martes, 28 de noviembre de 2017

Apolo, el oráculo y los juegos en Delfos





El oráculo no oculta ni revela la verdad, solo la insinúa" 

(Heráclito, siglo VI a.C.).

"Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses".

Inscripción del adyton del templo de Apolo






Cuando en 391 d C. el emperador Teodosio clausuró definitivamente el ya venido a menos, santuario de Delfos, el lugar milenario fue abandonado y esquilmado para acabar siendo ocultado bajo una nueva población- Kastri-, instalada allí entre iglesias y monasterios que reutilizaron muros, sillares y todo tipo de materiales.
Grandes columnas, esculturas de bronce y piedra fueron reutilizadas, robadas e incluso llevadas a Constatinopla.
Deconstruir el proceso y devolver el esplendor a Delfos reconstruyendo pieza a pieza de alguno de sus edificios -como el tesoro de los Atenienses- fue una ardua labor realizada después de trasladar a la población de Kastri a su actual emplazamiento bajo el nombre de Delfos.
Visité este magnífico lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad, una tarde del mes de octubre, con el mar Egeo a los pies, el monte Parnaso a las espaldas y el auriga esperándome en el Museo. La emoción se agolpaba a cada paso sobre la Vía Sacra. Había llegado al lugar donde los griegos situaron el ombligo del mundo con un betilo, el ómphalos, y donde la Sibila, la legendaria primera pitia, puso las bases de un culto  que aunaba la insinuación de la verdad y el conocimiento de una mismo con las creencias ancestrales sobre cavernas, dragones/serpientes, fuerzas naturales, dominio político y religión.

Sostiene la mitología griega que Zeus soltó dos águilas desde los extremos del universo para que, allí donde cruzaran su vuelo, mostraran el centro del mundo y fueron a cruzarse en Delfos, un lugar sorprendente.
No podemos obviar que acceder al lugar es tarea algo complicada, pero no hay duda de que es bellísimo por su situación, encaramada a una ladera abrupta, el paisaje que la circunda, lleno de olivos,  y su visión del mar.

Delfos fue un centro de culto durante mas de mil años,  un lugar de consulta a los dioses y de celebración de eventos panhelénicos, los conocidos como  Juegos Píticos.

Las fuentes clásicas -Esquilo, Cicerón, Plinio, Estrabón, Diodoro, Platón, Pausanias y Plutarco, quien, además, fue sacerdote del templo en el siglo II- sostenían que el oráculo se consultaba a las pitias al entrar estas en trance sentadas en un trípode de madera de laurel que se hallaba sobre la fisura de la roca, de la que emanaban gases.
Los primeros estudios realizados en el lugar del templo de Apolo descartaron tal suposición advirtiendo que no se trataba de una zona de actividad volcánica ni se habían hallado evidencias de la existencia de tales grietas, sin embargo, a partir de los años 90 del siglo XX, el trabajo encomendado al geólogo Jelle Zeilinga de Boer, completado con otros posteriores en colaboración con el arqueólogo Jhon Hale, puso de manifiesto la existencia de dos fallas que cruzaban justo debajo del templo. Otros investigadores con los que comenzaron a colaborar hallaron etano y metano, elementos que en concentraciones elevadas pueden embriagar al inhalarse y los análisis de las aguas de los manantiales de la zona arrojaban la presencia de etileno, un gas usado en las anestesias, que ejerce ciertos efectos sobre la consciencia y la entrada en trance -euforia, sensación de flotar en el aire, obnubilación y placidez, y que a mayor dosis, más efectos-,  poniendo de manifiesto que aquellas primeras noticias de los autores clásicos, tenían un fundamento geológico.
De todos aquellos manantiales destacaba la fuente Castalia, rodeada de un bosquecillo de laureles consagrados a Apolo. La leyenda y la mitología cuentan que en el monte Parnaso y cerca de esta fuente se reunían algunas divinidades, diosas menores del canto, la poesía, llamadas musas junto con las ninfas de las fuentes, llamadas náyades. En estas reuniones Apolo tocaba la lira y las divinidades cantaban.
Dentro de este emplazamiento se encontraban distintos monumentos, pero todo giraba en torno al templo de Apolo, el lugar que albergaba el oráculo donde la pitia hablaba en nombre de Apolo para responder las preguntas de los visitantes.
El oráculo de Delfos alcanzó gran notoriedad en toda Grecia desde mediados del s. VIII a.C., cuando Apolo Pítico se convirtió en el patrón de las empresas coloniales. Más adelante llegó a ser el centro religioso del mundo helénico.

Aunque existen diferentes propuestas acerca del origen del topónimo de Delfos, una de ellas sostiene se trata del nombre de un dragón mitológico que custodiaba el oráculo antes de la llegada de Apolo, mientras que otra sostiene que el propio Apolo se convirtió en delfín para atraer a un barco cretense cuyos navegantes desembarcaron y fundaron Crisa y se les encargó ser sacerdotes del templo y que adorasen al dios bajo el nombre de "Apolo Delfinio, no existe un consenso interpretativo. Otro tanto ocurre con Pitia, que se hace derivar de pitón, la serpiente que vigilaba el oráculo antes de la llegada al lugar del dios Apolo y a la que este mata.

Apolo era uno de los mas antiguos, influyentes y venerados dioses olímpicos. Ya Homero lo cita en la Iliada. Hijo de Zeus y Leto, y hermano mellizo de Artemisa, poseía muchos atributos y funciones:   la luz de la verdad, dios de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, el iniciador de los jóvenes en el mundo de los adultos, estaba conectado a la naturaleza, a las hierbas y a los rebaños, y era protector de los pastores, marineros y arqueros, dios de la muerte súbita, de las plagas y enfermedades, pero también de la curación y de la protección contra las fuerzas malignas, presidía las leyes de la religión y las constituciones de las ciudades, símbolo de inspiración profética y artística,  líder de las musas y director de su coro, dios patrón de la música y la poesía. Su lira se convirtió en un atributo común de Apolo. Los himnos cantados en su honor recibían el nombre de peanes -Peán era su nieto, hijo de Asclepio-. Fue representado  como un hombre joven, desnudo y sin barba, con un manto, un arco y un carcaj de flechas, o una lira, creada para él por Hermes, y con algunos de sus animales simbólicos como la serpiente, el cuervo o el grifo.​
En la época helenística, especialmente durante el siglo III a. C., pasó como Apollo Helios a ser identificado por los griegos con Helios, dios del sol, y de forma parecida su hermana se equiparó con Selene, diosa de la luna.
En cuanto al oráculo, aparte de los ejemplos míticos o legendarios, de las más de quinientas preguntas y respuestas délficas conservadas, sólo se consideran históricas unas cincuenta y cinco, y la mayoría responden a cuestiones políticas, bélicas o religiosas por las que se interesaron las ciudades.


Delfos. 
Muro poligonal del ágora romana, junto a la Vía Sacra




Orestes en Delfos, con la  Pitia y el  trípode. Crátera de figuras rojas

La función esencial del oráculo no era predecir el futuro, sino proveer de sanción divina a las decisiones políticas de las ciudades pues de ese modo aconsejaba o censuraba el inicio de conflictos bélicos, ratificaba leyes o aprobaba la fundación de nuevas ciudades y de colonias, de modo que , dada la trascendencia del mismo en cuestiones tan importantes podía llegar a ser utilizado, si se daba el caso, como arma política.




Oráculo de Delfos. 
Crátera de figuras rojas. Museo de Berlín

El templo de Apolo en Delfos, como afirmábamos hace un momento, debió existir ya en el siglo VIII a.C., dando su culto lugar al establecimiento de una serie de caminos, una auténtica red de peregrinaje que unía toda Grecia con ese lugar. 
La importancia del culto era tal, que las polis griegas enviaban delegaciones sagradas para consultar al oráculo preguntas sobre los asuntos públicos, que, a veces, eran acompañados por ciudadanos para realizar consultas de carácter privado, lo que les permitía disfrutar de cierta seguridad, pues los viajes eran peligrosos y las delegaciones gozaban de la protección de Apolo y eran inviolables. 
Estas visitas se hacían coincidir con el aniversario del nacimiento del dios  en mitad del invierno, el séptimo día del mes de bysios, pero mas tarde se ampliaron al día siete de cada mes.
No obstante, las ciudades mandaban delegaciones regularmente e incluso podían coincidir con la celebración de otras festividades.
Cada polis tenía en Delfos un embajador -próxenos- que recibía a las delegaciones y los ciudadanos y los conducía hasta el oráculo, donde existía un riguroso control de acceso al que escapaban Atenas y Esparta, que disfrutaban de prioridad.


El tholos de Athenea al fondo, en la parte baja de la ladera. Vista desde el Santuario de Apolo


El acceso se realizaba desde la parte baja de la ciudad, conocida como Marmaria, donde se encontrana el tholos o templo circular de Atenea Pronaia, desde el que se accedía a la fuente Castalia, donde se purificaban con sus aguas. 


Agora romana, junto a la Vía Sacra. Fué transformada para instalar iglesias tras el edicto de Teodosio en 391 d.C.




La Vía Sacra

Una vez realizado el rito, se entraba al Santuario discurriendo por la vía Sacra que estaba flanqueada por construcciones, pequeños templos o capillitas conocidas como los tesoros de las más prominentes ciudades: Sición, Sifnos, Cnido, Tebas, Atenas, Corinto, Massalia, que custodiaban los exvotos y donaciones que llegaban de estas polis.


Restos de los tesoros de las polis


Vista lateral de la Vía Sacra con el betilo/ ómphalos en primer término y el lateral del tesoro de los atenienses completamente reconstruido mediante anastilosis.


Inscripciones de los vencedores en los muros del Tesoro de los Atenienses



Poemas y cantos en los muros del Tesoro de los Atenienses



Frente del Tesoro de los Atenienses



Reconstrucción de la imagen  del templete del Tesoro de los Atenienses


Reproducción de la columna espiraliforme de bronce. El original fué trasladado en época tardorromana hasta Constantinopla

Tras una pendiente pronunciada, se llegaba al templo de Apolo, frente al que se hallaba el altar para los sacrificios. Las consultas al oráculo exigía la realización de un sacrificio y la entrega de un alimento en forma de pastel. Los animales y las tartas se compraban en el propio santuario por un precio asequible. Los ciudadanos de estatus mas alto ofrecían, además, exvotos, esculturas y trípodes.
En el interior del templo, cuya organización es bastante desconocida, se encontraba la sacerdotisa pitia, por cuya boca hablaba Apolo, y los sacerdotes que la atendían, se encargaban de los sacrificios y los que  cuidaban del culto.



Restos de las columnas sobre el podio del Santuario de Apolo en Delfos


Panel con la reconstrucción del templo

Los peregrinos hacían cola para la consulta entrando a través del chresmographeion,  el archivo del santuario, donde se guardaban las listas de los consultantes, sus preguntas y respuestas, así como la lista de vencedores en los juegos píticos, que se celebraban cada 4 años.
Es mas que probable que allí mismo se formularan las preguntas. 
Según relatos tardíos, la pitia se retiraba al adytón, un lugar recóndito, adornada con una corona y un bastón de laurel, para entrar en éxtasis y comunicarse con la divinidad. Sus palabras eran escuchadas y escritas por los sacerdotes, quienes las entregaban a los consultantes.
No obstante esta cuestión, que parece mas fruto de interpretaciones posteriores, se contradice con las noticias de los historiadores, quienes relatan la relación directa del consultante con la pitia.
El historiador Heródoto, que vivió en el siglo V a.C., relata la entrada del dirigente espartano Licurgo en el recinto de la sacerdotisa y afirma que ella le habla directamente, sin esperar siquiera a su pregunta y, de hecho, le dicta la constitución espartana. 
También Jenofonte parece tener una relación directa con la pitia cuando, a finales del siglo V a.C., le pregunta a qué dioses debe encomendarse para tener éxito en el viaje que luego narrará en su Anábasis, el épico itinerario de un ejército de mercenarios griegos a través del Imperio persa.
Plutarco, que además de historiador y biógrafo fue sacerdote de Apolo en Delfos, vivió a caballo de los siglos I y II d.C., explica que el ádyton estaba abierto a los consultantes y no era una habitación secreta.
Finalizada la consulta, el peregrino regresaba al chresmographeion, donde los prophetai le entregaban por escrito un informe oficial y la respuesta del oráculo interpretada  a menudo en verso. 
El esplendor de Delfos tuvo lugar entre los siglos  VI y IV a.c., periodo en el que se llevó a cabo la construcción de numerosos edificios y elementos de adoración a Apolo dentro de lo que se conoce como el Santuario de Apolo. 
El viaje de regreso a casa era tan peligroso como el itinerario de ida. Los numerosos problemas y obstáculos a los que se enfrentaron los peregrinos entre el estallido de la guerra del Peloponeso (431 a.C.) y el advenimiento de Alejandro Magno contribuyó a la pérdida de importancia del oráculo y al desuso de las rutas de peregrinaje.
El prestigio de Delfos comenzó su declive tras la muerte de Alejandro, en 323 a.C., aunque continuó siendo un centro de atracción durante la época helenística y el período romano hasta que en  391 d.C., el emperador romano Teodosio decretó el cierre de todos los oráculos y la prohibición de la adivinación de cualquier tipo silenciando la voz de los antiguos dioses.


El santuario, en el que se celebraban cada 4 años los Juegos Píticos en honor a Apolo, una competición panhelénica de deporte y poesía, contaba para ello con un teatro, con capacidad para 5000 espectadores, una palestra, gimnasio y estadio, uno de los mejor conservados del mundo griego.

En los primeros tiempos se celebraban cada 8 años y consistían únicamente en un concurso musical, donde cada candidato cantaba un himno en honor de Apolo, pero desde 582 a. C., fecha marca el comienzo oficial de la era de los Juegos Píticos,  se celebraron cada 4 años. Al principio se celebraban entre agosto y septiembre del tercer año de cada Olimpíada, pero desde el siglo IV a. C. pasaron a octubre. 


Estadio de Delfos, en la parte mas alta de la ladera. Fué objeto de una remodelación, incluyendo las gradas de piedra, en época romana. 
La marca de salida de los atletas es perfectamente identificable


Antes del inicio de los juegos los heraldos o theoros recorrían toda Grecia proclamando la tregua sagrada, que permitía que los griegos asistieran a los juegos con total inmunidad, imponiéndose severas multas a quienes no lo cumplieran y excluyendo de la participación en los juegos a quienes no suscribían la misma.
Los juegos se iniciaban con sacrificios, procesiones de los teoros, sacerdotes y participantes al altar de Apolo para ofrecerle una hecatombe o banquete y una representación de la lucha de Apolo contra el dragón/serpiente.
Continuaban con los concursos  en el teatro: poemas acompañados con cítara ​ un solo de flauta y de cítara, concursos de poesía, representaciones trágicas y espectáculos de danza.  Años después se incluyeron otras modalidades de canto, actores de tragedia y comedia e incluso concursos de pintura para acabar, en época romana, introduciendo el encomio, la pantomima y pruebas para trompeteros y heraldos.


Tribuna en el centro del Estadio de Delfos

Seguían las competiciones en el estadio: ​carrera larga, carrera doble pancracio, lucha, pugilato,​carrera con armas, pentatlón - carrera, salto de longitud, lucha, lanzamiento de disco y de jabalina-.
Una vez finalizadas, comenzaban las carreras de caballos, de carro de cuadrigas y bigas. 



Uno de sus vencedores de cuádrigas se vería plasmado en el Auriga de Delfos, datado hacia el año 474 a. C que formaba parte de un grupo escultórico mayor del que conocemos pequeños fragmentos que se identifican como partes de cuatro o seis caballos y un esclavo, de pequeña estatura, que iría situado entre ellos.










Tiene una altura de 1,80 metros, y está realizado en bronce, con los ojos de pasta vitrea y sus labios aparecen recubiertos por pequeñas laminillas de plata, que marcan su expresividad, y a base de varias piezas separadas y soldadas con posterioridad, circunstancia que era frecuente en grupos escultóricos que estaban formados por varios personajes. Se atribuye, a Pitágoras de Regio, y se conforma dentro de lo que se conoce como Estilo Severo, que fue un periodo previo al Clasicismo griego. De los restos que aún conserva la diadema se deduce que se hallaba policromada.
Según una inscripción, fue dedicado por Polizalo, tirano de Gela. Se discute si Polizalo fue el vencedor o si fue una dedicatoria en honor de su hermano Hierón.

Con el tiempo se introdujeron nuevas categorías como los «imberbes» (ageneioi), cuya edad se situaba entre la categoría juvenil y la adulta y se conoce la victoria de algunas mujeres.

Los vencedores recibían una corona de laurel, el árbol de Apolo y, al igual que en Olimpia, existían listados compilatorios de todos los vencedores de los Juegos Píticos. Cuando un terremoto destruyó los archivos en 373 a. C., se le encargó a Aristóteles rehacer las listas. 

Al márgen de las competiciones tenían lugar representaciones en el teatro.

Delfos se muestra como un lugar magnífico y muy especial para comprender la historia griega y, por ende, la de todo el mundo. Visitar el yacimiento tiene un complemento necesario en el museo, situado allí mismo, donde se exponen piezas magníficas entre las que destaco, por su enorme interés los himnos musicalizados en honor a Apolo, El auriga de Delfos, la esfinge de la ciudad de Naxos, los gemelos, los tesoros en oro, etc.
Contemplarlos en su conjunto y de forma pormenorizada es un auténtico placer emocional e intelectual.



Himno a Apolo

Varias piezas encontradas en 1893 inscritas en fragmentos de piedra que procedían de la cara externa del muro sur del tesoro de los Atenienses. Fueron reconocidas por el arqueólogo francés Théophile Homolle, reconstruidas por el filólogo Henri Weil y transcritas a notación musical moderna por el arqueólogo Théodore Reinach.
La reconstrucción de los fragmentos estuvo facilitada por el hecho de que el primer himno utiliza notación vocal, y el segundo emplea notación instrumental.
El encabezamiento del primer himno recoge el nombre de Atheneo, hijo de Atenaio, que trabajó en la década a partir del año 138 a. C.
El segundo himno ha sido datado con precisión en el año 128 a. C. en el que fue representado. El nombre del compositor también se ha preservado en el encabezado “Limenius, hijo de Thoinos, un ateniense.”
Los símbolos musicales han sido interpretados por los expertos gracias a un tratado de Alipio, un musicógrafo alejandrino de la Antigüedad Tardía (mediados del siglo IV), que nos legó tablas de signos musicales en dos notaciones, vocal e instrumental.8​ Los versos están relacionados con varios acontecimientos de la vida de Apolo, como su nacimiento, su arribo a Delfos, su apoyo en la guerra contra los gálatas, etc.
Fueron compuestos para la Pitaida, una procesión religiosa especial de los atenienses hacia Delfos.






Los gemelos de Delfos. Kurós arcaios





Tesoro aúreo hallado junto a la Vía Sacra en Delfos



Escultura de un toro. Museo de Delfos


Esfinge de Naxos



Frontón del antiguo templo de Delfos. Siglo VI a C.


Detalle de Apolo, en el centro del frontón del templo arcaico, en gran tamaño, sujetando la lira


Mas detalles del frontón arcaico











Fragmentos de esculturas del templo clásico de Delfos





Esculturas en piedra procedentes de las excavaciones de Delfos


Antiguo Ómphalos


Antinoo, favorito de Adriano. 


¡Feliz semana!






Bibliografía

Théodore Reinach, 1893: “La Musique des hymnes de Delphes.” Bulletin de Correspondance Hellénique 17:584–610.


J. Z. De Boer & J. R. Hale,en 2001: The geological origins of the oracle at Delphi, Greece


Enlaces:

http://www.kerylos.fr/



martes, 21 de noviembre de 2017

Micenas. La ciudad de los aqueos





La Dama de Micenas. Fragmento de un fresco mural procedente de la ciudad de Micenas, datado a finales de la Edad del Bronce. Siglo XIII-XII a C, en el periódico Cicládico Reciente III C. Se exhbe en el Museo arqueológico Nacional de Atenas. 

La contera de su espada se le cayó allí, y consideró esto como un signo para fundar una ciudad. He oído también que, teniendo sed, se le ocurrió arrancar un hongo de la tierra, y habiendo bebido el agua que brotó, complacido, le puso el nombre de Micenas al lugar.

Pausanias, sobre Perseo





Pero si todavía sigue atormentando mucho tiempo a los hijos de los aqueos ejercitando en su mente las cualidades que le ha concedido Atenea en exceso, ser entendida en trabajos femeninos muy bellos y tiene pensamientos agudos y astutos como nunca hemos oído tuviera ninguna de las aqueas de lindas trenzas ni siquiera de las que vivieron antiguamente, como Tiro, Alcmena y Micena de linda corona

Homero. La Odisea. A propósito de Penélope, esposa de Ulises





Dicen que cuando Schliemann, un austriaco empeñado en encontrar las huellas reales de la Guerra de Troya, abrió los primeros cortes en la tumba A de Micenas, escribió al gobierno griego emocionado: "he visto  cara a cara a Agamenón".
Lo que desconocía entonces es que la máscara de oro que cubría uno de aquellos enterramientos era 300 años mas antigua que los personajes descritos por Homero mucho después, en el siglo VIII.
La Iliada y la Odisea, los poemas de Homero que cantaban las leyendas de los héroes micénicos, influyeron de forma decisiva en la cultura griega, origen de la civilización occidental. 
En la Iliada se narra cómo Agamenón, rey de Micenas, y «rey de reyes» dirigió a los griegos en la guerra de Troya, lo que viene a poner de relieve que Micenas ejercía una supremacía sobre otros reinos de la Grecia antigua.
La guerra de Troya que describe el poema, hunde sus raíces en una leyenda:La bella Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta y hermano de Agamenón, rey de Micenas,, fue seducida por el troyano Paris, hijo de Príamo, rey de Troya. Los aqueos de las polis griegas acudieron en su busca y a desagraviar a Menelao, dando lugar a unos relatos fantásticos como la Odisea.
Esta impresionante historia y todo el desarrollo del conflicto, así como los orígenes míticos de los intervinientes y las riquezas del Mediterráneo a finales de la Edad del Bronce, motivaron que aquel joven austriaco, aficionado a la arqueología, de nombre Heinrich Schliemann, siguiendo a Pausanias y tras haber empezado la investigación en Troya, llegara a Micenas, donde comenzó a excavar buscando las tumbas de los reyes homéricos.



 Plano de la ciudadela de Micenas




Plano con señalización de algunos de los elementos señeros de la acrópolis de la ciudad de Micenas.

Mi viaje a Grecia me ha permitido encontrarme cara a cara con una realidad estudiada durante años, poniendo delante de mis ojos lugares increíbles y bellos, firmes puntos de apoyo de una civilización panmediterránea que es la cuna de lo que somos. 
Mi corazón se estremecía a cada paso en Micenas y una lágrima de emoción brotó al entrar en la primera sala del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, que custodia los tesoros del Círculo A. Pocas veces ocurre esto y a mi me pasó.



La ciudadela de la antigua ciudad de la Argólida, destaca sobre la llanura que discurre hasta el mar a unos 90 kilómetros al suroeste de Atenas, en el noreste de la península del Peloponeso. Localizada entre un barranco de escarpadas paredes y un arroyo, adapta sus estructuras urbanas al terreno geológico.
Su ocupación se remonta al tercer milenio, si bien no es hasta el siglo XVII a C. cuando cobra carácter decididamente urbano, identificándose su fundación con la llegada de los pueblos indoeuropeos que migraron hacia el 2000 y que en lenguaje homérico serían los Atreidas, fundadores legendarios de la ciudad. No obstante, mitos ancestrales retrotraen los fundamentos a la fundación por el mismo Perseo, hijo del dios Zeus y la mortal Danae, que, tras cortar la cabeza de una de las Gorgonas, marchó hasta este lugar, donde con ayuda de los cíclopes levantó murallas con enormes bloques de piedra, conociéndose desde entonces estos aparejos como ciclópeos.





Los primeros habitantes micénicos se llamaban a si mismos, aqueos. Estas gentes establecieron ciudades amuralladas sobre colinas dominantes -Micenas, Tirinto, Pilos- y, dado el agreste carácter de la Grecia continental, tuvieron una vocación marítima muy temprana y desarrollada. 
La sociedad, fuertemente jerarquizada, estaba presidida por una aristocracia militar presidida por reyes. 
Su economía se basaba en la agricultura, la ganadería y el comercio.
Fueron contemporáneos y estaban conectados con la civilización minoica que desapareció fruto de los efectos de la gran explosión de Santorini de la que ya les hemos hablado -haz clik para enlazar Akrotiri-. Tras la desaparición de la civilización minoica, los micénicos conquistaron y sometieron Creta.
Hacia 1200 a. C. el poder de los aqueos comenzó a declinar y alrededor de 1100 a. C. la invasión de los dorios acabó con su civilización. Tisameno, el último rey de Micenas, murió luchando al frente de sus tropas.
La ciudad nunca volvió a recuperar su antiguo esplendor y hacia el 468 a.C. los habitantes de Argos la sitiaron y destruyeron, no volviendo a ser nunca reconstruida.
En el siglo II, cuando la visitó Pausanias, el lugar estaba ya en ruinas.




En su época de esplendor, entre 1650 y 1200 a C, Micenas contaba con una población situada en torno a la ciudadela, que albergaba las dependencias de los reyes, la familia real, la aristocracia y guardia a su servicio, y los artesanos ligados al mismo. Esta es una de las aportaciones culturales de estas gentes: ciudades amuralladas levantadas con aparejo gigante con centros palaciegos en acrópolis, situadas en zonas estratégicas y elevadas, con puertas monumentales y  pequeñas entradas auxiliares, conocidas como poternas, que permitían tanto la defensa como el acceso rápido al agua o la huida.
El recinto amurallado de la ciudadela de Micenas conserva lienzos de tres épocas sucesivas, en algunos casos con mas de 7 m de espesor y 13 de altura.
Los ciudadanos vivían en el entorno de la acrópolis de modo que podían resguardarse en ella en caso de necesidad por ataque.




Las murallas de Micenas no hacían sino completar una situación estratégica natural en la que la colina quedaba enmarcada por la garganta del torrente Caos, hacia el sudoeste. Los inmensos bloques de piedra poligonal de varias toneladas de peso dispuestas en seco, que se han mantenido hasta la actualidad, hacían la función de proteger al pueblo aqueo simplemente superpuestas una a otra y sin argamasa.
Los gobernantes micénicos pensando en la efectividad y el tiempo necesario para construir sus murallas, y asimismo ahorrar esfuerzos innecesarios a los trabajadores, decidieron tallar gigantescos bloques de piedra y arrastrarlos con piedras a modo de rodillo. Para ellos era mucho más sencillo extraer la piedra de canteras cercanas y crear fábricas ciclópeas que levantar murallas con piedras pequeñas que requerían mucho más trabajo y tiempo.
En las zonas en las que los afloramientos de la roca de base son visibles las muralla no posee una cimentación específica sino que apoya directamente en el sustrato rocoso.






Schliemann a las puertas de Micenas






La impresionante entrada principal es la conocida como Puerta de las Leonas o Leones a la que se llegada desde una rampa. Este  monumental acceso de 14,80 m. de altura conservada y 7,23 m. de ancho. El vano adintelado de mas de 20 toneladas se sostiene por jambas monolíticas. Sobre el conjunto cabalga una pieza triangular, sobre la que cierra la muralla con bloques que van aproximando las hiladas, que representa en relieve dos leonas -carecen de melena, y no puede descartarse que las cabezas, desaparecidas, fueran metálicas-  afrontadas y rampantes, símbolo del poder real,  que apoyan sus patas anteriores sobre la base de una columna. Loa nimales mirarían a los ciudadanos y visitantes directamente.
Todo este conjunto tendría por objeto mostrar el poder de los gobernantes y seguramente un significado religioso. Constituye un ejemplo único de escultura de gran tamaño en todo el arte griego primitivo.
El vano de 3 x 3 metros estaba protegido por una puerta de madera recubierta con bronce para darle mayor solidez y dos cuerpos de las murallas se adelantaban dejando el acceso en un callejón fácilmente defendible desde el adarve, en una solución defensiva eficaz e inteligente.
Parece que el primer recinto amurallado de la ciudad dejaba extramuros la necrópolis colectiva del los círculos A y B. El segundo recinto, datado en el siglo XIV a C. ya englobaba el círculo A, y a un tercer momento corresponde el levantamiento de la muralla del barrio artesanal situado junto a la fuente/cisterna y la poterna.





La puerta o poterna del sector sudeste es un pequeño vano que perfora la muralla y cierra en un triángulo construido por aproximación de hiladas.

En el interior del recinto se encontraban el palacio real o Megarón, talleres, templos e incluso tumbas.







Nada mas entrar al recinto inferior, traspasando la puerta monumental, hacia el suroeste se halló y puede visitarse la necrópolis colectiva conocida como Tumba A o Círculo A. Se trata de una estructura circular conformada por una planta de 26,5 m de diámetro, construida con  una doble hilera de losas verticales. En su interior se hallaban varias tumbas de pozo, cajeadas en piedra,  con diferentes enterramientos, todos ellos datados en el siglo XVI a C, un auténtico espacio sagrado destinado a albergar a las élites que probablemente serían venerados como antepasados heróicos y semidioses; en todo caso un referente de la sociedad micénica.
El conjunto de las cistas de arenisca estaba señalizada con 12 estelas verticales de piedra, varias de ellas con bajo relieves de motivos geométricos de espirales y escenas de caza o bélicas. Estas piezas se exhiben en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas , en la antesala que custodia los ajuares de las cistas. Se sospecha que, en origen, todas ellas debieron estar orientadas hacia el este.
El inmediato hallazgo de objetos preciosos hizo que Schliemann decidiera que a la hora de localizar y extraer los ajuares los únicos presentes fueran él, su esposa Sophia y el supervisor griego Panagiotis Stamatakis, dejando que los obreros se limitaran a las limpiezas mas superficiales.
Entre noviembre y diciembre de 1876, Schliemann y Sophia descubrieron cinco tumbas y Panagiotis Stamatakis sacó a la luz una tumba más en 1877. Todas ellas se fechan entre 1600 y 1500 a. C. , algo más recientes que las del Círculo de tumbas B, que siempre estuvo extramuros.











Cada una de las tumbas del Círculo A estaba configurada por una fosa rectangular de entre 1 y 4,5 metros de profundidad y de 3 a 6 metros de longitud. En los sepulcros fueron hallados restos de 19 personas del mas alto nivel económico y social de la ciudad, dos de ellas niños. 
Los números con los que conocemos cada una de estas tumbas son los que les otorgó el arqueólogo griego Stamatakis, que, en algunos casos, no se corresponden con las que usó Schliemann. 
Los ajuares funerarios hallados en el interior de cada una de las tumbas comprendían un impresionante y excelente conjunto de objetos de lujo y armas:

1.- En la tumba I se hallaban inhumadas tres mujeres, una de ellas cubierta por tres grandes hojas de oro, brazaletes y discos decorados y a su lado se hallaban vasos de bronce, copas de plata y oro y un frasco de marfil.

2.- En la tumba II  se halló el esqueleto de un hombre con  una copa aúrea, una diadema de oro, armas de bronce y recipientes de cerámica, entre ellos un tirón cretense de importación.

3.- En la tumba III se encontraron las inhumaciones de tres mujeres y dos niños cubiertos de joyas de oro  y rodeadas de cientos de hojas con adornos de mariposa y espirales, cetros de plata, gemas de ágata y amatista y una diadema de oro con motivos florales. También había varias balanzas de oro de diferentes tamaños.




4.- En la tumba IV se hallaron  cinco individuos: dos mujeres y tres hombres. Cada hombre tenía una máscara funeraria y sus cuerpos estaban cubiertos de placas y adornos de oro. A su lado había dos coronas, ocho diademas, anillos y brazaletes de oro y plata, una treintena de espadas, numerosos puñales —entre los que destaca uno decorado con una escena de la caza del león—, cuchillos, vasos de materiales diversos —entre ellas una que ha sido denominada copa de Néstor, de oro—, ritones de varios materiales —uno de ellos con una cabeza de león, de oro—, perlas de ámbar, sesenta dientes de jabalí y treinta y ocho puntas de flecha.
Además, se documentó un espacio para libaciones y sacrificio rituales.



















5.- En la tumba V  había tres cuerpos masculinos, uno de ellos sin adornos. Sobre los otros dos habían sendas máscaras de oro, entre ellas la llamada máscara de Agamenón. Entre el ajuar había armas, corazas de oro, parlas de ámbar, un ritón y una caja hexagonal de madera recubierta de láminas de oro decoradas con relieves.

«He contemplado el rostro de Agamenón»
Schliemann




6.- La tumba VI, la única que no fue excavada por Schliemann,  contenía los esqueletos de dos hombres junto a armas, recipientes de cerámica, una copa de oro y dos rodilleras de oro.

Algunos de estos objetos son de procedencia cretense

La sacralización de la memoria del héroe fundador hizo que su conservación fuera una cuestión casi de estado, de ahí que las tumbas de pozo del círculo A de Micenas nunca fueran expoliadas.




Al sur del Círculo de tumbas A hay tres casas con espacios para vivienda y de almacenaje: son la «Casa de la cratera de los guerreros», donde fue hallado el célebre Vaso de los guerreros, la «Casa de la rampa»Nota 1​ y la «Casa sur».




Junto a aquellas se encuentra el espacio conocido como Centro de Culto de Micenas, de entre finales del siglo XIV y mediados del siglo XIII a. C., que se levantó en la parte suroeste de la acrópolis. Se le ha conoce también como Casa de la Ciudadela y Casa de los Ídolos. Consta de un santuario oriental, al que se ha llamado «Templo», donde se hallaron estatuillas antropomorfas de terracota y de serpientes enroscadas que se supone que eran colocadas en palos y exhibidas en las ceremonias; un megaron o habitación; un santuario occidental, llamado «Habitación de los Frescos», que se cree que se dedicaba a una diosa de la fecundidad y donde se encontraron fragmentos de pinturas al fresco; y parte de la «Casa de Tsountas», que se halla más al sur y se compone de almacenes, de un megaron y de un santuario dedicado probablemente a una divinidad de la guerra.



Desde esta zona baja se accedía a la superior a través de escaleras y un sofisticado sistema de rampas que conducían a las entradas principales y secundarias que ponían en contacto almacenes, talleres, archivos y otra serie de edificios. Se utilizaron en la construcción columnas, muros de mampostería, estucos pintados, pavimentos de losas o de tierra apisonada, e incluso  estancias dedicadas al aseo y retretes.
A diferencia de los palacios minoicos, cuya estructura se organiza en torno a un patio, en Micenas y otras ciudades aqueas, los palacios reales son edificios  centrados en un eje desde los que se ejerce el poder político, militar y religioso. Este edificio, conocido como Megarón se sitúa en el centro de la propia ciudadela, estableciéndose como punto de referencia en torno al que se ubican los edificios urbanos a su servicio.
La estancia principal era una amplia habitación rectangular, con un hogar en el centro y rodeada por 4 columnas, con una decoración muy profusa que recubría paredes, suelos y techos, probablemente el salón del Trono, al que se accedía a través de un vestíbulo o patio delantero. Solía disponer de dos plantas y un lucernario para permitir la entrada de luz y la salida de humos del hogar. En la pared derecha de esta gran sala se situaba el trono, adosado al muro y frente al hogar. 
Es el origen de lo que mas tarde se conocerá como el templo griego y sus fines eran variados pues en este espacio se celebraban recepciones, banquetes, culto, etc.
En el palacio vivía el rey o wanax y en torno a el se concentraba la vida política, social y económica, cuestión que conocemos a través del contenido de las tablillas micénicas encontradas, fundamentalmente en la ciudad micénica de Pilos. Así  hemos podido saber que este tenía atribuciones militares, administrativas y religiosas, presidía celebraciones y fiestas religiosas, dirigía a los guerreros y controlaba toda la administración del Estado a través de funcionarios.  La estrecha y directa vinculación de la sociedad y la economía con el wanax, pudo ser, tal vez, uno de los motivos por el que la cultura micénica no sobrevivió a la caída de sus monarcas, según sostiene Pilar Fernández Uriel.



Recreación de la estancia principal del palacio real de Micenas


En el sector este del recinto se encuentra un aljibe subterráneo que conserva un acceso en túnel descendente, de 18 m, construido con una escalinata y muros que cierran en una bóveda construida aproximación de hiladas. Se trata de una fuente o manantial cubierto que traspasa la línea de muralla por debajo de la superficie. Aseguraba el acceso y suministro de agua en caso de asedio.







 "En medio de las ruinas de Micenas se encuentran aún la fuente Perseia y las cámaras subterráneas donde Atreo y sus hijos escondieron sus tesoros...»
Pausanias





En este sector se hallan importantes casas como la llamada de las columnas.



Al exterior del recinto amurallado se levantan numerosas tumbas. La mas antigua es el Círculo de tumbas B (1650-1550 a. C.), en realidad  un conjunto de tumbas situado al oeste de la acrópolis de Micenas compuesto de varias tumbas en fosa y otra serie de tumbas pequeñas de forma rectangular excavadas en la roca. En total son veintiséis denominadas con las letras del alfabeto griego, siendo la más antigua la tumba Heta, en forma de cista. En este complejo funerario la influencia cretense es poco marcada.

Tiempo después de que se usaran las tumbas colectivas de los círculos A y B, entre 1300 y 1250 a C., comenzaron a levantarse nuevas tumbas, los Tholos micénicos, igualmente de planta circular pero construidos con un corredor de acceso - dromos-, una entrada monumental -stominion- y una cámara funeraria de dimensiones colosales rematada en falsa cúpula.
Estas grandes tumbas son conocidas como “tesoros” debido a la obra de  Pausanias que aseguraba que en ellos guardaban los reyes micénicos sus tesoros. 
Junto a la muralla, en el sector norte se encuentra el tholos del león (siglo XV a C), sin embargo el mas famoso, conocido y completo de aquellos es el conocido como Tesoro de Atreo, que los griegos identificaban con la tumba del rey Agamenón y que se fecha en el siglo XIII a C.
Se trata de la mas grande de los tholos conocidos, que se manifiesta en una colina artificial denominada como Panayitsa, conformada por un pasillo de 36 metros de largo por 6 de ancho y una altura de 14 metros que conduce a la entrada monumental de mas de 5 metros de altura que remata un dintel monolítico, de ciento veinte toneladas. El dintel soporta un arco de descarga triangular de aparejo ciclópeo, con bloque dispuestos en aproximación de hiladas, al igual que la Puerta de los Leones. 
Un sistema similar se usó para levantar el cierre en cúpula de la cámara, que mide unos 14.5 metros de diámetro, mediante una serie de 33 hiladas que la elevan a una altura de trece metros.
El Tholos se completa con una cámara excavada en la roca a la que se accede desde la cámara.




Restos del tholos de los leones



Corredor y entrada del tesoro de Atreo



Vista desde el interior del tesoro de Atreo








También al exterior de la acrópolis se conservan los restos de algunas agrupadas conocidas como Casa oeste, Casa de las Esfinges -donde se encontraron placas de marfil con esfinges talladas-, Casa del comerciante de aceite -donde se hallaron jarras colocadas sobre unas bases donde se podía hacer fuego y tablillas con textos en lineal B,  y Casa de los Escudos- donde se hallaron tallados escudos en forma de ocho. Se cree que todas ellas eran talleres de elaboración de perfumes.



Escudos pintados en los muros de Micenas, símbolo de la diosa de la guerra.


Queda claro que la sociedad micénica, a la luz de todo lo expuesto y fundamentalmente los ajuares de las necrópolis, las propias tumbas y los palacios era compleja y se estructuraba en una clase alta compuesta por un wanax o rey que se asesoraba de un Lawagetas, que podía ser un alto dignatario, un jefe militar e incluso el heredero al trono. Por debajo, en esta configuración social, se hallaban los telestas, propietarios importantes con tierras, que debieron ser parte de la aristocracia cortesana, y los Eqetas, probablemente un título importante de la alta sociedad, nobles de rango alto que gozaban de la simpatía del rey. 
Una parte de la población libre vivía en aldeas o Damos y eran ganaderos, agricultores, comerciantes, etc.
Finalmente, se hallaban los esclavos o Do ero/Do era, entre los que destaca que a las mujeres y niños se les enseñaba algún oficio o servían en actividades domésticas. Procedían de botines de guerra, eran comprados o nacían ya esclavos y sólo se tiene constancia de los que trabajaban en el palacio.
De las actividades económicas dan buena cuenta las tablillas de arcilla cocida que contiene inscripciones en lineal B que recogen la producción agrícola citando incluso las hierbas aromáticas como el comino, el sésamo o el azafrán, asociados a nombres masculinos, tal vez operarios.
A cerca del comercio, queda claro el vínculo con Creta, Asia menor e incluso El Báltico, de donde obtienen el ámbar utilizado en las cuentas de collar halladas en las necrópolis.



Tablilla MY Oe 106, encontrada en Micenas en la "casa del vendedor de aceite", de circa 1250 a.C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas, Tablilla 7671.

La mujer en la sociedad micénica debió jugar un papel importante habiendo quedado reflejado en la existencia de mujeres en las élites de la tumba del círculo A de Micenas con sus balanzas aúreas en alusión a su actividad comercial y su carácter de sacerdotisas, conduciendo carros de guerra o caza  en los muros de Tirinto y diosas o sacerdotisas en los de Micenas.
El poder real y aristocrático se adquiría por nacimiento o pertenencia aun linaje, como demuestran las enormes riquezas de los niños enterrados en el círculo A.



Resto de pintura mural con una figura femenina de Micenas.
¿ La diosa de las Mieses ( sito potinija)?
Museo Arqueológico Nacional de Atenas


A partir de 1200 a C la impresionante sociedad micénica y la propia ciudad principal sufren una crisis y acaban colapsando. Las causas, según Diamond y Tainter, se explicarían por cuestiones medioambientales (sobreexplotación de recursos y aumento demográfico), climáticos (debido a un cambio en el clima, se reducen los recursos), conflictos vecinales (hay una falta de unidad política y los conflictos se agravarían por el descenso de los recursos),  los vecinos comerciales y aliados  estarían debilitados y existiría una incapacidad para responder a las circunstancias. Además se han detectado huellas de incendios, sobre todo en las áreas palaciales y, este proceso, llevó al abandono de muchos centros micénicos, explicados, inicialmente, por la llegada de los llamados Pueblos del Mar, conglomerado de poblaciones tribales que se dedicaban a la piratería o como mercenarios. 
Otros investigadores apuntan una gran sequía, seismos, enfermedades endémicas y conflictos sociales y entre ciudades.
Ciertamente el mundo micénico varió su comportamiento en esos siglos y que en los últimos decenios el carácter bélico de estos soberanos micénicos, se acentuó.
Por ejemplificar en Micenes, sobre el 1250 a.C se refuerza la estructura defensiva de la fortaleza. 
Seguramente un conjunto de sucesos y no uno sólo, fue el que llevó al derrumbamiento de esta civilización. 

¡Feliz semana!


Enlaces:
https://youtu.be/IlxlFP8NjiE
https://es.wikipedia.org/wiki/Micenas