos, como ocurre con el don del canto de los pájaros.
La mesura, alegría, la emoción amorosa y el despertar de la naturaleza estalla ncon Bernard de Ventadour en su canso Cand l,herba fresch..
Como los pájaros, los poetas adquieren nombre, vida y protagonismo. Más allá de adquirir los poderes de Orfeo y comprender el canto de las aves,  también los trovadores son capaces de componer cantando, convirtiéndose en poetas, músicos y cantantes al mismo tiempo y para una misma obra. 
Esta emoción desatada se pone en relación, de nuevo, con el movimiento del vuelo de los pájaros para seducir, para anhelar una unión que nunca llega a producirse por ser inaccesible, para resaltar la melancolía, el abandono y aún mas allá, para dibujar los ascensos y descensos de las escalas musicales.
Y esta es una nueva forma de cantar que nada tiene que ver con las canciones contemporáneas latinas ni arábigas, ni  con las anteriores conocidas como canciones de mujeres del X en el suroeste de Europa, referidas en las khardjas mozárabes, que los trovadores conocían bien.
Así, se trata de una nueva forma, un canto novedoso, un chantar natural como el de las aves en el que se apela a la primavera, pues además del renacimiento de la naturaleza, era durante la Edad Media la estación de la sociabilidad, de la guerra feudal y de la intensificación de las expresiones de prestigio, entre las que se encuentra la expresión trovadoresca
Parece que el canto y vuelo de los pájaros tiene una relación extensa con ancestrales costumbres de paso de la niñez a la juventud y madurez masculina a lo largo de la historia y de los continentes.
Resulta curioso y sugerente este universo simbólico desde lo concreto hasta lo universal

¡les deseo una feliz semana!




martes, 23 de mayo de 2017

La abadía normanda de San Jorge de Boscherville






En los viajes suele haber sorpresas inesperadas. Cada cual prepara su periplo con las premisas básicas y va añadiendo lugares recomendados, mas o menos conocidos, publicitados o cercanos al itinerario de inicio. Esta cuestión puede ser un éxito o un rotundo fracaso, aunque he de reconocer, que de casi todo lo que se visita se beneficia el intelecto y el sentimiento.
En la Bretaña y la Normandía, que he recorrido recientemente y de las que les he ido relatando en recientes entradas en el blog - Mont Saint Michella abadía de Santa Maria de Jumiegesalineamientos de CarnacLocqmariaquer - ha habido esas sorpresas, y, entre ellas, una muy especial ha sido la del monasterio de Boscherville.
La abadía está situada muy cerca de la ciudad histórica de Rouen, en un meandro del Sena, junto al bosque de Roumare, en la localidad de Saint-Martin de Boscherville y es una de las abadías románicas mas renombradas de la Alta Normandía. 



El monasterio benedictino medieval fue fundado en el mismo emplazamiento de templos mas antiguos, como ocurre tantas y tantas veces. De hecho, se conoce la existencia de un recinto sagrado de época galo-romana, cuyo uso se documenta entre los siglos I a C. y el III d .C.
Parece que unos siglos mas tarde, el VII, sobre el mismo lugar se construyó un templo cristiano cuya necrópolis seguía siendo utilizada en  época carolingia.
Boscherville era entonces el centro de un señorío que después pasó a conocerse con el nombre de Tancarville.  La antigua capilla, dedicada a San Jorge, se había convertido en el panteón funerario de una de las familias principales del territorio. Fué uno de los notables miembros de la misma, Raoul de Tancarville, quien la convirtió en una colegiata dotándola de los recursos económicos necesarios y suficientes. Años mas tarde, en 1080, su hijo Guillermo el Conquistador emitió un documento confirmado estas donaciones y treinta años después, en 1113 el mismo Guillaume promovió la fundación de un cenobio benedictino sobre aquella colegiata, levantando una nueva iglesia en el mismo lugar, un edificio románico de nave única y crucero, del que se han encontrado los cimientos bajo la actual sala capitular.  
Para la fundación de la abadía llegó una comunidad de monjes del monasterio de Saint-Évroult (Orne), entre ellos Luois, que fue el primer abad de Boscherville y se encargó de la construcción de un nuevo monasterio, de dimensiones muy superiores a las del antiguo.



Planta de la iglesia de Boscherville
Grabado de Monographie de l’église et de l’abbaye Saint-Georges de Boscherville




La nueva iglesia monacal se levantó en el lado sur de la anterior colegiata y poco a poco el conjunto se completaría con las otras dependencias monásticas. El presbiterio de la antigua iglesia se conservaría hasta la segunda mitad del siglo XII, fecha en que fue derribado para construir la sala capitular.
El monasterio sufrió las consecuencias económicas de la Guerra de los Cien Años y en el siglo XVI fue saqueado durante las Guerras de Religión.
La llegada de la orden de San Mauro en 1659 supuso su mantenimiento aún con la convivencia en el lugar de dos comunidades. En el siglo XVII se rehicieron algunas dependencias conventuales.
La Revolución Francesa supuso su abandono definitivo como monasterio pasando a manos privadas, a excepción de la iglesia monacal que pasó a convertirse en parroquia.
Las dependencias conventuales, pasaron a ser primero un centro de hilados, pero acabaron por desaparecer prácticamente por completo, salvándose unos pocos elementos puntuales como la Sala Capitular, la capilla de los Chambelanes -profundamente transformada- y el edificio construida en el XVII por los mauristas.

La iglesia benedictina

Terminada de construir en 1125, conserva una fachada románica con torres rematadas en pináculos y, cuenta con un transepto iluminado por una alta linterna.
El interior muy iluminado, distribuye su planta en tres naves esbeltas.
Es curioso observar como las piezas de cantería caliza conservan, aún sin desbastar, los núcleos de silex oscuro que comparecen en la matriz.
Los elementos ornamentales mas destacados son  los capiteles esculpidos con motivos vegetales, escenas de batallas, figuras de animales reales y mitológicos.
Bajo la tribuna del lado derecho del transepto se encuentra situado un impresionante confesionario de principios del siglo XVIII.



















La Sala Capitular

Si bien su estructura original del siglo XII se rehizo, en parte, en el siglo XVII, conserva los arcos originales de su fachada al claustro datados en 1170. Los capiteles representan episodios del Antiguo Testamento, mientras que las columnas se decoran con escenas de la regla benedictina


En el momento de nuestra visita se exhibía una réplica del capitel de los  reyes músicos, cuyo original se encuentra en el Museo Arqueológico de Rouen












Rouen, Musée Des Antiquités De La Seine-Maritime (Archaeological And Art Museum)


Entrada a la Sala Capitular










En el recinto de la abadía se edificó la vivienda de los señores que la fundaron. De todo el complejo residencial de los señores de Tancarville, sólo nos ha llegado una capilla privada que les estaba reservada, conocida como capilla de los chambelanes, que en su día era la prolongación de una sala de recepción de mas de 30 metros de longitud levantada en el siglo XIII. A finales del siglo XIV se abandonó su uso inicial y ha sido objeto de profundas transformaciones hasta la actualidad.



En su interior el espacio se aprovecha para explicar la evolución de los templos con maquetas y un audiovisual.












Uno de los mas singulares elementos del monasterio son sus Jardines
Detrás del edificio abadial se reconstruyeron hace dos décadas los jardines tal y como fueron creados por los monjes mauristas en 1683, ampliando considerablemente el jardín medieval anterior. Estaban influidos por el estilo de finales del Renacimiento y combinaban la herencia de los jardines medievales con la de los jardines a la italiana, adaptados al gusto más sobrio de los franceses.
En 1998 se completaron las últimas grandes obras de restauración del recinto de la abadía y, después, los jardines se fueron reconstruyendo poco a poco para devolverles su aspecto del siglo XVII. Los trabajos fueron financiados por el Ministerio de Cultura y por el Departamento de Seine-Maritime, propietario del recinto de la abadía. Los fondos europeos también contribuyeron a la financiación de algunas otras obras.




La disposición se articula en cuatro terrazas escalonadas, característica de los jardines italianos, ordenadas en torno a un gran eje central que sube desde el edificio monástico hasta el pabellón de los vientos, el elegante edificio que domina la escena.
En la parte inferior, en los parterres cuadrados de estilo francés se cultivan verduras, flores y hierbas medicinales son herencia de la Edad Media, época en la que se imponía el orden geométrico.
Existe  un huerto hacia el norte con un espacio dedicado a las pequeñas frutas rojas, mientras que en el huerto  sur se hallan plantas medicinales y condimentos además de los inmensos huertos de variedades antiguas o locales de árboles frutales.
 Así mismo, existe un laberinto de tejos que pretende rememorar el suelo laberíntico representado en algunas de las mas famosas catedrales francesas, como ocurre en Chartres y Amiens,  entre otras.



La gestión del lugar es de la Asociación Turística de la Abadía Románica de Saint Georges de Boscherville (ATAR) es una organización creada en 1954 a iniciativa de voluntarios enamorados del lugar. Si bien la propiedad es del departamento de Seine Maritime, la gestión a través de ATAR se realiza a través de un arrendamiento enfitéutico a 30 años que expira en este 2017.

Los trabajos de restauración se realizaron bajo la dirección de obras de la DRAC (Dirección Regional de Asuntos Culturales) y la ATAR. 



Les deseo una feliz semana



martes, 16 de mayo de 2017

Lo que enseña una higuera



Adán y Eva, tentada por la serpiente, coge un higo del árbol del conocimiento.
Códice Albeldense o Vigiliano. Monasterio del Escorial. Madrid.


Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

La Higuera, Juana de Ibarbourou. Uruguay



En mi jardín crece una higuera desde hace  casi veinte años, el tiempo que lleva creciendo, adornando y ofreciéndonos sus frutos. Alguien amado la compró para agradarme y para que me hartara de comer higos. Lo ha conseguido pues cumple perfectamente esa y otras muchas funciones y, desde luego, abastece a toda la familia y vecinos de sus dos frutos, puntualmente, cada año.
Este abril, cuando sus hojas estaban tiernas y sus frutos engordaban, una demoledora helada de -10 º la ha quemado. Verla así me produce una inmensa tristeza pero se que es su condición  la vitalidad y la resistencia, así que esperaré pacientemente su recuperación.
De este árbol gusta todo, su nombre, sus dos frutos -las brevas de julio y los higos de octubre-, sus hojas protectoras -mas te vale ponerte manga larga para recolectar- y su fresca sombra durante el aplanador sol del verano en los meses de julio y agosto.
Tanta y tan buena actitud en un árbol no pudo pasar desapercibida a lo largo de la historia. Tanto es así, que prosperidad, fertilidad y fortuna definen el significado tradicional de este singular árbol ya época medieval.
En la antigua Mesopotamia se asociaba el árbol de la higuera al conocimiento, valorando que los numerosos granos de su fruto definían la universalidad de la potencial sabiduría humana,  así que no es extraño que precisamente se mencione como el primer árbol del Edén, del que Eva toma el fruto -cómo me gusta- tal y como luego recogen algunos códices que copian a Beato.




La higuera ha estado ligado al ámbito del Mar Mediterráneo desde hace milenios y probablemente sea uno de los más antiguos árboles cultivados por la Humanidad, remontándose algunas evidencias arqueobotánicas   al 12.000 a.C. en el valle del Jordán, en la zona mas oriental de las que lo rodean.

  


En la Grecia Clásica la higuera simbolizaba el vigor y el honor, por lo que los ganadores de las Olimpiadas eran premiados con sus frutos y coronados con hojas de este árbol sagrado. 
Con su madera se tallaban falos que, durante las bacanales, portaban los jóvenes guerreros mientras que las mujeres jóvenes se adornaban con ristras de higos cortados, al estilo de los grabados de Demeter.
La leyenda del nacimiento de Roma narra como los hermanos Rómulo y Remo,fueron amamantados por una loba bajo la sombra de una higuera, el árbol que en el I a C, Cayo Plinio el Viejo, experto botánico, define como el árbol sagrado de la vida.
Ese mismo carácter tiene en India y para el Budismo.
Durante la Edad Media en Europa, el pastel de higos asados en hoja de laurel se convirtió en una comida de cuaresma, siendo símbolo del estatus económico la cantidad de pan de higo de cada familia.


Ficus carica en C.J.Trew Plantae selectae quarum imagines ad exemplaria naturalia Londini, in hortis curiosorum nutrit, vol. 8: t. 73,1771

A comienzos del siglo XVI Pizarro ordena a las familias que se instalan en el Nuevo Mundo que siembren una higuera en sus propiedades.
Las propiedades de la savia de la higuera son numerosas, conservándose en la sociedad tradicional castellana como remedio contra los clavos y berrugas, tal y como yo misma he visto hacer a una curandera en Campaspero, el pueblo vallisoletano donde pasé mi infancia,  produciéndose curaciones inmediatas de tales dolencias.
Las mujeres africanas elaboran con ella ungüentos contra la esterilidad y para favorecer la lactancia.

Esperamos que nuestra higuera se recupere pronto. Se nos hace imprescindible






¡Les deseo una feliz semana!



   




viernes, 12 de mayo de 2017

Los Beatos Medievales, una herencia compartida. El Códice de Tábara de regreso



Dentro de los actos de celebración del 150 aniversario de la creación del Archivo Histórico Nacional, el pasado  de abril el Beato de Liébana, códice del monasterio de San Salvador de Tábara fue expuesto por unas horas en el mismo scriptorium donde vio la luz.

Con motivo de tan importante acontecimiento se desarrollaron en la villa de Tábara unas jornadas divulgo-informativas, bajo el título Los Beatos Medievales, una herencia compartida, impartidas por importantes personalidades del arte medieval.
Diferentes ponencias en las que se explicaron los trabajos realizados en conjunto por España y Portugal a fin de presentar los fondos de sus archivos históricos en la Memoria del Mundo de la UNESCO, y la importancia que representa para la protección y difusión de de dichos fondos.





Por parte de la asociación de Amigos del Archivo Histórico Nacional se presentó el premio de investigación “Torre de Tábara” en su segunda edición, y cuyas bases están disponibles en la página web del Archivo.

Como primicia mundial, el artista y compositor Leo de Aurora interpretó su obra Aurora de Tábara, una creación ex profeso para este acontecimiento.

Otro momento de relevante importancia fue la participación de la última discípula del famoso medievalista experto en beatos: John Williams, Theresa Martín que trató de la obra póstuma de su maestro Vision of the end in Medieval Spain. 


El momento más emocionante para todos los asistentes y visitantes en general se produjo en la segunda jornada, cuando se pudo contemplar el ejemplar del Beato de Tábara, registrándose más de 2000 visitas durante las diez horas que el códice estuvo expuesto.


El manuscrito, protegido por especiales medidas de seguridad, estuvo abierto por la página que ilustra la torre del monasterio  “alta et lapidea” y el scriptorium adjunto, hecho que acontece por primera vez en una exposición.

El Beato de Tábara, obra de Magius hasta su muerte, fue terminado por su discípulo Emeterius, y los monjes Sennior y Monnius,  el 26 de julio del 970 a las dos de la tarde.

Está restaurado y reencuadernado conservando 171, algunos salvajemente mutilados, quedando únicamente 9 miniaturas.
Lo más característico de este códice es la imagen miniada que representa la torre del monasterio, siendo la imagen más antigua que se dispone de un scriptorium del medievo europeo. Una torre, probablemente defensiva, con tres cuerpos centrales, campanario con balconada en la cúspide y un laberinto a los pies. Así como una estancia aneja en la que se representan las figuras de unos monjes trabajando en unas piezas de pergamino sobre un escritorio y una tercera estancia, otro operario provisto de unas tijeras.

Toda una instantánea de un momento cualquiera en la vida cotidiana de un monasterio de estas características, tal es así que Umberto Eco reconoció haberse inspirado en esta ilustración para su obra En el nombre de la rosa.

El monasterio había sido edificado bajo los auspicios de Alfonso III, siendo fundado por San Froilán a finales del siglo IX bajo al advocación de San Salvador y con una comunidad dúplice de más de 600 monjes siendo abad del cenobium tabarnese Arandisclo. 

Debió ser arrasado por las razzias de Almazor en el 988, siendo reconstruido con posterioridad puesto que forma parte de las propiedades de Dª Elvira de León, hija del rey Fernando I en su testamento del 1.099. Tenemos constancia de su consagración en 1137 por el obispo Roberto de Astorga, y de la pertenencia durante los siglos XII y XIII a la orden del Temple.

Ya en el siglo XVI y por dictado del monarca Carlos V, se estableció en esta localidad la sede del marquesado de Tábara, cuyos señores llegaron a poseer extensísimos pagos por toda la comarca. La iglesia fue reformada en 1761 a expensas del marqués de Tábara, conservándose de su primitiva fábrica románica la torre y dos de sus portadas.

 


En el lugar que ocupaba el antiguo monasterio de San Salvador se levanta la iglesia de Santa María de Tábara, declarado Monumento Histórico Artístico en (1931) y Bien de Interés Cultural, que actualmente acoge el Centro de Interpretación de los Beatos.








Por Carmen Fresno para Ermitiella